Pasajes clave del Evangelio de Felipe. Interpretación (I) (164-29)

Hoy escribe Antonio Piñero


El Evangelio de Felipe es el más explícito en el tema del afecto de Jesús por María Magdalena y por tanto –en nuestra perspectiva actual- el que más impulsa el valor de las discípulas perfectas de Jesús que son Jesús mujeres.

Naturalmente, como saben los lectores de Jesús y las mujeres, es el texto que más ha sido manipulado por Dan Brown (El Código Da Vinci) y sus seguidores en pro del matrimonio de Jesús y en defensa de las curiosísimas deducciones –por no calificarlas de otro modo- que el autor obtiene en su novela presentándolas dentro de la trama novelesca como si fueran verdades reales de la tradición cristiana.


El primer pasaje importante de este evangelio es:

“Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María, su madre, la hermana de ésta, y Magdalena, denominada su compañera. Así pues María es su hermana, y su madre, y es su compañera” (Páginas 59,6-11 del manuscrito: Biblioteca de Nag Hammadi, II 31; también en Todos los Evangelios).


El texto es por lo menos ambiguo y de difícil interpretación, y no es conveniente obtener de él conclusiones apresuradas. Los términos copto/griegos empleados por el autor, hotre y koinonós, “compañera/consorte”, valen en los textos de Nag Hammadi tanto para designar una unión sexual como una unión espiritual y mística de un gnóstico aún en la tierra con su contrapartida o esposo celeste que le aguarda en el cielo.

Estos vocablos aluden al llamado matrimonio espiritual o “misterio de la cámara nupcial celeste”, que se produce cuando el gnóstico recibe la revelación celestial que lo hace salvo y lo traslada a otra esfera. Por el momento no nos ocupamos si este “matrimonio espiritual” tenía también connotaciones físicas.

El segundo pasaje del Evangelio parece más claro:

“La compañera del [Salvador es] María Magdalena. El [Salvador] la amaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en […]. Los demás discípulos dijeron: ‘¿Por qué la amas más que a nosotros?’ El Salvador respondió y les dijo: ‘¿Por qué no os amo a vosotros como a ella?” (Pp. 63-64; Biblioteca de Nag Hammadi, II 35).


El hueco (señalado por […]) aparece así en el manuscrito, y se suele suplir con la palabra “boca” o bien con “mejillas” o “frente”. Es más verosímil completar la laguna con el vocablo “boca”, Jesús besaba en la boca a María Magdalena, porque tenemos otro texto en Nag Hammadi, en el Segundo Apocalipsis de Santiago, en donde el hermano del Señor afirma que Jesús,

“Me besó en la boca y me abrazó diciendo: Amado mío, he aquí que voy a revelarte aquellas cosas que los cielos no han conocido, como tampoco los arcontes” (Pp. 56, 10-20, Biblioteca de Nag Hammadi, II 107).


Parece bastante claro que estos dos textos presentan un amor de clase especial, en nada erótico, y que el beso en la boca es un signo de un ritual de iniciación especial en la sabiduría revelada. El besado es amado especialmente no por una relación sexual (¡impensable con Santiago!), sino por ser el recipiendiario de una revelación especial. Por tanto, tenemos de nuevo en grado excelso la relación Maestro/discípulo perfecto. Por tanto, el “beso en la boca” de Jesús a María Magdalena sólo significa en este Evangelio gnóstico que ésta ha sido iniciada en un acto especial que le confiere la sabiduría gnóstica.

Ya dijimos que si se tomaran estas expresiones al pie de la letra habría que afirmar que Jesús era bígamo. En efecto, como sabemos ya otra autoridad, el Evangelio de Tomás, afirma que Salomé era la consorte de Jesús, no María Magdalena.

Los celos que muestran los apóstoles por María Magdalena en estos textos apócrifos apoyan también esta interpretación. Cuando se manifiestan celosos, Jesús les pregunta en el Evangelio de Felipe:

“¿Por qué no os amo a vosotros como a ella?” (Biblioteca de Nag Hammadi, II 35).


La pregunta implica la respuesta siguiente: si los Doce se hacen tan buenos discípulos del Salvador como la Magdalena, éste los amará tanto como a ella. Como se ve, el contenido erótico está ausente.

Para dar más fuerza a esta interpretación, examinemos qué opina del matrimonio y del sexo el Evangelio de Felipe. Su estimación es profundamente negativa:

• El matrimonio es una mancha (pp. 65,1 = Biblioteca de Nag Hammadi, II 36); el acto de la generación se hace en lo oculto, como con vergüenza = el matrimonio físico mancilla al ser humano y se opone al matrimonio espiritual que es inmaculado. El segundo es puro/el primero, carnal y material (por tanto, degradado y pésimo);

• El matrimonio espiritual pertenece a la luz; el físico, a las tinieblas (pp. 81, 20-82, 15 = Biblioteca de Nag Hammadi, II 48).

• El matrimonio físico es obra de los espíritus impuros y sólo tiene el deseo de que siga subsistiendo el mundo, la materia, lo cual no es deseable (Biblioteca de Nag Hammadi, II 36).

Otro texto de Nag HammadI emparentado con el Evangelio de Felipe, la Paráfrasis de Sem, afirma brutalmente que el acto de la generación es perverso y la define como un “frotamiento impuro” (pp. 34, 20 = Biblioteca de Nag Hammadi, III 157).

Es claro, pues, que la una de las cuestiones está respondida: el matrimonio espiritual con Jesús es puramente eso, “espiritual”. Cualquiera que vea en estos textos una alusión a lo que se denomina técnicamente hierós gamos, matrimonio sagrado (en el un hombre y una mujer –normalmente una prostituta sagrada de un templo de una diosa- copulaban físicamente y con esa unión el varón se ligaba a la diosa, representada por la esclava sacra), está viendo demasiado y proyectando en los gnósticos que están detrás del Evangelio de Felipe algo que no va con ellos.

Para no alargarnos, el próximo día terminaremos con la interpretación de los pasajes citados de este Evangelio de Felipe y aludiremos a ciertas tendencias de la iglesia de hoy que quizá lo valoren demasiado.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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