El programa Berakah de Vitoria lo demuestra Fidel Molina: "Es difícil salir cuando uno vive en el mundo de la trata, pero es posible"

Fidel Molina
Fidel Molina

Fidel Molina, coordinador del programa Berakah, en Vitoria. Desde hace 15 años salen a las rotondas de la ciudad donde se está ejerciendo la prostitución

"Nace hace 15 años sobre el terreno de juego muy bien preparado por José Ángel López Lacalle, un sacerdote con una especial vocación por atender a las personas más marginadas y más empobrecidas de la ciudad"

"Hemos podido acompañar a muchas mujeres que han conseguido salir y que hoy tienen su vida normal dentro de nuestra ciudad"

"Para nosotros son nuestras principales privilegiadas y por las que intentamos humildemente dejarnos la vida por servirles"

(Conferencia Episcopal Española).- Es difícil, pero es posible. Es difícil salir de un mundo que gira cada noche sobre una rotonda de las calles de Vitoria donde mujeres, la mayoría nigerianas, ejercen la prostitución. Pero es posible si el coche que para trae un caldo caliente, un café; conversación. Si de ese coche se bajan los voluntarios del programa Berakah, la obra social de las parroquias del casco histórico de esta ciudad.

Fidel Molina es diácono permanente y coordina este programa que desde hace 15 años atiende realidades muy marginales. Da respuesta a los que no tienen respuestas. Llega donde no llegan las instituciones, otras asociaciones, el tejido social alavés.

Entre esas realidades están las mujeres que ejercen la prostitución. Con ellas trabajan en la calle, intentan establecer una relación de confianza, de cercanía. Y, como respuesta, les ofrecen un hogar en el que comenzar su proceso de inserción.

Fidel sabe que es difícil, pero que es posible. Se lo confirman cada una de esas mujeres que han dejado de girar en una rotonda. Hoy tiene trabajo, tienen papeles, tienen una vida. Están integradas en la sociedad.  

Como en Vitoria, la Iglesia trabaja con unas 24.000 mujeres en los más de 120 centros destinados a combatir situaciones de especial dificultad y buscar su dignidad, integración, protección y promoción.

Dos parroquias y 250 voluntarios impulsan, en otros proyectos, un comedor; una despensa solidaria; una residencia para madres con dificultad; o pisos para familias en riesgo exclusión

-¿Cómo nace el programa Berakah, que aúna toda esta labor social?

-Berakah es la obra social de las parroquias de San Vicente y de Santa María, que están en el casco histórico de Vitoria. Nace hace 15 años sobre el terreno de juego muy bien preparado por José Ángel López Lacalle, un sacerdote con una especial vocación por atender a las personas más marginadas y más empobrecidas de la ciudad.

Con este programa se organiza esa caridad que ya existía para llegar a las personas más empobrecidas, a las realidades más débiles, a los que no tienen un plan B. Para llegar dónde no llegan las instituciones, otras asociaciones, el tejido social alavés.

-Entre esas realidades están las mujeres atrapadas en el mundo de la trata ¿Hay un proyecto concreto para trabajar en este campo?

-Nosotros trabajamos en el campo de la trata con una unidad móvil que desde hace 15 años sale a las rotondas de la ciudad donde se está ejerciendo la prostitución. En Vitoria encontramos normalmente un perfil de mujer nigeriana.

Con ellas se trabaja en calle, se intenta establecer una relación de confianza y de cercanía para luego enlazar con otros servicios que tenemos. Entre ellos, el hogar Ain Karem. Se trata de unas viviendas donde damos un techo a estas mujeres que dan el paso para salir de la prostitución. Aquí pueden estar mientras les acompañamos en el proceso de inserción y de normalización en la ciudad.

Este servicio es muy necesario, porque en Vitoria no hay ningún otro servicio para ayudarlas en este proceso de inserción personalizado. A nivel institucional no hay una respuesta.

-¿Una mujer que está ejerciendo la prostitución puede acabar teniendo una vida integrada en la sociedad?

-Es complicado. Es una vida muy difícil de aparcar y de abandonar, pero es posible. Durante estos años hemos podido acompañar a muchas mujeres que han podido cambiar de vida y que hoy tienen su trabajo, tienen sus papeles, tienen su vida normal dentro de nuestra ciudad.

Merece la pena dar pasos, acercarse a la iglesia, dejarse acompañar, ser acogidos, confiar. Es difícil cuando uno vive en el mundo de la trata, pero para eso estamos, para hacerlo posible.

-¿Acercarse a estas mujeres que viven de la prostitución también es acercarse al mundo que está a su alrededor?

-Trabajar con las mujeres que están ejerciendo la prostitución te hace estar cerca de los más débiles de la ciudad y te hace no perder de vista el mundo que tenemos, que no es un mundo justo, que no tiene las mismas oportunidades para todos y para todas. En este caso te muestra un mundo con una carencia de valores importante.

Yo siempre digo que existen las mujeres que están en las rotondas y que se prostituyen porque hay clientes que utilizan ese servicio y eso es una pobreza que desvela las rotondas de nuestra ciudad, una pobreza a muchísimos niveles que también hay que trabajar y que hay intentar eliminar porque genera destrucción y genera más pobreza.

-Después de 15 años siendo testigos de esta realidad ¿Tenéis fuerzas para continuar?

-Hay muchos casos que me hacen sentir que esto merece la pena. Muchísimos casos que en estos 15 años nos ponen las pilas, nos resetean, nos hacen vivir y entender la vida de una forma diferente. El compromiso con las mujeres que han podido dejar la trata, que han podido salir, te ayuda y te anima indudablemente a seguir adelante.

Estar en Berakah me aporta muchísimo a nivel personal. Desde luego, con mucha humildad, yo diría que mi vida es muy diferente desde que estoy aquí y desde que tengo relación con la gente más empobrecida de la ciudad.

Es un auténtico regalo poder formar parte y ser cómplices de su vida, de su historia. Son las más pobres entre las pobres y para nosotros son nuestras principales privilegiadas y por las que intentamos humildemente dejarnos la vida por servirles.

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