Una reflexión teológica y eclesial sobre la pluralidad vocacional El Espíritu sopla donde quiere: Vocaciones diversas e inclusión plena en la Iglesia católica

La Iglesia es, por naturaleza, un cuerpo diverso animado por el Espíritu Santo. Cada miembro, en su singularidad, participa en la misión común del Evangelio, como lo afirma el Concilio Vaticano II
Sin embargo, aún siguen existiendo obstáculos eclesiales y culturales que impiden el pleno reconocimiento de la vocación de algunas personas, particularmente de personas LGBTIQA+ y de mujeres que sienten el llamado a la vida religiosa y al ministerio ordenado
La vocación es un don plural del Espíritu Santo que actualmente es un privilegio exclusivo de hombres cisgénero y 'heterosexuales' y es excluyente en varios aspectos
Es momento que no lo veamos más como un privilegio exclusivo de unos pocos, sino como una expresión de la gracia de Dios en la vida concreta de cada persona sin importar orentación sexual o género
La vocación es un don plural del Espíritu Santo que actualmente es un privilegio exclusivo de hombres cisgénero y 'heterosexuales' y es excluyente en varios aspectos
Es momento que no lo veamos más como un privilegio exclusivo de unos pocos, sino como una expresión de la gracia de Dios en la vida concreta de cada persona sin importar orentación sexual o género
| Inés Leonor Pujol
La Iglesia es, por naturaleza, un cuerpo diverso animado por el Espíritu Santo. Cada miembro, en su singularidad, participa en la misión común del Evangelio, como lo afirma el Concilio Vaticano II: “Todos los fieles cristianos [...] son llamados por el Señor, cada uno según su camino, a una santidad cuya perfección es la misma: la perfección del Padre” (Lumen Gentium, 11). Sin embargo, aún siguen existiendo obstáculos eclesiales y culturales que impiden el pleno reconocimiento de la vocación de algunas personas, particularmente de personas LGBTIQA+ y de mujeres que sienten el llamado a la vida religiosa y al ministerio ordenado.
Con estas palabras quiero proponer una reflexión teológica y eclesial sobre la pluralidad vocacional, la inclusión de las personas LGBTIQA+ en la vida consagrada y ministerial, y el reconocimiento de la vocación sacerdotal femenina, para que los entendamos de una vez por todas como frutos legítimos del Espíritu Santo y manifestaciones del amor inclusivo de Dios hacia su Pueblo.
La vocación es un don plural del Espíritu Santo, que actualmente es un privilegio exclusivo de hombres cisgénero y “heterosexuales”, es excluyente en varios aspectos. Es momento que no lo veamos más como un privilegio exclusivo de unos pocos, sino como una expresión de la gracia de Dios en la vida concreta de cada persona sin importar orientación sexual o género. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, afirma que “hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo” (1 Cor 12,4), subrayando que la acción del Espíritu no está limitada por categorías sociales, culturales ni sexuales.

Desde esta perspectiva, no es teológicamente legítimo excluir a personas LGBTIQA+ del discernimiento y ejercicio de vocaciones eclesiales, incluyendo la vida religiosa y, eventualmente, el sacerdocio. Como señala el teólogo James Alison, sacerdote abiertamente gay: “El Espíritu Santo no tiene reparos en llamar a personas LGBTI+ a tareas eclesiales; lo que falta es una disposición eclesial para escucharlas”.
En esta misma línea, el obispo Franz-Josef Bode, de Alemania, ha expresado que es necesario un “reconocimiento y acompañamiento pastoral auténtico” de personas homosexuales en la Iglesia, incluyendo su plena participación en la vida ministerial (Entrevista, Die Zeit, 2018).
La vocación: integridad en la diversidad
“La sexualidad no puede ser un criterio de exclusión del servicio eclesial o de los ministerios. Pedimos una Iglesia que valore la diversidad de orientaciones como don de Dios”. Asamblea Sinodal Alemana (2022)
Una persona puede vivir más de una vocación simultáneamente. La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de santos y santas que han sido religiosos, teólogos, activistas, padres o madres espirituales, científicos y líderes sociales. Negar esta multiplicidad vocacional a quienes se identifican como LGBTIQA+ o mujeres es reducir el dinamismo del Espíritu a moldes estructurales que ya no responden a la realidad de los signos de los tiempos (cf. Gaudium et Spes, 4).
"No podemos seguir excluyendo a personas cuya fe y compromiso con la Iglesia es auténtico. Dios no se equivoca al crear a nadie: Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad"
Para reconocer la pertenencia de una persona LGBTIQA+ en la Iglesia debemos de recordar que una inclusión debe ir más allá de una mera tolerancia. La inclusión de personas LGBTIQA+ en la vida eclesial no puede reducirse a una postura de mera acogida o tolerancia, se requiere un enfoque integral que reconozca su dignidad, escuche sus testimonios vocacionales y abra caminos reales de participación en todas las dimensiones de la vida eclesial, es decir, debemos formarnos para poder dar no solo un acompañamiento pastoral sino también un acompañamiento en el camino sacramental, que le permita a las personas LGBTIQA+ no solo asistir a la Iglesia sino que sean incluidas en los diferentes espacios de la vida cristiana y vivencia cristiana dentro de la Iglesia.
Como expresó el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad, en una entrevista a La Croix (2022): “No podemos seguir excluyendo a personas cuya fe y compromiso con la Iglesia es auténtico. Dios no se equivoca al crear a nadie”.
Este principio debe traducirse en estructuras eclesiales que formen para acompañar a las personas LGBTIQA+ en sus caminos vocacionales, incluyendo la vida religiosa y el ministerio ordenado, tal como se hace con cualquier otra persona llamada por el Espíritu.

