14.12.18. Adviento con Juan de la ╬: Cuatro noches de Amor


Hoy celebra la Iglesia la fiesta de Juan de la Cruz, a quien con María de Nazaret y Juan Bautista considero mi santo de Adviento, para preparar con él la Navidad.

En este contexto he querido poner de relieve, utilizando sus poemas de amor, las cuatro noches oscuras de la fe que se hace amor, en un camino de Adviento. Estrictamente hablando, para Juan de la Cruz son tres noche, pero he querido añadir una cuarta, en su misma línea, dedicando a cada una de ellas una estrofa o poema de sus cantos, para comentarlo en clave de Adviento

Así le veo este día de Adviento (con la primera estrofa que voy a comentar), disfrazado de sí mismo (en un mundo en el que casi todos nos disfrazamos de otros), saliendo por una escala secreta, por un boquete del muro, más allá del convento toledano donde le habían encerrado para que fuera "bueno"... pero él no quería ser bueno de esa forma, quería ser él mismo.

Salió de la ciudad de los honores sagrados de otros, para ser él mismo en amor, en cuatro noches de fe, sobre el ancho campo de la vida, como había salido Pablo (bajando las murallas de Damasco, en una espuerta...), como había salido Jesús, cuando quisieron encerrarle en su buena casa (cf. Mc 3).


Salió Juan de la Cruz, para habitar en el interior de Dios, en una noche oscura del amor más hondo, sin otra luz ni guía que la del amor de Dios, abierto a todos, para descubrir y recorrer así caminos y aventuras nuevas, como indican las cuatro estrofas de sus poemas que he escogido para trazar con ellas su itinerario espiritual.

Muchos de mis lectores se identificarán con con estas cuatro estrofas, que son como los cuatro domingos de Adviento, las etapas de un itinerario que lleva al Monte Carmelo que es la gruta de Belén, el nacimiento. A ellos dedico este recuerdo de camino de Juan de la ╬, que salió hacia su libertad, por la secreta escala disfrazada (=disfrazado...). Buen día a todos.


1. Primera noche: la salida



El punto de partida del camino espiritual implica siempre una ruptura, una salida de sí mismo, para así encontrarse de verdad. Es la primera noche: «La primera, por parte del término donde el alma sale, porque ha de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que poseía, en negación de ellas; la cual negación y carencia es como noche para todos los sentidos del hombre» .

Se trata de negarlo todo, para tenerlo de esa forma todo: Tenerse uno a sí mismo en Jesús de Nazaret, tenerse con los otros (amigos, hermanos, todas las creaturas) para así encontrar a Dios. Por eso hay que salir en la noche:

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada .


Juan de la Cruz explica de dónde sale el alma: «En esta primera canción canta el alma la dichosa suerte y aventura que tuvo en salir de todas las cosas afuera, y de los apetitos e imperfecciones que hay en la parte sensitiva del hombre» . Ruptura con lo que en lenguaje paulino se llama la carne cuyo destino, lo sabemos, es la muerte.

Continúa el santo carmelita: «Quiere, pues, en suma decir el alma en esta oración, que salió –sacándola Dios– sólo por amor de él, inflamada en su amor». La salida es, como en el caso del pueblo judío, la expresión del acto liberador de Dios («el Señor nos sacó con mano fuerte», Dt 6, 22), y el motivo último del proceso es, igualmente, el amor de Dios.

Esa salida supone un combate, una guerra dirá Juan de la Cruz: «Porque hasta que los apetitos se adormezcan por la mortificación de la sensualidad, y la misma sensualidad esté ya sosegada de ellos, de manera que ninguna guerra haga el espíritu, no sale el alma a la verdadera libertad a gozar de la unión de su amado» . El sosiego que permite salir es el resultado de una victoria sobre sí mismo. Es el clásico combate espiritual del que dan testimonio los autores espirituales. Sólo entonces se estará en condiciones de vivir lo propio de una existencia según el espíritu: la libertad. Cuya plenitud está en la unión con Dios.


2. Segunda noche: El justo vivirá de fe


La puesta en marcha de Abrahán ante las palabras de Yahvé: «Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Gn 12, 1), ha sido siempre considerada en la Biblia como el prototipo de la fe. Esta es la segunda noche de adviento, la noche de los caminantes de la fe, como recuerda la carta a los Hebreos (Hbr 11), haciendo elfamoso recuento de todos aquellos que emprendieron la ruta basados en su fe. El camino hacia Dios es una empresa de fe.

La segunda noche es «el camino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo cual es la fe,
que es también oscura para el entendimiento, como noche». Ésta es la noche de los justos, de la que trata el profeta Habacuc cuando dice que el justo vivirá de fe, esto es, de confianza interior, sin seguridades externas de poder, de honor o de dinero:

A oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.


