Galardonado en dos ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, la actividad de Bartolomé Mostaza en Prensa y Revistas fue extraordinaria tanto como comentarista de actualidad como de crítico literario. La imagen que preside este post creo que simboliza con expresividad su insobornable y creativa vocación de escritor.
Y para introducirnos algo más en su talante serio y comprometido, me permito transcribir unas líneas de la descripción que ofrece de él Sáinz de Robles en su “Historia y Antología de la poesía española”:
“Salvo ligeras concesiones a un intelectualismo inconsistente, todo en la obra poética de Mostaza es espíritu. Para Mostaza sólo el espíritu tiene apetencias poéticas. Pero el espiritualismo de Mostaza no es ni el místico, ni siquiera el ascético de nuestros Juan de la Cruz, Malón de Chaide o Valdivielso. Es un espiritualismo alcanzado por la superación de la inteligencia en sí misma. Es un espiritualismo de convicción más que de emoción inesperada.”
"SOBRE SU ALGARABÍA NADO: A TUMBOS VOY..."
El primer poema de hoy “Un mar de oscuras voces” pertenece al poemario “Noticia del abismo”, y al género que Leopoldo de Luis describió como de los “agónicos –en la línea unamuniana– porque es una brega que se ensaña en conocer. El ser humano, para este talante poéticometafísico, vive en permanente dolor, buscando su plenitud, es un ser inacabado y va sediento de Dios.” El poeta quiere saber y, en ambiente cultural de relativismo, como siente necesidad de compromiso, se desespera ante múltiples propuestas divergentes y contradictorias. Reclama silencio (“me herís con vuestros gritos”).
Otra lectura posible sería considerar las voces de las cosas como el mostrador de un banquete de bufet libre, que te invita a saborear, plato a plato, más con gusto reposado que con saltones ojos, la deliciosa oferta de cada uno de los manjares.
UN MAR DE OSCURAS VOCES
Un mar de oscuras voces me rodea
llamándome y no atino sus palabras.
Todo mi ser resuena de ellas aturdido
cual laberinto mágico.
¡Y zozobro anhelando! Se hace voces
el mundo en mi redor y mil preguntas
me clavan con su garfio desgarrando
el alma que se estremece atónita.
Todas a una llámanme las cosas.
Sobre su algarabía nado: a tumbos
voy, vengo y me agarro fieramente a un clavo
ardiendo, como el náufrago.
¡Oh si acallaras con tu dedo el mundo
y fuese cada cosa hablando sola,
Dios de mi anhelo, y escuchando yo, embebido
de la miel de los éxtasis!
¡Oh cosas que me herís con vuestros gritos
y el alma me pincháis furiosas! Vedme
¡ay! erizado de saetas venenosas,
todo llagas sin bálsamo.
"ASOMARSE A OTRO MUNDO DE INFINITA BELLEZA..."
Desde la placidez del campo y de la aldea, playa tranquila, seguro puerto, desdeña el poeta las turbulencias de la remota ciudad. Y exalta el valor del silencio y la vida interior. A la vista de estos versos me viene a la memoria una deliciosa historia que refiere Kahlil Gibran. Preguntan a un ciego, muy famoso por su virtud y conocimientos, qué rama de la sabiduría cultiva. Responde: “Soy astrónomo”. Y, apoyando la mano sobre el pecho, explica: “Escudriño estos soles, y lunas y estrellas...”
Tampoco puedo olvidarme del extenso poema de Miguel Hernández “Salmo de afirmación en la aldea” (pulsar aquí), cuando visita Madrid por vez primera y regresa escandalizado a Orihuela, bendiciendo la vida del campo. Preocupado, como Mostaza, por tantas y tan urgentes preguntas sin respuesta sobre Dios que le atormentaban, cierra el relato de su viaje con la tremenda afirmación: “Y Dios dirá, que está siempre callado...”
SILENCIO VIVO
Estrepitoso el tráfago
de la ciudad lejana
desbrava su oleaje
en la paciente playa
que forma el horizonte
de esta dulce y serena
soledad sin vacío;
soledad que está viva
de palabras borrosas
a decirme el secreto
de Dios. La aldea en traje
de diario trajina,
y canta y reza, y fía
del tiempo su esperanza.
Yo, caminos adentro,
hacia mí mismo marcho,
como quien va al confin
a asomarse a otro mundo
de infinita belleza,
desde la almena de oro
donde el lucero espía...
Y oigo el vasto silencio
bullir –oscuro río–
por un profundo cauce
que se adentra en la noche...
"AL LAMERME LA HERIDA, ME LA VENDA DE MÚSICA CALLADA..."
Un último poema, muy breve: "El perro del silencio", romanceado como el anterior, siempre sin rima. Y, desde luego, con hábiles encabalgamientos que dinamizan la experiencia. Siente a lo largo del cuerpo el silencio como una larga, larga caricia. Hasta los hondos huesos penetra la melodía divina, que nos da paz y venda nuestras heridas...
EL PERRO DEL SILENCIO
El silencio se pone,
igual que un perro bueno,
a lamerme la herida.
Y siento larga, larga,
resbalarme por todo
el cuerpo una caricia
(o un río de dulzura
que fuese abriendo cauce
por los huesos, ya cañas
de melodía, que alguien
tañe con dedos sabios).
El perro bondadoso
del silencio, al lamerme
la herida, me la venda
de música callada.
