La "conversión" de Jesús (79-08-G)

Hoy escribe Antonio Piñero

Me parece muy valiente por parte de Pagola, al tratar del bautismo de Jesús, plantearse la cuestión de que este hecho innegable -Jesús se sometió voluntariamente a un bautismo por el perdón de los pecados- pudo y de hecho planteó serios problemas teológicos a la Iglesia primitiva.

A este propósito deseo aclarar que estamos utilizando el libro de J. A. Pagola, con todo respeto, porque me parece que es una excelente guía para indicarnos cuáles son los intereses y orientaciones de la moderna exégesis confesional sobre Jesús. Nos proporciona una vía oportuna sobre qué comentarios pueden ser interesantes o convenientes al respecto desde otro punto de vista, el filológico o el meramente histórico.

No conozco personalmente a Pagola, pero me ha interesado el fenómeno de ventas y mediático que ha supuesto su libro. Creo que ha sabido connectar muy bien con mucha gente de este país. Sólo por eso merece nuestra admiración, y precisamente por ello sus puntos de vista, tan extendidos, merecen también ser examinados y discutidos.

El primero de esos problemas a los que arriba aludíamos era: ¿No podrá ser Jesús inferior al Bautista (es decir, su discípulo, en vez de que el Bautista fuera un mero precursor), y el segundo, como acabamos de apuntar, ¿no se indicaba con ello que Jesús era también un pecador?

Opina Pagola (p. 74) que el hecho del bautismo era innegable; la tradición no podía obviarlo y por eso se recogió en los evangelios, pero que fue presentado por los evangelistas cristianos de un modo que no menoscabara la “dignidad de Jesús”.

Se sobreentiende que una vez que tras la muerte de aquél se hubo formado una teología/cristología clara sobre su persona que incluía su impecabilidad -puesto que de algún modo se penaba ya que era divino- había que conjuntar esta opinión con el hecho real de haber recibido un "bautismo para el perdón de los pecados".

Me parece también muy valiente por parte del autor cuya obra comentamos que presente claramente cómo los evangelistas arreglan el problema teológico.

1. Marcos (en 1, 9-11) lo hace añadiendo una teofanía justificativa: el Espíritu de Dios desciende sobre Jesús como una paloma.

“De esta manera todos podían entender que, a pesar de haberse dejado bautizar por Juan, Jesús era en realidad aquel personaje ‘más fuerte’ del que hablaba el Bautista”.


Con estas palabras indica Pagola indirectamente que la teofanía que presenta Marcos es un producto claro de la teología postpascual, no adscribible al nivel del Jesús de la historia.

2. Mateo (3,14-17) y Lucas (3,21-22) siguen a Marcos.

· El primero da un paso más sobre Marcos: “Cuando Jesús se acerca para ser bautizado, el Bautista trata de apartarlo… con las siguientes palabras 'Soy yo el que necesita ser bautizado…'”. La dignidad de Jesús queda salvada, puesto que todos los lectores saben que el administrador del bautismo, Juan, no era reo de ningún pecado.

3. Lucas “no necesita hacer ningún retoque” (¡!), pues

“Aunque menciona el bautismo de Jesús suprime la intervención del Bautista, que está ya encarcelado por Herodes Antipas. Es Jesús quien ocupa toda la escena: mientras está orando, vive la experiencia religiosa sugerida por Marcos (p. 74)”.


4. El arreglo del problema teológico es máximo en el Cuarto Evangelio, puesto que simplemente lo elimina, cortando por lo sano.

“El cuarto evangelista ni siquiera narra el bautismo; Juan ya no es el bautizador de Jesús, sino el testigo que lo declara como ‘cordero de Dios’ que quita el pecado del mundo, y que viene a ‘bautizar con el Espíritu Santo’”.


Me parece muy honesto y valiente por parte de Pagola que exponga con tanta nitidez la actuación de los evangelistas ante un problema teológico y cómo lo arreglan presentando la realidad de otra manera…, o suprimiéndola.

Pero confieso que me habría gustado que Pagola hubiera obtenido –y presentado al lector- las consecuencias metodológicas de su exposición: los autores de los evangelios canónicos, como obras en parte históricas y en parte de propaganda de una fe, son capaces de manipular la realidad presentándola a la luz de una teología que es claramente postpascual. Pagola, sin embargo, se contenta sólo con afirmar “Dejemos por ahora esta lectura cristiana posterior” (p. 74) ¿Es bastante?

El relato del bautismo en sus cuatro versiones sirve para pensar que si los evangelistas lo hacen una vez –es decir, presentar a sus lectores hechos manipulados-, pueden hacerlo más veces. Es ésta una observación nada nueva por cierto, porque desde comienzos del siglo XIX los libros que estudian críticamente los evangelios están llenos de planteamientos por el estilo.

Debemos entonces formularnos críticamente, siempre y en cada caso, en qué grado son fidedignos los evangelistas. Opino que este planteamiento pone en cuestión la viabilidad científica de afirmaciones generalistas del tipo “El único Jesús” (se sobreentiende que real y objetivo históricamente, porque si se trata de un Jesús subjetivo no hay discusión alguna) “es el de los evangelios”.

Nuestro colega Fernando Bermejo se hace eco de ello en su ensayo “La negación de la historicidad de Jesús en Bruno Bauer” (en la obra colectiva ¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate [A. Piñero, ed.], Editorial Raíces, Madrid 2008, 34ss) cuando comenta que para Bauer, que publicó su obra en tres volúmenes Crítica de la historia evangélica de los Sinópticos en 1841-1842,

El “problema principal de la obra de David Friedrich Strauss, La vida de Jesús críticamente examinada de 1835, era que no había sopesado y valorado las fuentes, no había apreciado críticamente los documentos como tales ni les había dado unos valores relativos de verosimilitud, sino que los había aceptado en su valor aparente” (pp. 34-5).


Seguiremos el próximo día con una cita más amplia de este ensayo.

saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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