El manuscrito que contiene el Evangelio de Judas (y II)


Hoy escribe Sofía Torallas Tovar


El contenido del códice Tchacos se puede reconstruir de la siguiente manera:

Páginas 1 a 9, “Epístola de Pedro a Felipe”, que se corresponde con el texto de igual título del códice VIII de Nag Hammadi.

Páginas 10 a 32, “Santiago”, que se corresponde con el tercer tratado del códice V de Nag Hammadi, que lleva por título “Primer Apocalipsis de Santiago”.

Páginas 33 a 58, “Evangelio de Judas”, texto hasta ahora desconocido, pero del que se conocía, como sabemos, la referencia de Ireneo de Lyon en su tratado Contra las Herejías.

Páginas 59 a 66, un tratado que, por encontrarse en la parte exterior del códice, está muy dañado, pero que se ha designado como “Libro de Allógenes, o el Extranjero”, que sin embargo no tiene conexión con el tratado del mismo título del códice XI de Nag Hammadi.


Como dijimos anteriormente, el códice ha sido cuidadosamente restaurado, en una labor minuciosa de equipo, entre el filólogo R. Kasser y la restauradora Florence Dabre, directora del taller de restauración de Nyon, suiza, para recomponer los folios que estaban muy dañados especialmente en la parte central. La parte superior de las páginas, que iban por otra parte numeradas, era más fácil de reconstruir, puesto que el texto se seguía consecutivamente según el número de página. El problema era la parte inferior de los folios, que no sólo estaba muy dañada, sino que además había sido descolocada y alterada en el trasiego ya mencionado de compras, ventas y robos.

Actualmente se conserva -como es muy común en las colecciones de papiros- cada folio por separado entre vidrios, que evitan el contacto directo del estudioso con el material y lo conservan tal y como ha sido reconstruido.

El texto

El texto del códice está escrito en lengua copta, que constituye la última fase de evolución de la lengua egipcia, fase que coincide también con el florecimiento del Cristianismo en Egipto y con la adopción de un nuevo sistema de escritura, el alfabético en los primeros siglos de nuestra era. Esta adopción se produjo en primer lugar relacionada con los textos mágicos. La escritura jeroglífica, la hierática, que es su versión cursiva (La denominación de cursiva, aplicado a cualquier tipo de escritura, es una mano más rápida y ágil, que en el caso de la escritura jeroglífica se refiere a la escrita con pincel sobre papiro y más simplificada, frente a la más detallada, hecha principalmente sobre piedra), o la más evolucionada escritura demótica (La escritura demótica supone un paso más en la evolución de la escritura jeroglífica, que al ser más simplificada aún que la hierática y menos cuidada se utilizaba sobre todo para documentos de la vida pública, para el pueblo, de ahí su denominación “demótica”, “del pueblo”), eran en muchos aspectos “defectivas”, es decir, que no indicaban, por ejemplo las vocales de la misma manera que lo hacía un alfabeto como el griego. Las imprecaciones y palabras mágicas se transcribían de manera mucho más segura con este sistema gráfico, heredado del alfabeto griego. A éste, que tenía veinticuatro signos, se añadieron otros siete heredados del sistema demótico, para notar aquellos sonidos de la lengua egipcia, que la lengua griega y su escritura no tenían.

Dada la relativa sencillez de este sistema de escritura, sobre todo frente a la complicación del sistema jeroglífico y sus sucesores, la lengua copta sirvió al propósito de la evangelización de la cuenca del Nilo, y como vehículo importantísimo para la difusión del cristianismo. Se utilizó así para traducir la Biblia y otros textos fundamentalmente cristianos, como homilías, vidas de santos, etc. a la lengua madre de la población originaria de Egipto, que durante varios siglos se había visto gobernada sucesivamente por la Dinastía Ptolemaica, de origen griego – y que introdujo esta lengua en el país – y el Imperio Romano.

De la lengua copta conocemos varios dialectos, de los cuales los dos más importantes son el Sahídico, originalmente del Alto Egipto, de la zona de la Tebaida, y el Bohaírico, originario del Delta. El Sahídico fue el dialecto en el que se tradujo por primera vez la Biblia y, por tanto, se erigió en una suerte de lengua ‘clásica’, vehicular o de referencia, en que se escribieron otros textos religiosos fuera de la región en la que había surgido. Por eso, nuestro texto es una traducción al Sahídico de un original griego. Sin embargo, el dialecto Sahídico en el que está escrito nuestro texto no es puro, sino que ha sufrido contaminaciones del dialecto de la zona donde precisamente fue encontrado, lo cual confirma en cierto modo su origen.

El texto se encuentra completo, es decir, conserva su principio y su final, marcado por la presencia del título de la obra. Tiene una estructura general de diálogo, como también ocurre con los otros evangelios apócrifos. No contiene casi ninguna narración de hechos, sino que recoge las conversaciones de Jesucristo con los apóstoles y con Judas en particular.

Sin lugar a dudas, con el Códice Tchacos nos encontramos ante un notable descubrimiento, que puede calificarse, dentro del ámbito de la filología, de impresionante e interesantísimo. Pero la reacción exagerada y desproporcionada de los periodistas sobre todo muestra el uso ignorante de los acontecimientos históricos al servicio de un deseo, por otra parte lícito y muchas veces de gran utilidad, de romper con lo establecido.

Y si bien es cierto que este códice manuscrito recientemente “descubierto” puede definirse como una gran contribución a nuestro conocimiento en muchos aspectos de la historia, la literatura y la lingüística, no es sin embargo cierto que proporcione la base necesaria para las exageradas afirmaciones que se han leído y escuchado. Este acontecimiento fundamentalmente contribuye al estudio especializado de la filología y la historia de la cultura coptas y el cristianismo primitivo y la gnosis.

Saludos cordiales de Sofía Torallas
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