Noticias en exclusiva para Israel: Juan Bautista y Jesús



Hoy escribe Fernando Bermejo

Que los destinatarios del judío Juan el Bautista fueron judíos, y sólo judíos, parece estar fuera de duda. El texto de Josefo dice explícitamente que era a los judíos a quienes el Bautista se dirigía (Ant 18, 117), algo que por lo demás se deduce de su visión religiosa, de su mensaje y la localización de su actividad. No vale la pena, pues, insistir en ello. La afirmación de que el judío galileo Jesús de Nazaret se dirigió igualmente sólo a sus correligionarios judíos sería algo más parecido a una perogrullada si no fuera por la fantasía de la sedicente “ciencia” bíblica, fantasía que –como venimos comprobando– no tiene límites. En efecto, legiones de exegetas, sedicentes teólogos y predicadores llevan siglos repitiendo que Jesús –considerado en las formas históricamente exitosas de cristianismo como el Salvador universal– mantuvo una apertura a los paganos incomparable en el judaísmo de la época. Aunque hoy en día ningún exegeta sensato (confesional o no) mantiene que Jesús se dirigió a los paganos, la ficción de un Jesús “universalista” ha calado hondo.



Algunos textos del evangelio de Mateo expresan con meridiana claridad la circunscripción de la predicación jesuánica: “A estos doce envió Jesús, después de darles instrucciones, diciendo: ‘No vayáis camino de los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; id más bien a las ovejas descarriadas de la casa de Israel’” (Mt 10, 5-6). Y así contesta Jesús, se nos dice, a una mujer cananea (es decir, pagana): “No fui enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel” (Mt 15, 24). Mientras que el primer pasaje limita la misión de sus discípulos exclusivamente a Israel, el segundo aplica la misma restricción al ministerio del propio Jesús. El criterio de dificultad parecería abogar por la autenticidad de estas palabras, pues la invención de frases tan particularistas parece difícilmente concebible en una Iglesia que, ya desde época prepaulina, había comenzado su actividad misional entre paganos.

Prima facie, por tanto, podría pensarse que Mt 10, 5-6 y 15, 24 son las pruebas más claras de la limitación de Jesús a Israel. Hay, sin embargo, algunas razones para pensar que quizás Jesús no pronunció esas palabras: por ejemplo, buena parte de Mt 10 parece ser una creación propia del evangelista, y la prohibición de una misión a gentiles o samaritanos como la contenida en Mt 10, 5-6 no goza de atestación múltiple, pues no aparece ni en Mc ni en la forma Q del discurso. Por lo que respecta a Mt 15, 24, está insertado en la narración del episodio con una mujer cananea, que no es sino una reelaboración del relato marcano (Mc 7, 24-30) del encuentro de Jesús con una mujer sirofenicia; ese versículo no encuentra, de nuevo, equivalente en Mc. Estas y otras consideraciones han llevado a muchos exegetas a concluir que, considerados en su literalidad, Mt 10, 5s y 15, 24 quizás no provengan de Jesús, sino de una comunidad judeocristiana opuesta a una misión a samaritanos y gentiles, en el contexto de debates sobre la oportunidad de tal misión.

Ahora bien, incluso si los textos citados no proviniesen de Jesús, ello no implica que constituyan una prueba para una misión de Jesús a samaritanos y gentiles. Que Jesús no condujo tal misión fuera de Israel se ve apoyado por numerosos y convincentes argumentos:

1) La propia elección de los doce discípulos por parte de Jesús, con su evocación simbólica de las doce tribus, circunscribe claramente la actividad a Israel (dicho sea de paso, la existencia de las doce tribus parece no ser sino una ficción historiográfica de los orígenes del pueblo de Israel, una ficción en la cual Jesús sin embargo creyó –como sus correligionarios– a pies juntillas).

2) En el evangelio de Mc hay sólo un episodio del encuentro de Jesús con paganos, y en el resto de los evangelios sólo otro más. La extrema escasez de tales episodios (Mc 7, 24-30 con paralelo en Mt 15, 21-28; Mt 8, 5ss con paralelo en Lc 7, 1-10) es ya reveladora. Si Jesús hubiera sido un innovador en este aspecto, la tradición lo habría enfatizado. Pero no es éste el caso. De hecho, una observación reposada de esos dos episodios resulta muy reveladora:

a) en tales encuentros, la iniciativa nunca parte de Jesús;

b) el texto de Mc de la mujer sirofenicia es de una extrema dureza: con meridiana claridad llama Jesús “perros” (un verdadero insulto) a los paganos; no se puede objetar que el texto emplea la forma diminutiva kynárion: en el griego helenístico no parece que esta forma tuviera un valor de atenuación, y el arameo no parece poseer un diminutivo correspondiente: Jesús debió de usar el término kalba, “perro”. Jesús –como buen judío– establece aquí una tajante línea divisoria entre judíos y paganos. Sólo ante la insistencia, la humillación y la confianza de la mujer Jesús acaba dejándose persuadir y cediendo;

c) Incluso si tales pasajes son históricos –y es dudoso–, no prueban en absoluto la existencia de una misión, pues Jesús se limita en ellos a curar, no a predicar o a hacer seguidores: ni el centurión ni la mujer cananea siguen a Jesús; su “fe” es confianza en la capacidad curativa de Jesús, no en su credo;

d) Las reservas de Jesús frente a los paganos se indican ulteriormente en el hecho de que ambas curaciones se producen a distancia;

e) Estos textos tienen paralelos ya en la Tanak judía, donde los profetas Elías y Eliseo curan a paganos (Elías al hijo de la viuda de Sarepta, Eliseo a Naamán el sirio: cf. 1Re 17, 9ss; 2Re 5, 1ss).

f) los episodios no sólo no muestran voluntad alguna de proselitismo con respecto a los interlocutores, sino que evidencian una intención contraria y son, en todo caso, claras excepciones a la regla.

