"Solo una Iglesia que renuncia al triunfalismo y deja de mirarse a sí misma, para poner en el centro el sufrimiento de los más vulnerables y el bien de toda la humanidad, puede abrir caminos de encuentro con Jesucristo"
"No basta con hablar de sinodalidad, hay que vivirla. Para escuchar el susurro del Espíritu, debemos alejarnos de la crispación y la polarización que nos asfixian, y abrir espacios reales de escucha mutua, de entendimiento y de colaboración: en nuestras familias, en nuestras parroquias, en nuestros barrios y en nuestros puestos de trabajo"
"La coherencia comienza por ti y por mí, por cada comunidad cristiana. Se manifiesta en nuestra manera de tratar a los pobres, de organizar nuestras parroquias, de administrar los bienes que se nos han confiado, y también en la forma en que nos comunicamos en los despachos, desde los púlpitos y a través de las redes sociales"
"No podemos permitirnos ser una Iglesia autorreferencial, encerrada en sí misma, preocupada solo por sus necesidades y problemas. No hemos sido llamados para optimizar recursos ni para mejorar nuestra imagen, mucho menos para proteger privilegios. Nuestra vocación no es conservar espacios, sino promover procesos de liberación, de justicia y santidad, especialmente entre quienes más sufren"