"La gracia no conoce armarios. El llamado a la fe y al ministerio no depende de orientación sexual, sino del amor de Dios actuando en libertad. James Alison, teólogo británico, abiertamente gay. Faith Beyond Resentment, 2001)"
La vocación sacerdotal de las mujeres: un camino posible
“La ordenación de mujeres no destruiría la Iglesia. Lo que la está destruyendo es nuestra negativa a reconocer la voz del Espíritu en las mujeres”. Sister Joan Chittister, OSB (benedictina, escritora y activista) Entrevista en National Catholic Reporter, 2001.
La exclusión de las mujeres del ministerio ordenado ha sido abordada frecuentemente como una cuestión cerrada, Rosemary Radford Ruether, teóloga feminista católica, nos afirma que “La exclusión de las mujeres del sacerdocio es una violación del principio cristiano de igualdad en Cristo”. (Women and Redemption: A Theological History, 1998.) No obstante, muchas voces teológicas, pastorales y episcopales contemporáneas sugieren que esta exclusión no refleja la totalidad de la experiencia del Espíritu en la Iglesia.
"No debemos tener miedo de discutir el acceso de las mujeres a todos los ministerios. Es una cuestión de justicia y de credibilidad”. Obispo Franz-Josef Bode (Alemania) Asamblea Sinodal Alemana, 2020"
Como afirma la teóloga Ivone Gebara: “La vocación es una respuesta personal al misterio de la vida de Dios en nosotras, y este misterio no cabe en categorías patriarcales o excluyentes”. Reconocer que una persona puede ser a la vez religiosa, académica, activista y discípula de Cristo no divide a la Iglesia, sino que la enriquece.
El trabajo de agrupaciones de mujeres disidentes dentro de la Iglesia como Roman Catholic Women Priests y la Association of the Roman Catholic Women Priest (Asociación de Mujeres Presbiteras Católicas Romanas) demuestra que las mujeres que viven el sacerdocio lo hacen con profunda entrega, fidelidad al Evangelio y compromiso comunitario. Sus vidas ministeriales son signos tangibles de la fecundidad de la vocación sacerdotal femenina. Como sostiene la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza: “La exclusión de las mujeres del sacerdocio no es evangélica, sino cultural”.
“Somos testigos del Espíritu Santo que actúa en mujeres llamadas al sacerdocio, a pesar del rechazo institucional” Roman Catholic Women Priest (RCWP)
Estas mujeres desde las diferentes realidades de vidas posibles, han seguido su llamado, su vocación cristiana como presbiteras, y que están tan comprometidas con su ministerio, que pasan por una formación teológica, sacramental y ministerial para poner sus vidas completamente al servicio del pueblo santo de Dios, sin dejar de lado sus vidas. Algunas son madres de familia, otras ya abuelas, otras casadas, otras viudas, también hay mujeres Trans o personas no binarias, y así desde estas diferentes realidades de vida estas mujeres logran unir ambos caminos en uno solo, ser mujeres que responden al Espíritu Santo en las diferentes vocaciones que les otorga.

Además, el papa Francisco ha invitado a seguir profundizando teológicamente en la participación de las mujeres en la vida de la Iglesia. En su discurso a la Comisión Teológica Internacional (2023), afirmó: “No podemos dejar de pensar en nuevas formas de participación femenina en los ministerios y en la vida de la Iglesia”. Esta apertura debería incluir, sin temor, el discernimiento teológico y eclesial sobre el sacerdocio femenino. Si bien el documento final del reciente sínodo no dio una respuesta sobre el tema, si dejo el espacio para seguir discerniendo el tema a la luz de más estudios teológicos, y que si bien no son una respuesta del todo favorable, por lo menos no cierra del todo la puerta para seguir dialogando el tema, por lo menos en lo que respecta al diaconado femenino, que de aprobarse sería aceptar, en algunos casos, una vocación a medias; pero dejemos que el Espíritu Santo siga moviendo esas cuerdas y solo nos queda orar para que se dejen aconsejar por Él.
"No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse"
“En virtud del Bautismo, hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios. Sin embargo, las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común… No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal y es necesario proseguir con el discernimiento a este respecto.” Documento Final, Sínodo de los Obispos, "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión", 2024, 60.
Hacia un Pentecostés inclusivo
En este tiempo de Pentecostés tenemos que reconocer y aceptar que los dones del Espíritu Santo son inclusivos, así la vocación a la vida religiosa o sacerdotal es siempre un regalo del Espíritu Santo, y como tal, nunca es causa de división cuando se vive con humildad y fidelidad. Es la exclusión de estos dones, no su acogida, lo que genera tensiones y heridas en la comunidad eclesial.
Recibir con gratitud las vocaciones de personas LGBTIQA+ y de mujeres al sacerdocio y a la vida religiosa no debe verse como una amenaza para la unidad de la Iglesia, sino una renovación evangélica de su misión. Como recuerda Evangelii Gaudium: “La diversidad debe ser acogida y valorada, no temida” (EG, 131).
Oponerse a estas vocaciones es, en última instancia, resistir al Espírituque “sopla donde quiere” (Jn 3,8). La fidelidad eclesial hoy pasa por aprender a discernir y acoger estos llamados con valentía y esperanza.
