La tentación clericalista de idealizar a la Iglesia, como institución perfecta y celestial, oculta sus heridas en lugar de sanarlas. Esta distorsión la desvincula de los problemas reales. El caso de los abusos del obispo Zornoza es un reflejo más de la crisis de esa idealización.
Esta mentalidad no sabe qué hacer ante los escándalos. Su estructura teme más por la reputación que por la verdad. Prefiere el silencio, la transferencia de culpa o el encubrimiento. Es una vergüenza que las víctimas no sean escuchadas y recurran al Vaticano o a la prensa.
Es un platonismo que angeliza y deshumaniza al clero. Su eje estructural es el celibato obligatorio, signo teórico de pureza que suele conducir a realidades de frustración,de dobles vidas y abusos. La Iglesia idealizada termina luego protegiendo a los abusadores, minimizando a las víctimas y castigando a los sacerdotes casados que salen de esta "disciplina".
La Iglesia peregrina no tiene miedo de reconocer sus fallos, pedir perdón y reformarse porque “vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo” (card. Newman)