Síntesis: El culto al soberano como necesidad del Estado (y II) (203-21)

Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos hoy esta serie sobre la divinización de seres humanos en Grecia y Roma, fijándonos ante todo en el culto al emperador/soberano en Roma porque es el ambiente en el que nace el cristianismo

Sobre la expansión del culto al Emperador: hay que distinguir entre el culto individual y el colectivo; entre el culto de las ciudades independientes y las que estaban integradas en una provincia; entre la ciudad de Roma y el resto; entre las ciudades de Oriente, las de Occidente y las de los estados asociados a Roma.

En general sabemos que era mucho más intenso en el Mediterráneo oriental. Es importante resaltar que el culto al emperador estaba muy vivo en donde nació el cristianismo. En el Mediterráneo oriental hay restos (altares, templos o inscripciones) del culto al emperador en las siete ciudades del Apocalipsis y en la mayoría de las ciudades de las rutas de Pablo.

El culto al emperador como representación del estado

Es difícil para nosotros hoy comprender el significado profundo del culto al emperador porque nuestra estructura religiosa es muy distinta de la estructura mental de la religión griega. Para nosotros es la religión, normalmente, la fe (entendida de una u ora manera), el sentimiento interno, la disposición de la existencia entera y la práctica del contenido de la fe en la vida diaria. Ahora bien, estos conceptos están ausentes del culto al emperador o a otros seres humanos divinizados ni va tampoco con la religión oficial grecorromana.

En general se justificaba este culto con argumentos de "necesidad": era preciso dar culto en la tierra al que representaba la unidad de la divinidad del cielo. De hecho, con la excepción quizás de Calígula (que probablemente no estaba cuerdo al menos al final de su existencia), no parece que ningún emperador, ni ningún otros ser humano divinizado estuviera convencido de que pertenecía a los inmortales, sino más que representaban en la tierra a la divinidad única (eran ilustrados) y a su unicidad del gobierno del cosmos. Utilizaban el culto políticamente para sus fines políticos.

En su origen parece que el culto al soberano (recodemos los casos de Lisandro, Demetrio Poliorcetes en las primeras postales de la serie) fue una necesidad espontánea de rendir culto a las manifestaciones humanas de la divinidad, sobre todo el aspecto de beneficencia y de protección. Era como un culto a la manifestación visible, mediada por un humano, de esas cualidades divinas. Luego se institucionalizó, se rutinizó (la mayoría de la gente reflexiona poco) y se promovido desde arriba, cuando se cayó en la cuenta de lo provechoso que era para el estado.

El culto al emperador no era exclusivista (ninguno en el mundo antiguo politeísta lo era). Además, como sabemos, la mayoría de las veces ese culto estaba asociado a una divinidad ya consolidada, Dioniso, Apolo, Zeus, Isis, Afrodita, o sus contrapartidas romanas. Era una suprestructura ideológica que ayudaba a mantener la estructura de estado. Hemos indicado que la gente sabia que en la mayoría de los sacrificios se distinguían estructuralmente entre sacrificios al dios y por/pro el “dios” y su bienandanza. Se mantenía la diferencia esencial entre mortal/ inmortal vivo/ya muerto.

Pero el culto al emperador no era sólo una mera práctica, sino que expresó la lealtad al estado. Fue como un símbolo de la estructura del estado y encerraba en una par de palabras el núcleo del sistema social y político y contribuía a su continuación: se ha dicho que el culto imperial, junto con la política y la diplomacia, construyó la realidad del Imperio romano.


El culto al emperador y el cristianismo primitivo

Aparentemente, al leer de prisa el Nuevo Testamento, el culto al emperador no fue un gran problema para los primeros cristianos. Es super sabido que el Nuevo Testamento utiliza sin problemas el vocabulario del culto al emperador como euaggelion (también utilizado por Filón –para la entronización de Calígula- y Josefo- para la aclamación de Vespasiano-. También parusía para la venida de Jesús como mesías cuando es cierto que su uso normal era para expresar la visita del emperador a una ciudad…

Ahora bien, es sabido igualmente que esta utilización no era mera copia, sino contraposición expresa. Simplemente hay que leer despacio el primer evangelio, el de Marcos, para saber que lo único que interesa al autor es dejar bien claro que sólo hay un "hijo de Dios"..., y éste es Jesús, no el emperador o cualquier otro. Y además un "hijo d Dios" verdadera, real, óntico diríamos hoy (aunque es muy probable que su origen en verdad sea la adopción divina = Mc 1,11, adopción que para los antiguos era como generación) cuyo origen está en Dios mismo y no en los hombres..., etc.

