¿Tiene interés el mensaje de los Apócrifos? Cuestiones actuales en torno a "La Biblia rechazada por la Iglesia" (III)

Hoy escribe Antonio Piñero

Un lector actual,¿puede tener interés en el mensaje que le puedan ofrecer los Apócrifos?

Otra de las cuestiones que se han suscitado en conferencias, clases o publicaciones en torno a los Apócrifos es si hoy día, en pleno siglo XXI y con nuestra mentalidad general -tan poco amante de mitos antiguos, tan orientada y atenta a los resultados de la ciencia, o a veces de la ciencia-ficción- es si los Apócrifos pueden ofrecer algún material de interés para un lector de hoy.

Para responder a la pregunta hay que considerar que la obra que comentamos, “La Biblia rechazada por la Iglesia”, insiste una y otra vez en la necesidad de distinguir claramente qué es lo que ofrecen al lector las dos clases –tan distintas- de apócrifos que conservamos:

A) La primera se refiere a los apócrifos del Antiguo Testamento, que son unas 65 obras judías, la mayoría anteriores al nacimiento del cristianismo y alguna de ellas coetáneas, pero independientes de la teología cristiana.

B) La segunda se refiere a los apócrifos del Nuevo Testamento que son prácticamente todos posteriores a la consolidación del cristianismo hacia la mitad del siglo II (Jesús muere en torno al 33 de nuestra era). Es decir empiezan a escribirse en torno al 150 d.C. En total pueden sumar unas ciento cincuenta obras.

Yo creo que –a deducir de los comentarios de algún lector a mi primera presentación-, no se ha tenido en cuenta esta división esencial. Parece como si se ignorara toda la primera parte de esta obra de introducción –consagrada a los apócrifos del Antiguo Testamento- y se centrara la atención sólo en los apócrifos del Nuevo.

Comienzo por lo último B). En este apartado del Nuevo Testamento, sólo los evangelios apócrifos suman más de 75. El resto –hechos de los apóstoles, cartas, apocalipsis o revelaciones, u otros escritos similares- son de menor cuantía. Pero en conjunto es muy posible que los apócrifos del Nuevo Testamento doblen con creces, como he apuntado el númro de escritos apócrifos del Antiguo Testamento.Desde luego, no todas se han conservado enteras; muchas de ellas sólo fragmentariamente o en citas de los Padres de la Iglesia.



Los apócrifos del NT, al ser casi todos muy tardíos (siguen componiéndose apócrifos hasta el siglo XI), no nos valen en general para reconstruir la figura del Jesús histórico. Lo han señalado los lectores y lo he comentado yo decenas de veces. Son demasiado posteriores a la vida del Jesús de la historia –a veces cientos y cientos de años- y demasiado legendarios y fantásticos como para ser tenidos en cuenta
Sin embargo, son absolutamente indispensables estos apócrifos para comprender el cristianismo primitivo: son a veces los mejores testimonios de lo que he llamado los “cristianismos derrotados”, los que no llegaron a imponerse. Entre estos cristianismos quizás más interesantes hoy sean los que defienden una activa participación de las mujeres en la vida de la Iglesia, en pugna con una jerarquía dominada por solo varones. Así el Evangelio de María, en parte el de Tomás y el de Felipe, Pistis Sofía, la Sabiduría de Jesucristo, etc.

Nadie duda hoy que de la posible base –reconstruible- del Evangelio de Tomás se pueden obtener palabras auténticas –al parecer- del Jesús histórico, o un recuerdo muy cercano a ellas…, o al menos sentencias de él que confirmen que la tradición sinóptica (Mt, Mc, Lc) ha conservado la voz auténtica del Nazareno. Por tanto, no se pueden hacer descalificaciones globales de los apócrifos del Nuevo Testamento. Al menos para la historia de la Iglesia, de la evolución de la teología cristiana, de la imagen de cristianismos alternativos son insustituibles… Por no decir que datos contenidos incluso en los apócrifos menos fiables y fantasiosos, los de la infancia y juventud de Jesús, han pasado a la tradición cristiana.

En la evolución y afianzamiento del dogma han desempeñado los evangelios apócrifos un papel no desdeñable, como señalan entre otros L. Moraldi y A. de Santos. Par no hablar yo cito a este último, el recopilador y traductor de Los Evangelios apócrifos de la B.A.C.:

La virginidad de María (Evv. de la natividad), el descenso de Cristo a los infiernos tras su muerte para rescatar a las almas de los patriarcas y justos fallecidos antes de su venida (Ev. de Nicodemo), la asunción de la Virgen (Evv. de S. Juan Evangelista; Ev. de José de Arimatea), "los nombres que damos a los padres de la Virgen, Joaquín y Ana..., la fiesta de la Presentación de la Virgen niña; el nacimiento de Jesús en una cueva en la que no faltan nunca el buey y el asno, la huída a Egipto, con los ídolos que se derrumban, los tres reyes Magos, con sus nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, la historia de los ladrones Dimas y Gestas (crucificados al lado de Jesús), el nombre del soldado que atravesó con una lanza el costado de Jesús, a quien llamamos Longinos, la historia de la Verónica... éstos y otros detalles... no descansan sobre otro fundamento histórico que el de las narraciones de los (evangelios) apócrifos" (p. 9 de la reimpresión de 2003).



Respecto a A). Los apócrifos del Antiguo Testamento son con mucho los más importantes para la historia del cristianismo y para dilucidar sus orígenes en la parte judía de la nueva religión. He repetido varias veces en conferencias y otros eventos que los apócrifos del Antiguo Testamento representan la expansión de la teología del Antiguo Testamento, y la espiritualidad de los judíos piadosos en tiempos de Jesús.

He escrito en otra ocasión que si de un plumazo se eliminaran de la tradición los apócrifos del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento parecería muy original en muchas ideas, como el reino de Dios, el mesías, el Hijo del Hombre, el mundo futuro, la inmortalidad del alma, el juicio final, el cielo y el infierno… porque estas ideas están muy poco o casi nada desarrolladas en el Antiguo Testamento y sí en los apócrifos veterotestamentarios. Por tanto, gracias a estos textos podemos saber de dónde saca el cristianismo –en su parte judía- las ideas que no pudo tomar del Antiguo Testamento sencillamente porque allí no estaban aún desarrolladas. Pienso que los apócrifos del Antiguo Testamento son la verdadera matriz de la teología judeocristiana; más que el antiguo Testamento en sí.

También he postulado en otras ocasiones que me cuesta comprender por qué no hay en las Facultades de Teología de la Iglesia, Comillas, Deusto, Salamanca, La Cartuja de Granada, y San Cugat (si no me equivoco en estas dos últimas) una cátedra de “Apócrifos del Antiguo Testamento”, o de “Historia y exégesis de Apócrifos del Antiguo Testamento”, del mismo modo que las hay de historia y exégesis del Antiguo y Nuevo Testamento. Si es verdad mi afirmación que en la teología y religiosidad de esos apócrifos veterotestamentarios se halla la verdadera matriz de la parte judía del cristianismo, debería existir esa cátedra y esa asignatura. Piénsese en un solo detalle: aparte del desarrollo de las nociones teológicas arriba mencionadas las alusiones textuales a pasajes contenidas en los Apócrifos del Antiguo Testamento son el texto del Nuevo Testamento –según los expertos- ¡178! Por lo menos parece absolutamente cierto que en la Epístola de Judas 9, escrito canónico, el autor depende de la Asunción de Moisés, y en el v. 13 del Libro I de Henoc. No se puede afirmar que no fueron una Biblia paralela en algún momento. No es un truco para la venta.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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