No hay implicaciones políticas en el reino de Dios, ni en su proclamador, Jesús. La tendencia del Evangeliode Marcos (XIII) (112-13)

Hoy escribe Antonio Piñero


El evangelio de Marcos, el primero de todos en orden cronológico, tuvo una notable, inmensa importancia diría, porque al ser una de las bases en las que se inspiraron Mateo y Lucas –de notable éxito editorial también- condicionaría para siempre la imagen que de Jesús, su familia, los apóstoles, el pueblo judío, sus dirigentes, Poncio Pilato, etc. iban a tener los cristianos en adelante. El punto de vista de Marcos, y por tanto su “tendencia” (recordemos, en sentido técnico) se impuso con algunas correcciones, naturalmente, obra de los otros evangelistas que lo siguieron.

Este primer evangelio, compuesto en Roma y poco después de la gran Guerra judía, tuvo entre sus propósitos aclarar el por qué de la ejecución de Jesús como aparente revolucionario por los romanos y su oprobios amuerte en cruz. La explicación de Marcos era en este punto un tanto distinta de la que podía ofrecer un judeocristiano de Jerusalén. Éste, sin duda, hablaría de un plan divino en la muerte de Jesús, pero no ocultaría un cierto sentimiento aprobatorio de que Jesús mesías precisamente por este título había muerto por Israel, por la implantación del reino de Dios en la tierra de Israel y que los romanos, al fin y al cabo, habían impedido ese bello propósito que, además, era el designio de Dios.

Marcos y sus seguidores, que no eran israelitas en su mayoría, se desviaban aquí un tanto de este punto de vista: el reino de Dios en la tierra de Israel nos les importaba en el fondo nada; es más, su implantación en la tierra, acá abajo, no en el cielo y el futuro, podría ser un enorme inconveniente, pues era un obstáculo a algo también querido o permitido por Dios: la implantación firme de la fe en Jesús redentor en el Imperio romano.

Así Marcos abandonó cualquier tipo de interpretación de que Jesús había sido un mártir de Israel, asesinado vilmente por los romanos, ayudados eficazmente por las capas superiores, los dirigentes, de los judíos, colaboracionistas, para dibujar con toda nitidez a un Jesús esencialmente pacífico, apartado de las preocupaciones político-materiales de su pueblo…, e incluso aun Jesús hasta cierto punto "colaboracionista", pues había insistido aunque sibilinamente en la obligación de someterse al Imperio pagando el impuesto al César.

Por tanto, la condena de Jesús por los romanos fue simplemente un accidente por la debilidad de un gobernador: los culpables fueron en verdad los judíos, primero sus dirigentes y luego el pueblo. Y la acusación y condena no fue por motivos políticos, sino religiosos: Jesús había desviado al pueblo, y era un blasfemo, pues se había proclamado “hijo de Dios”. Jesús se había apartado de la religión tradicional, y había negado los fundamentos de “pueblo”, fundamentos étnicos, de la religión judía, separando netamente religión y política…, cosa que –según los judíos de la época- Dios no quería: Israel era de su propiedad y no la de otros.

Pienso que con el Evangelio de Marcos se ponen los fundamentos para siempre de una concepción ambivalente de la vida de Jesús:

· Por un lado, Marcos se encarga –y en esto corrige a Pablo- de mostrar que la vida de Jesús tiene interés en sí misma y, al vez, tal vida está encuadrada en el Israel de su tiempo.

· Por otro, presenta a un Jesús despegado de los intereses políticos de su patria. Y luego ofrece al lector un Israel bastante pacífico que no refleja casi las tensiones del pueblo con el gobernador Poncio Pilato, tal como lo describen Filón y Flavio Josefo. Tampoco alude para nada explícitamente a la tensión “celota”, en el amplio sentido de amor por la Ley y oposición a los romanos, que invadía la vida de Israel/Palestina en ese momento. La excepción es el caso de Barrabás, en donde de pasada Marcos dice que este individuo estaba “encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato” (15,7).

Sobre la influencia posible de Pablo (muy posible puesto que éste había estado quizá un par de años o más en Roma antes de ser degollado por un Nerón a la defensiva contra los cristianos, como afirma la tradición) en el Evangelio de Marcos, debemos mencionar dos aspectos importantes:

• Una, la aceptación plena, como hemos ya indicado, de la concepción paulina de la muerte en cruz y posterior resurrección de Jesús como sacrificio vicario por todos los pecados de la humanidad entera, según un designio divino (así aparece sobre todo en el relato de la Última Cena y en Mc 10, 45: “El Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”),

• Otra: la admisión a las claras de que Jesús es –desde el bautismo, probablemente- un ser divino porque ha sido adoptado por Dios como Hijo con todas las consecuencias. Jesús, más que a restaurar la gloria de Israel por medio del advenimiento del reino de Dios, había actuado en la tierra para salvar las almas de los hombres afligidos por Satanás.

La lógica de esta concepción lleva necesariamente a pensar que el judaísmo está superado. Esto es lo que el Evangelio de Marcos se indica con la siguiente frase: tras la muerte de Jesús (es decir, tras la consumación del sacrificio vicario) “El velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mc 15,38).

Pronto acabaremos esta serie con una breve síntesis de resultados.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e historia” de la revista “Tendencias21” el tema es el siguiente:

“1 Corintios 15,1-58: la resurrección de los muertos”.

Saludos de nuevo.
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