Visión positiva de la mujer en los HchAp (I)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Cambio en la apreciación de la mujer en los HchAp

La tradición social griega siempre había mirado la figura de la mujer desde perspectivas negativas, al menos, en sus épocas más características. Debemos reconocer, no obstante, que la mujer ocupa un lugar destacado en las obras de Homero. Comentando el dato Leenna Goodwater llega a considerar con agrado la opinión de que la Odisea pudiera ser obra de una mujer. Nausícaa, Calipso, Circe, Helena y, por supuesto, Penélope, desempeñan funciones decisivas en la estructura del relato. Cree L. Goodwater que entre el ambiente reflejado por los escritos de Homero y los datos siguientes de la literatura griega existe un espacio de siglos a través de los cuales la posición de la mujer sufrió un drástico declive.

Pero si "las mujeres ocupan en el período de Homero una posición social mucho más elevada que en cualquier otro tiempo de la historia griega", el descenso de su valoración social alcanzó quizá su nivel más bajo en el siglo V a. C. En opinión de L. Goodwater tal circunstancia pudo deberse al contacto de la civilización griega con la mentalidad oriental, ferozmente patriarcal (Women in Antiquity. An annotated Bibliography, Metuchen, N. J., 1975, p. 3-). Ciudades griegas, como Tarso de Cilicia, habían recibido el influjo de las costumbres orientales. Sin embargo, es interesante notar que pueblos del contexto griego, como los licios, oriundos de Creta, trazaban su descendencia por la línea de la madre (Heródoto, Historias, I 173). Lo mismo piensan algunos autores acerca de los etruscos, dada la libertad de que disfrutaban sus mujeres (P. Grimal, Histoire mondiale de la femme, Vol. I, p. 390). De todos modos, Eurípides hace decir a Medea palabras realmente chocantes para nuestros oídos modernos: "Las mujeres somos por naturaleza incapaces para el bien, pero artesanas diestras para toda clase de males" (Medea, vv. 407-409).

El principio de la misoginia social griega arranca de las obras de Hesíodo. El poeta beocio cuenta la historia de Pandora, la bella mujer en la que los dioses habían depositado toda clase de dones. El nombre se lo había impuesto el versátil dios Hermes para señalar que varios dioses habían depositado en ella sus dones, pues eso es lo que significa "Pandora" (Todos los dones). (Cf. F. I. Zeitlin, "Signifying difference: the Myth of Pandora" en R. Hawley & B. Levick, (eds.) Women in Antiquity: New Assessments, Londres y Nueva York, 1995, pp. 122-134). El invento fue obra de Zeus que quiso así castigar el atrevimiento del Titán Prometeo. Este Titán, hijo de Japeto y primo hermano de Zeus (Júpiter), perpetró contra los inmortales varios engaños que despertaron la aversión del dios supremo.

El peor pecado de Prometeo fue robar el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres. El dios artesano Hefesto se quejaba a Zeus de que Prometeo le había dejado fría la chimenea de su fragua (Luciano de Samosata, Prometeo V, 6s). La venganza que se tomó Zeus por la audacia del Titán fue prepararle un gran mal, que no fue otro que la mujer. Prometeo, el Titán previsor, cuyo nombre viene a significar que piensa las cosas antes de hacerlas, rechazó el regalo. En cambio su hermano Epimeteo, el que piensa las cosas después de haberlas hecho, la aceptó contra los consejos de su sabio hermano. Las consecuencias son de todos conocidas. Pandora abrió la caja o jarra que contenía todos los males que se extendieron por el mundo. Cuando pretendió cerrar la vasija, solamente quedaba dentro la esperanza. Hesíodo cuenta la leyenda de Pandora en su Teogonía (570-616), donde habla del "hermoso mal" (kalón kakón) y la "gran desgracia" (méga pêma) que era la mujer en la intención de Zeus. En Los trabajos y los días se da el nombre de la mujer-castigo y se narra la colaboración de varios dioses en su formación (42-105).

Tales de Mileto compendiaba la misoginia griega en su dicho famoso que nos ha transmitido la tradición: "Doy gracias a los dioses porque nací varón y no mujer, hombre y no animal, griego y no bárbaro". Lo mismo manifestaba el piadoso israelita en la oración que recogen los comentarios de Rabbí Jehudá : "Bendito seas tú, Señor Dios nuestro, rey del Universo, que no me hiciste mujer" (Rabbí Meir Jehudá en Berakot 7, 18).

La veta antifeminista de la cultura griega la prosiguió el poeta Semónides de Amorgos en el poema denominado Espejo de mujeres o Yambos de las mujeres. El largo poema va comparando a la mujer con diferentes clases de animales con resultados más bien negativos. Solamente la mujer abeja está reflejada con aspectos positivos. Pero el poema establece en su primer verso como un lema programático: "Dios creó la inteligencia al margen de la mujer", como si viniera a decir que la inteligencia y la mujer son dos realidades incompatibles. Sigue luego la comparación con diversos animales para llegar a la conclusión de que "El peor mal que Zeus ha creado ha sido la mujer" (vv. 96-97), especie de aforismo que repite el poeta al final de su poema en el verso 115.

Los casos de Hesíodo y Semónides están en la base de la tradicional misoginia de la literatura griega. Cuando las Tesmoforiázusai, las mujeres que tomaban parte en las fiestas Tesmoforias en honor de Deméter y Perséfona, se reúnen para criticar y atacar a Eurípides, su actitud es en la visión de Aristófanes una parodia de la asamblea de varones en la Atenas de su tiempo. Todo en clave de broma. Porque es una broma que las mujeres se reúnan para deliberar, decidir, perorar y votar. Y en las Asambleístas, Aristófanes se burla descaradamente de la idea de igualdad de derechos de los varones y las mujeres (M. R. Lefkowitz, "Influential Women", en A. Cameron & A. Kuhrt, Images of Women in Antiquity, pp. 49-64).

Eurípides trazó perfiles de mujeres exquisitamente perversas, como son Medea y Fedra. Medea, protagonista de la tragedia que lleva su nombre, mató a sus propios hijos para servírselos de comida a Jasón, su marido que la abandonaba. Fedra, esposa de Teseo, se enamoró de su hijastro Hipólito, a quien acusó falsamente de haberla querido seducir. La verdad era que el joven había rechazado a su madrastra. Es el tema de la tragedia de Eurípides, Hipólito. La situación de Fedra recuerda la historia que el Génesis refiere en el caso de José y la esposa del egipcio Putifar (Gén 39, 7-20).

Esa actitud pudo tener consecuencias negativas en el desarrollo de la cultura griega. Hay autores, incluso, que atribuyen la decadencia del mundo griego al escaso aprecio en que tenían a sus mujeres. Así lo entiende L. Goodwater en la obra citada, p. 8. A pesar de todo, planteamientos como los de ciertas comedias de Aristófanes indican que algunos criterios estaban evolucionando. Por un hecho social institucionalizado la mujer griega estaba excluida de la asamblea, la guerra y los banquetes , tres instituciones constitutivas de la sociedad helénica. Puede verse sobre el tema la opinión de M. A. Durán López en su contribución "Mujer y modalidades del saber en la Grecia antigua", en M. I. Calero & R. Francia, Saber y vivir..., p. 47.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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