Hay ciertamente de vez en cuando en el NT una oposición directa a la divinización de seres humanos, como se muestra en un caso en los Hechos de los apóstoles, cuando Pablo y Bernabé protestan porque les quieren hacer sacrificios como a dioses encarnados en hombres (curación de un tullido en Hch 14,11ss).

En Lc 22,25 parece que Jesús alude al culto al emperador contraponiendo su modo de ver al del culto al soberano con una cierta ironía: Jesús contrapone Yahvé / culto al emperador o al magnate):

“24 Y hubo entre ellos una contienda, quién de ellos parecía que había de ser el mayor. 25 Entonces él les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que sobre ellos tienen potestad, son llamados bienhechores”.

Así pues, parece que el Jesús de Lucas conoce bien el culto al emperador.... Pero los cristianos reservan para Jesús los títulos de soter, dios (pocas veces, siete tan sólo en el Nuevo Testamento), hijo de Dios, kýrios, epifanía, parusía, etc...; Esto supone que hay un antagonismo ciertamente. Es posible que la “encarnación” sea también una contrapartida de la divinización de seres humanos desde el punto de vista de la historia de las religiones. Pero lo importante es que el cristianismo sólo aceptaba una divinización y un sistema de salvación. Hubo ciertamente un antagonismo profundo, que se expresa de múltiples formas.

Ciertamente para el Apocalipsis es el culto al emperador como un símbolo de todo el antagonismo del Imperio contra el cristianismo; pero para Pablo en Rom 13,1-7 no hay reflejos de problema cuando afirma que toda autoridad viene de Dios. Distingue Pablo entre este mundo y el de Cristo, y ese mundo "le importa un comino"...

Para mí -y en cuanto al ámbito de la historia de las religiones- el culto al emperador y la divinización de seres humanos es sobre todo un modelo mental y una atmósfera religiosa que pudo ayudar, y mucho, al proceso de divinización de Jesús. La existencia de este proceso –aunque como tal no esté testimoniado en texto alguno-- es como un punto de partida que deviene una verdad imposible de negar como resultado de la investigación de siglos sobre el Jesús de la historia.

La divinización de Jesús no era posible en un judaísmo palestinense estricto (aunque también hemos mencionado textos en los que se habla en el judaísmo de “dos poderes en el cielo”, y en donde el mesías Henoc, semi divinizado = Libro de las Parábolas de Henoc y 3 Henoc roza los límites tolerables en el judaísmo, o también Melquisedec y el "hijo de Dios" de textos qumránicos) sino en otras atmósferas donde era normal que los dioses tuvieran hijos entre los hombres y que los hombres pudieran llegar, al menos después de la muerte (Pedro en Pentecostés) a superar la barrera entre la divinidad y la humanidad.

Creo que esta serie ayuda a entender un tanto cómo era esa atmósfera mental tan distinta a la normal entre nosotros hoy día.

Y llegados al final deseo repetir que la base ha sido la estupenda
síntesis de resultados y últimas precisiones respecto a la divinización de seres humanos en la Grecia y Roma antiguas realizada por Hans Josef Klauck, que se titula “Vergöttliche Menschen. Der Herrscher- und Kaiserkult” (“Seres humanos divinizados. Culto sal soberano y a los césares”) en las pp. 17-73 de la obra Die religiöse Umwelt des Urchristentums II, Kohlhammer, Stuttgart, 1996 (“El entorno religioso del cristianismo primitivo, vol. II), que yo he adaptado y moldeado con cierta profundidad para nuestros intereses. Pero recordarlo es conceder el debido honor a quien se lo merece.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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