Una experiencia "chapeau"

He vivido, hace ya unos meses, unos días de retiro-formación con una comunidad de Religiosas Mercedarias del Santísimo Sacramento. Una congregación de origen mexicano fundada por la madre María del Refugio Aguilar. Ha sido una experiencia de sobresaliente. Me he encontrado con unas mujeres que desean ser de Dios a toda costa en el servicio permanente a los necesitados, allí donde se encuentran, en las ciudades pudientes como Cleveland o en los lugares de inmigración mexicana como California o Nuevo México.
El obispo Kelley, preocupado por la situación de muchos inmigrantes mexicanos que pasaban la frontera para quedarse en EEUU, y con el riesgo evidente de ser atrapados por las sectas o las iglesias protestantes, decidió invitar a estas religiosas a hacerse presentes en Oklahoma para contrarrestar esa ofensiva de las sectas y las iglesias no católicas y facilitarles una mejor formación humana y cristiana. Y así llegaron allí. Mujeres, mexicanas en su origen, que se arriesgan a adentrarse en otra cultura y en otra lengua para poder acompañar a los inmigrantes mexicanos, ilegales o no, que habían conseguido establecerse en esas tierras. Las hermanas fueron encargadas de hacer el censo para ver cuántas personas hablaban español y así hacer la división en parroquias. Cuando hablamos de "monjitas" de manera despectiva, compasiva o reduccionista es porque no hemos conocido monjas así. He convivido con mujeres austeras y sacrificadas, preocupadas por cómo servir más y mejor a los sufrientes, sintiéndose iglesia y consolidadas en la oración a la que dedican gran parte del día. Martas y Marías aunadas en un profundo deseo de servicio a los nuevos cautivos: los inmigrantes, ilegales o no, procedentes de México. Ellas no entienden de papeles sino de “Merced” o misericordia, que es lo mismo.
Estoy convencido de que si abundaran mujeres así, consagradas o no, nuestra vida sería distinta y las parcelas de humanidad, ahora tan escasas, crecerían notablemente.
Me he encontrado con religiosas mayores de una talla humana y espiritual admirable, curtidas por el trabajo, no sólo espiritual, que hablan a las claras de una vida consagrada, encarnada y viva, a pesar de las limitaciones existentes en este momento en el conjunto de la vida consagrada, en cuanto al número y a la escasez de vocaciones. Mujeres empeñadas en vivir al pie de la letra el capítulo 25 de san Mateo: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme...”
Allí he conocido a sister Teresa, una monja "apache", pero esto merece un comentario aparte.
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