96-06 Vida y obra de Filón de Alejandría (y VI)

Hoy escribe Antonio Piñero

En la postal del domingo anterior indicábamos que “Al hacer del documento santo de la comunidad religiosa judía, es decir el Pentateuco, un libro también griego y universal se cumplía lo que en todo el helenismo había ya pretendido la anterior literatura sapiencial judía: unir sabiduría religiosa con el logos filosófico”.

Este propósito de la literatura sapiencial del judaísmo helenístico, en el que se incluye Filón de Alejandría ha sido sintetizado bien por Helmut Koester:


“La idea (filoniana) de la sabiduría como figura celestial desemboca en la concepción filosófico-religiosa del Logos, al mismo tiempo creador del mundo y de la razón humana. La legislación mosaica se unía de este modo al concepto estoico del orden racional del mundo (la “razón de la naturaleza”) transformándose así en ley natural autorizada por la divinidad, de la que se podía deducir tanto el esquema de una legislación universal, como una concepción interiorizada de la moral humana presentada en categorías psicológicas. La ciudadanía universal y el anhelo moral de un perfeccionamiento interior en la contemplación mística no se excluyen mutuamente.


"En Filón (aparece también) la visión negativa del mundo de la concepción sapiencial judía bajo una nueva forma que se unía con la cosmología filosófica del platonismo medio. De ahí se originaba una supremacía del mundo celestial sobre el terreno, de lo invisible sobre lo visible, de la razón sobre la materia y del alma sobre el cuerpo. Aunque Moisés es el que mejor desempeña el papel de ‘hombre divino’ como legislador real, el Moisés auténtico se convirtió para Filón en un ‘mistagogo’ (es decir, conductor de los que se inician en los misterios de una religión), en el caudillo de los secretos divinos y en el sabio que indica al alma el camino para salir de la prisión terrenal” (H. Koester, Introducción al Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 1988, p. 345).



Eco posterior de Filón


El universo conceptual filoniano encajó muy bien con el desarrollo de la teología cristiana en el siglo II. Sobre todo llamó la atención el precedente o las concomitancias que podía haber entre el Logos de Filón y el del Cuarto Evangelio (Prólogo: “En el principio existía la Palabra (griego: Lógos) y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios….”).

Otro impulso muy interesante para los cristianos fue el alegorismo en la interpretación de las Escrituras: Filón fue un ejemplo a seguir a la hora trascendental, por ejemplo, de encontrar en el Antiguo Testamento, en textos de muchos siglos atrás y por medio de la alegoría, figuras y tipos del Cristo futuro. Teólogos de finales del siglo II y principios del III como Clemente de Alejandría y luego Ambrosio de Milán, bebieron con generosidad en las obras de Filón.

Otros Padres admiraron el elevado tono y las exigencias morales de este judío de “alma naturalmente cristiana” (dicho así de L. A. Séneca por Tertuliano), preservaron del olvido sus obras y adoptaron muchas de sus interpretaciones exegéticas. De este modo, con Filón de Alejandría pasó algo análogo a lo ocurrido con Flavio Josefo: los judíos prefirieron ignorarlo muy pronto porque los cristianos hicieron de él en algún sentido su primer gran teólogo.

Y con esto concluimos esta serie.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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