3) Algunos pasajes que han querido entenderse en el sentido de una apertura salvífica a los paganos –v. gr. las referencias a los habitantes de Tiro y los ninivitas– se comprenden mucho mejor como contraposiciones provocadoras con el objeto de servir de advertencia y de revulsivo a Israel para la conversión: las parábolas que parecen referirse a una substitución de Israel por los paganos (v. gr. Mt 11, 20-24 / Lc 10, 12-15; Mt 12, 41s / Lc 11, 31s) presentan, en la perspectiva profética de Jesús, situaciones hipotéticas “imposibles” y grotescas que el profeta quiere ahorrar a su pueblo, y que utiliza sólo para conmover sus conciencias: son, por tanto, evidencia no del interés de Jesús por los paganos, sino exclusivamente de su profunda preocupación por Israel. Esto es válido no sólo para la predicación de Jesús sino también para la del Bautista y, en general, para toda predicación profética del juicio.

4) El evangelio de Mateo contiene varios pasajes de los que cabe deducir que Jesús no tenía en buen concepto a los paganos, sino que compartía respecto a ellos considerables prejuicios: los paganos, por no saber, no sabrían ni rezar ni comportarse con sus semejantes (Mt 5, 47; 6, 7-8.32). Los criterios de plausibilidad histórica y de dificultad hacen de estos textos material verosímilmente jesuánico.

5) Un eco paulino de la posición restrictiva de Jesús se encuentra en Rom 15, 8, donde Jesús es caracterizado como “servidor de la circuncisión”. Dadas las propensiones aperturistas de Pablo, éste no habría reconocido el hecho si no estuviera firmemente anclado en la tradición. Y si hubiera habido alguna tradición fiable de una misión de Jesús a los paganos, Pablo no habría dejado de utilizarla para exhortar a los nuevos creyentes de origen judío a comportarse fraternalmente con los de origen pagano. Para justificar la participación de los paganos en la salvación, Pablo ha de interpretar las Escrituras, ¡pero no puede remitirse a Jesús!

6) El argumento definitivo es, empero, lo que podría denominarse el criterio de la “dificultad de la ignorancia posterior”. Los paladines nazarenos de la misión a los paganos recurrieron a interpretaciones de tal misión como cumplimiento de la profecías veterotestamentarias o apelaron a eventos carismáticos, pero en ningún caso a la voluntad de Jesús. Las vacilaciones y los conflictos de la comunidad primitiva al respecto serían desesperadamente ininteligibles si hubiera sido otra la posición del maestro. Así por ejemplo, Pedro no bautizará al pagano Cornelio sino después de una visión enviada por Dios (Hch 10, 44-48) y en Jerusalén ha de enfrentarse a una tempestad de indignación (Hch 11, 1-3).

En suma: aunque Mt 10, 5-6 y 15, 24 no sean genuinamente jesuánicos en su literalidad, la circunscripción de la misión a Israel constituye uno de los datos más verosímiles sobre el Jesús histórico. Precisamente el hecho de que para Jesús de Nazaret la limitación a Israel fuera un hecho, y su extensión algo impensado (y, por ende, algo no convertido para él en problema) es buena prueba de que no necesitara decir cosas tan enfáticamente como las que los textos de Mateo ponen en sus labios.

Como ya escribió Charles Guignebert en 1933, “la verdad es, según todas las apariencias, que no sólo Jesús nunca fue un universalista en el sentido en que entendemos hoy este término, sino, más aún, que él nunca se planteó si debía serlo o no. La idea de dirigirse directamente a los gentiles no habría podido tener para él ningún sentido”. E incluso alguien en este caso tan poco sospechoso como el eclesiástico católico John P. Meier reconoce, refiriéndose a los dichos de Mt 10, 5ss y 15, 24, que aunque no sean auténticos en el sentido de haber sido pronunciados por Jesús, sí lo son en un sentido más amplio: “En todo caso, los dos dichos reflejan fielmente la imagen de la misión de Jesús que surge de una lectura de todas las fuentes de los Cuatro evangelios: en ninguna parte emprende Jesús una misión programática a los gentiles”. Una vez más, nos encontramos con un rasgo que mancomuna a Juan el Bautista y Jesús: centrados en Israel, estos predicadores nada supieron de una misión a los paganos.

Los corolarios de esta argumentación para una presunta fundamentación en el Jesús de la historia de la creencia cristiana en un Jesús “universalista” son claros, y la aguda inteligencia de nuestros lectores me exime de emplear más páginas desgranándolos.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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