Cómo se formó la Biblia hebrea (II) (188-07)

Hoy escribe Antonio Piñero


Completamos lo expuesto en la postal anterior sobre la formación del núcleo originario de la Biblia hebrea.


La mejor manera de entender la formación del Pentateuco y de sus libros conexos (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) es dirigiendo la mirada, al igual que en los textos legales (que como dijimos tienen su origen en el pacto del Deuteronomio primitivo), a la historiografía del antiguo Oriente, representada por tres tipos de textos: inscripciones reales, escritos cronográficos (fechas y datos de monarcas y dinastías), y textos literarios de carácter histórico.

La conclusión del estudio comparativo es la siguiente conclusión: la historia de Judá e Israel desarrollada en el Libro de los Reyes sigue la forma de los modelos asirios. Es decir, textos mesopotámicos son modelos previos, cuya estructura es copiada por los textos bíblicos correspondientes. Pero con una diferencia: cuando se rata de un tema religioso, el texto hebreo "desmitifica" la base mesopotámica que está usando, de modo que los en ella se dice del variado panteón de los dioses se predica sólo de Yahvé como divinidad única, a la vez que se racionalizan un tanto las historias.

La conclusión general en este ámbito de las historias es la siguiente:

“La historiografía bíblica amalgama dos modelos de concebir la historia y de conceder legitimidad a la monarquía reinante en Israel: el primero, el sumerio, que fundamentaba la legitimidad regia en el poder de las antiguas ciudades y de sus reyes, míticos y legendarios; el segundo, el asirio, que se basaba en la tradición de reyes nómadas ‘que vivían en tiendas’” (p. 149 del artículo citado en la postal anterior).

El proceso de asimilación pudo ser del modo siguiente:

En primer lugar, las leyes y las historias fundacionales de Israel (que como es conocido se inspiran también en modelos sumerio/asirios, por ejemplo, Gilgamesh y el Diluvio, etc.) se transmitieron de forma oral por el influjo, unos sobre otros, de pueblos semitas (en general el influjo va de los más poderosos, asirios, por ejemplo, a los menos; arameos nómadas, futuros israelitas) y servían como mitos fundaciones del pueblo de Israel.

En segundo: probablemente entre los siglos IX y VIII a.C., por influencia de Fenicia, se ponen por escrito tales historias y leyes. El que designamos como “Deuteronomio primitivo” del tiempo del rey Josías () siglo VII a. C.) sirve de base para la incorporación de otors conjuntos de leyes de tradición oral consuetudinaria.

Tercero: sólo más tarde en el período de exilio en Babilonia, el redactor ‘deuteronmista’ (desconocido totalmente) convirtió el texto "deteronómico" preexílico (= el de Josías) en un discurso de Moisés; añadió los textos relativos a la teofanía del Horeb y la promulgación del Decálogo (Dt 5), junto con la consignación de las ceremonias de lectura pública, etc. De este modo se constituyó el Deuteronomio actual.

Cuarto: del mismo modo actuó este redactor, u otro de la misma escuela, con el grupo de tradiciones en torno al ciclo de los patriarcas (Génesis) y al ciclo de Moisés (resto del Pentateuco: Éxodo; Levítico; Números) que codificaron el relato múltiple del mito de los orígenes de Israel…

En consecuencia: sólo con mucha cautela –puesto que están inspirados en textos anteriores- se pueden deducir “datos históricos” de estos primeros libros de la Biblia hebrea. Tales textos valen bien poco sin el refrendo de la arqueología y de la historia consignada de los pueblos de alrededor.

Esta perspectiva, resumida del artículo de Julio Trebolle, ha de completarse con otra producto de la moderna egiptología.

Respecto al ciclo de Moisés opina Jan Assmann (autor que citamos en los estudios sobre la divinidad del Faraón), catedrático de egiptología de la Universidad. de Heidelberg, (Moisés el egipcio de 2003, Madrid, Edit. Oberon) que Moisés no es estrictamente una figura de la historia, sino ante todo de la "memoria" y de la función mitopoétictica del ser humano.

Lo explica de la manera siguiente (simplificando mucho): los recuerdos israelitas sobre Moisés (que al igual que Jesús pudo existir históricamente, pero luego fue mitificado) que podían tener los preisraelitas, anteriores a la invasión de Canaán, se conservaron, modificaron o reestructuraron de acuerdo, o respecto a y por oposición a los recuerdos de los egipcios de dos acontecimientos clave de la historia del antiguo Egipto: la revolución monoteísta de Akhenatón y la expulsión de los reyes hicsos (extranjeros en Egipto, pero que conquistaron el país y se convirtieron en faraones durante cierto tiempo) que supuso el comienzo del Imperio Nuevo.

La figura de Moisés sería en principio la de un seguidor de la revolución atonista (Atón Ra o el Sol) del farón Akhenatón, para unos, o el líder de un grupo de leprosos para otros, sabio para casi todos y de tendencias monoteístas. Pero esta figura de Moisés se reformó o rearticuló entre los hebreos (hapiru) líder suyo y como la contrapartida ideal del malvado monarca egipcio.

Igualmente: las leyes religiosas israelitas que nacen en torno a Moisés se entienden mucho mejor en cuanto a su origen como un perfecto contraste con las leyes egipcias, y la interpretación de Yahvé como un rechazo expreso de la idea de las divinidades egipcias y de su encarnación (Horus) en el faraón.

Esta explicación deja también en entredicho la historicidad del personaje Moisés tal como lo presenta la Biblia y la originalidad de la legislación mosaica, que es más bien -según Assmann-- un producto del intento consciente de la formación de la identidad nacional israelita que el fruto de una revelación divina, como pretende el texto luego sería sagrado.

El lector decidirá si estas dos perspectivas pueden complementarse o bien una anula a la otra.

Concluiremos en la próxima postal nuestra visión sintética y en la siguiente transcribiremos las interesantes conclusiones de Julio Trebolle.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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