El carmelita comenta: «Dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal ventura tiene, que puede caminar por la oscuridad de la fe, tomándola por guía de ciego, saliendo él de todos los fantasmas naturales y razones espirituales, camina muy al seguro, como hemos dicho»

Un caminar seguro gracias a la fe, pese a que estamos en lo más profundo de la noche, puesto que esta noche es «más oscura que la primera... Y así es bien comparada a la media noche que es lo más adentro y más oscuro de la noche» . Esta marcha es un proceso continuo y exigente, porque «en este camino, el no ir delante es volver atrás, y el no ir ganando es ir perdiendo».

Esa ruta se transita, como el pueblo judío en el desierto, en la más grande soledad. La soledad, no el repliegue egoísta, es central en toda experiencia de Dios. Dios nos habla y recompensa en el desierto: «La llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus viñas y el valle de la desgracia será el paso de la esperanza. Allí me responderá como en su juventud cuando salió de Egipto» (Os 2, 16-17).


3. Tercera noche, en soledad ha puesto ya su nido


La soledad así entendida no tiene nada que ver con el individualismo, sino que es soledad comunión, como el ave-paloma que prepara el nido, esperando al amado, y a los amigos del amado, en la más honda noche, cuando nada se percibe, nada se escucha, sólo el amor en compañía.

En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido
también en soledad de amor herido .


Comentando en otro lugar lo secreto de ese camino de fe escribe retomando el bíblico tema del desierto: «Algunas veces de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura; de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura; como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo» .


En ese «inmenso desierto» de «profundísima y anchísima soledad» no hay una ruta trazada previamente, sino que hay que "inventarlo todo", en libertad creadora... atento a la voz interior del amado, que canta en mí su melodía.



En ese desierto-nido de amor, como en el mar, las «pisadas no se conocen». El camino se S. Juan de la C. es una vía de libertad creadora bajo la acción del Espíritu. El dibujo de la subida al Monte Carmelo presenta al pie del monte las tres famosas sendas: la errada a la derecha, la imperfecta a la izquierda y la estrecha de la perfección al centro.

Pero cuando esta última llega a la falda del cerro, más cerca ya de la cima donde «sólo mora... la gloria y honra de Dios» y teniendo a ambos lados los dones y frutos del Espíritu (según Gal 5, 22), se lee esta significativa sentencia:

«Ya por aquí no hay camino, que para el justo no hay ley» .

Este es el momento de la plena liberad, en la noche oscura de la fe hecha amor, en soledad total, que es absoluta y plena compañía, tras el diluvio de las grandes aguas, cuando la paloma de Noe ha descubierto el árbol de la vida y se ha puesto a construir el nido, para que venga el Amado, para que vengan los amigos, compañeros, en la noche.


3. Cuarte noche, el antelucano, cuando va a romper la madrugada


Se sale para entrar: En este camino se ha de andar sin parar ... Éste es el paso de la 3ª a la 4ª noche, pues la unión con Dios se logra ya de alguna forma en esta vida, en el amor más hondo... Todavía es noche, pero se anuncia ya la luz del día.

Ésta es la noche del «antelucano» como dice Juan de la Cruz con un latinismo, es decir, «lo que está próximo a la luz del día, no es tan oscuro como la media noche, pues ya está inmediata la ilustración e información de la luz del día, y ésta es comparada a Dios... lo cual es el principio de la perfecta unión que se sigue".

En este contexto pasa S. Juan de la Cruz de la tercera a la cuarta noche, cuando el antelucano se convierte en "lucano", es decir, en día perfecto de total y pleno nacimiento de Dios en la vida de los hombres. El signo supremo de esta Noche que es Navidad y Bodas de Dios en la vida de los hombres, se describe así en la última canción de la Subida:

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado
.

«Cesó todo», etapa final, equivalente a la llegada a «la tierra que mana leche y miel» en lo que esa entrada podía tener de definitiva. El camino llegó a su meta y sin pensar más en sí mismo se puede descansar «entre azucenas olvidado».

El paradigma del Éxodo y las noches de Juan de la Cruz se iluminan mutuamente. Que la diferencia de tono no nos engañe. Las dimensiones históricas y personales se entrelazan y enriquecen dentro de un proceso que tiene fundamentalmente la misma plantilla.


Conclusión. Una perspectiva global



He presentado así, con Juan de la Cruz, cuatro momentos del camino de Adviento, en la noche de Dios, que se abre al amor completo Ese camino abarca todas las dimensiones de nuestra vida, como experiencia de unidad profunda de orar, pensar y actuar.

Entendida así, la espiritualidad de las noches de Adviento puede y debe presentarse como síntesis de vida en el amor, el descubrimiento supremo de nuestra verdad, que es la vida del Dios-Amor en nuestra vida, hecha camino de amor con los otros, en un mundo donde suenan voces vacías, con luces que tienden a a des-orientarnos.

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