Cultura de la muerte, cultura de la vida

Ante los males del mundo actual no pidamos a Dios ningún milagro salvador. Es más, no le pidamos nada. No podemos creer en un Dios infinitamente bueno que espera a que le pidamos algo para dárnoslo. En un dios así yo no creo. Dios ya lo hizo todo bien hecho. En Jesús nos dio el testimonio supremo de su compromiso con el hombre y el mundo: asumamos nuestra propia responsabilidad, porque ahora todo depende de nosotros. Nosotros tenemos que hacer cada día el milagro de nuestro compromiso con la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor, la solidaridad con los oprimidos, la vida, la paz, la dignidad del hombre y del mundo. Así reinará para todos y para todo la cultura de la vida, no la de la muerte.




Desgraciadamente estamos poco acostumbrados a que un hombre entregue la vida por los demás, y en tiempos de Jesucristo menos. Asombra la decisión con la que Jesús va decido a Jerusalén, que recordamos en la fiesta de ramos, seguro de que va a ser apresado, torturado y condenado a muerte de cruz, la más cruel de aquellos tiempos, importada de los persas por los romanos y aplicada solo a los esclavos. Se lo adelantó repetidas veces a sus seguidores, pero no lo habían entendido, porque no entraba en su mente que alguien aceptase el compromiso de llegar hasta la muerte por los demás.



A lo que sí estamos muy acostumbrados es a quitarnos la vida unos a otros, tanto entonces, como aun peor hoy. ¿Cómo lo hacemos?:



-El Ejército Islámico (EI), con fanática locura religiosa mata sin control a cientos de personas en oración en las mezquitas, o a cristianos de cualquier opción. Con la misma fanática locura mataron a palos, patadas y goles a una mujer hace unos días. Con la misma locura fanática buscaron la muerte de Jesús los judíos más radicalmente religiosos. El fanatismo religioso es lo más peligroso.



-Los humanos nos hemos acostumbrado a quitar la vida a nuestros semejantes con las guerras, las torturas, la violencia, el hambre, las injusticias, la explotación laboral, el rechazo, la exclusión, los malos tratos, la venganza, el soborno, la corrupción, la fabricación de armas... Pueblos enteros son exterminados con la explotación a que las multinacionales los someten, dejándolos sin tierra, sin agua, sin árboles, en Centro y Sudamérica, en Africa o en la India.



-Los humanos nos hemos acostumbrado a quitar la vida a la Tierra, a los árboles, los animales, los peces, las aves, las plantas, incluso usándolos como un juego o una diversión. Matamos con toda naturalidad la vida del planeta con la contaminación, con el derroche y la esquilmación de sus recursos.



-Los humanos nos hemos acostumbrado a matar con los pesticidas, los medicamentos, incluso falsos, la creación artificial de enfermedades, las adicciones (alcohol, tabaco, drogas...), la comida basura...



Sin embargo en medio de toda esta espantosa cultura de la muerte, hay hombres, Cristos, de nuestro tiempo, capaces de comprometerse con la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor, la vida, la opción por los más empobrecidos. Estos días recordamos a Oscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, por defender a los pobres de El Salvador, denunciando la violencia militar contra el pueblo salvadoreño. En mayo próximo será beatificado, pero lo importantes es que el pueblo, defendido por él, hace ya mucho tiempo que lo proclama santo: “San Romero de América”. No pidamos a Dios ningún milagro salvador del mundo, no le pidamos nada. Dios ya lo hizo todo bien hecho. En Jesús nos dio el testimonio supremo de su compromiso con el hombre y el mundo: asumamos nuestra propia responsabilidad, porque ahora todo depende de nosotros. Nosotros tenemos que hacer cada día el milagro de nuestro compromiso con la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor, la solidaridad con los oprimidos, la vida, la paz, la dignidad del hombre y del mundo. Así reinará en todos y en todo la cultura de la vida, no la de la muerte.



Un cordial abrazo.-Faustino
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