Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés con Felipe

El autor del cuarto evangelio refiere en un mismo contexto las vocaciones de Andrés y de Felipe. La de Felipe tuvo lugar y momento al día siguiente después de la vocación de Andrés. Jesús pretendía salir hacia Galilea cuando encontró a Felipe a quien invitó a seguirle con la fórmula conocida “Sígueme”. El evangelista informa que ”Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro” (Jn 1,43). Era, pues, comprensible que las relaciones entre ambos paisanos tuvieran un carácter de particular complicidad. Esa circunstancia aparece destacada en las listas de los apóstoles en Marcos y en los Hechos, en donde sus nombres aparecen juntos. Marcos los une incluso con la partícula kai copulativa.

Pero el cuarto evangelista, el posible discípulo del Bautista que escondía su identidad en un intencionado silencio, es el que refiere dos anécdotas en las que Andrés y Felipe ejercen un cierto protagonismo de la narración. Una de ellas es la multiplicación de los panes según la versión de Juan 6,1ss. Compadecido Jesús de la muchedumbre que le seguía, abordó a Felipe con intención de probarle (peirázōn autón): “¿Dónde compraremos panes para que coman éstos?” Felipe respondió con razón que no bastarían doscientos denarios para que cada uno recibiera un pedacito. Intervino entones “Andrés, el hermano de Simón Pedro”, para comunicar que por allí “había un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces”. Fue la base para la multiplicación milagrosa de los alimentos, suficientes y sobrados para dar de comer a cinco mil hombres. Felipe y Andrés habían puesto en comandita las premisas para el acontecimiento.

Según el texto del cuarto evangelio, la fama de Jesús y sus milagros eran lo bastante trascendentes como para que los griegos, deseosos siempre de conocer novedades, sintieran curiosidad por los sucesos. Habían subido a Jerusalén con ocasión de la fiesta. Como no se atrevían a dirigirse a Jesús en persona, buscaron la mediación de sus discípulos. Abordaron a “Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús»”. Felipe, que ya había dado signos de cierta timidez, fue a decírselo a su paisano Andrés. “Fueron Andrés y Felipe, y se lo comunicaron a Jesús” (Jn 12,20-22). Felipe se armó de valor al contar con la complicidad de uno de los apóstoles mejor relacionados. Una persona con la que se sentía unido por el paisanaje y la profesión.

Testigos de la tradición

Un detalle lamentable en el caso particular de los HchAnd es la escasez de documentos auténticos originales. Hasta las postrimerías del siglo pasado era conocido solamente el fragmento de los Hechos Apócrifos de Andrés, contenido en el códice Vaticano V 808 Perí hēmâs (“Sobre nosotros”), muy típico y representativo de lo que conocemos sobre el tenor literario de la obra. Por eso, editores y comentaristas recurrían a las numerosas reelaboraciones de la leyenda en su afán por reconstruir los elementos esenciales. Hemos de agradecer a L. Roig Lancillotta su moderna revisión del códice y su alta valoración del mismo (“Vaticanus graecus 808 revised. A re-evaluation of the oldest fragment of the Acta Andreae”, Scriptorium 56 (2002) 126-140)

Fue en el Segundo Congreso internacional de Estudios del Peloponeso, celebrado en Atenas en 1981/82 cuando Th. Detorakis lanzó al mundo de la ciencia la noticia de un nuevo descubrimiento relacionado con los HchAnd. Dos códices, antiguos y venerables, narraban los acontecimientos que completaban los escasos datos del Vaticano 808. Ahora los poseemos en la edición de J. M. Prieur, Brepols 1989, y en la nuestra de la BAC del 2004. El códice S es el griego 526 del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí, pergamino del siglo X; el códice H, del Monasterio de San Sabas en las cercanías de Jerusalén, es también pergamino del siglo XII. La Universidad de Michigan posee el códice C, Ann Arbor 36, en papel y de los siglos XIV/XV, que empieza donde se interrumpe el ms. V y coincide con los textos de S y H.

Pero para la reconstrucción de la tradición fundamental hacemos uso de otros variados documentos de épocas distintas y de distinto valor. Así son los denominados por M. Bonnet Martyrium Prius (s. VIII) y Martyrium Alterum (s. IX-X). A pesar de su época más bien tardía, los distintos documentos contienen en opinión de los expertos elementos originales de los Hechos primitivos. Todos son conscientes de que los materiales antiguos andan dispersos y manipulados en las sucesivas reelaboraciones de la leyenda.

Una obra conocida y apreciada es la etiquetada por J. Flamion como Épître Grecque (“Epístola griega”) que refiere el martirio o pasión de san Andrés. Bonnet menciona también otros documentos utilizados, como la Narratio, la Vida de Andrés escrita por Epifanio el Monje (s. IX), la que Bonnet denomina Laudatio, obra de Nicetas de Paflagonia (s. IX), el Recuerdo de Andrés de Simón Metafrastes y otros fragmentos menos significativos. Puede verse una relación más amplia en la edición de los HchAnd de Piñero & Del Cerro, vol. I 110-126.

Debemos, sin embargo, destacar la excepcional trascendencia e importancia del libro de Gregorio de Tours sobre los milagros del apóstol Andrés (s. VI). Se trata de un resumen hecho de los HchAnd con el objetivo explícito de evitar la nimia uerbositas (excesiva verbosidad) de una obra que, precisamente por ese detalle, era considerada como apócrifa. Vale la pena recoger las palabras de Gregorio: “Hallé un libro sobre los Milagros de san Andrés apóstol, que por su excesiva verbosidad era considerado por algunos como apócrifo”. (Gregorio de Tours, Liber de miraculis beati Andreae apostoli, prólogo). La etiqueta de nimia uerbositas encaja perfectamente con el tenor del fragmento del códice V 808. Llama la atención la observación de Gregorio al atribuir la categoría de apócrifo a un libro por el detalle de su estilo exageradamente ampuloso.

Sigue diciendo que ha tomado la decisión de entresacar y poner en claro solamente los prodigios (uirtutes) y omitir aquellos elementos que provocan fastidio (fastidium generant). Pretende, pues, ofrecer a sus lectores un volumen pequeño que proporcione gracia a los que lo lean y anule la envidia de sus detractores.

Considero una suerte tener a mano este resumen de lo que fue para el traductor la obra completa, que no era otra que los Hechos primitivos de Andrés. Gregorio avisa de sus intenciones y hasta de su método en la redacción del resumen. Además, si Gregorio resume en todo el libro en la misma medida en que lo hace en los pasajes auténticos conocidos y conservados, podemos concluir que la obra con la que se enfrentó Gregorio debía de tener una extensión de extraordinaria desmesura. La prueba es el hecho palpable de que de los 40 capítulos originales, el material de los HchAnd griegos en las ediciones de Prieur y en la nuestra ocupa solamente desde el capítulo 34 al 37. No exageraba, por tanto, cuando hablaba de su escandalosa “verbosidad excesiva”.

(Cuadro de la multiplicación de los panes)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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