La victoria sobre el “eje del mal”, el Imperio romano, en un himno esenio (412-12)

Hoy escribe Antonio Piñero

El himno de victoria de los qumranitas (están tan seguros de ella que lo escriben antes de celebrarse la batalla) es una pieza imponente para describir el ánimo de los judíos fanáticos del siglo I:

“Levántate ¡oh Valiente!
Lleva a tus cautivos, ¡oh hombre glorioso!
Saquea, ¡oh valeroso!
¡Pon tu mano sobre el cuello de tus enemigos
Y tus pies sobre el mentón de los muertos!
¡Golpea a tus naciones enemigas
Y deja que tu espada devore la carne culpable!

¡Colma a la tierra de gloria
Y a tu herencia (Israel), de bendición!
¡Una multitud de ganado en tus pastos!
¡Plata, oro y piedras preciosas en tus palacios!
¡Oh Sión, regocíjate mucho!
¡Oh Jerusalén, aparece entre gritos de alegría!
¡Oh todas las naciones de Judá, mostraos!
Abrid vuestras puertas para siempre
¡Que entren los ricos de las naciones!
Y que sus reyes te sirvan
Y que todos tus opresores se dobleguen ante ti!
¡Qué muerdan el polvo a tus pies!


Mi opinión es que no había ningún judío piadoso en el siglo I, enb los años de Jesús, que no suscribiera al pie de la letra este himno de victoria. Obsérvese que el reino de Dios (que Jesús jamás explica) ocurre en la tierra de Israel y está lleno de bienes materiales.

Es claro que éste es también el marco escatológico / apocalíptico de Juan Bautista, ya que su bautismo –-aunque diverso del de los esenios (donde no había propiamente como acto único, sino como inmersiones en agua corriente, repetidas, para purificar de impurezas y pecados)—tiene raíces comunes con estas inmersiones esenias y con el transfondo general judío del agua como elemento básico de la purificación.

Compárese este himno esenio de victoria con unos versos del Salmo 17 de Salomón (apócrifo, naturalmente, compuesto hacia el 60 a.C. quizás por un fariseo, es decir, de una mentalidad parecida a la de Jesús):

“Mira a Israel, Señor, y suscítale un rey, un hijo de David,
en el momento que tú elijas, oh Dios, para que reine en Israel, tu siervo.
Rodéales de fuerza, para quebrantar a los príncipes injustos,
para purificar a Jerusalén de los gentiles que la pisotean, destruyéndola,
Para expulsar con tu justa sabiduría a los pecadores de tu
heredad, para quebrar el orgullo del pecador como vaso de alfarero,
Para machacar con vara de hierro todo su ser,
para aniquilar a las naciones impías con la palabra de su boca,
Para que ante su amenaza huyan los gentiles de su presencia
y para dejar convictos a los pecadores con el testimonio de sus corazones”.


Y concluye M. Harris (p. 163). El texto de Qumrán “hace sumamente difícil separar las enseñanzas de Juan Bautista, tal como se relatana en los evangelios, de la corriente principal de la tradición mesiánico-muilitar judía.

“No pretendo saber qué es exactamente lo que se proponía Juan Bautista, pero el contexto terrenal en el que debemos juzgar su conducta no puede ser (como lo interpretan los Evangelios y lo hacen la inmensa mayoría de los cristianos de hoy) el de una religión que todavía no había nacido, el cristianismo.

Sólo puedo pensar en los dichos y hechos de Juan Bautista relatados a una chusma polvorienta de campesinos, celotas, evasores de impuestos y bandidos, metidos hasta las rodillas en el Jordán, consumidos por un odio insaciable hacia los tiranos herodianos, los arrogantes gobernadores romanos, y los soldados paganos que se tiraban pedos en los lugares sagrados”.

“Herodes Antipas encontró después tan poca diferencia entre Jesús y el Bautista que se dice que observó: ‘Es Juan a quien decapité, resucitado de entre los muertos’”.

En mi opinión, y como mero historiador debe suscribirse prácticamente todo lo que dice aquí M. Harris. Más tarde, veremos.


Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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