Domingo 3º Cuaresma C (24-03-2019)

              El evangelio vivido realiza plenamente

Comentario: “el que se crea seguro, cuídese de no caer” (1Cor 10,1-6.10-12)

Pablo está respondiendo a la consulta de los corintios sobre la licitud de comer carne de los sacrificios paganos. Pablo defiende la libertad cristiana de comer de todo. Pero la libertad debe estar unida al amor: “siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles” (1Cor 9,19). Libertad y amor exigen esfuerzo. La fe, el amor y la esperanza pueden quedar en perla sin cultivar, en tesoro escondido, en talento enterrado. El deseo divino de vida buena no se realiza sin nuestro esfuerzo.

Riesgo de malograrnos como personas y como cristianos

Pablo advierte a los cristianos de Corinto de que pueden malograrse, como los judíos antiguos que siguieron a Moisés, y no llegaron a la tierra prometida. Utiliza unos hechos decisivos del Antiguo Testamento como figuras del Bautismo y de la Cena de Cristo. Los “padres” se unieron a Moisés al estar bajo la nube y cruzar el mar. Esta vinculación es llamada “bautismo en Moisés”. Además “todos comieron el mismo alimento espiritual;y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo”. ¿Afirma Pablo la presencia de Cristo, anterior a su venida a nuestra historia, “el Hijo único que está en el regazo del Padre” (Jn 1,18)? ¿O sólo es un uso alegórico? Las dos cosas son posibles. Lo más probable: “la roca que los seguía” era Dios (Yahvé). Ahora nuestra “roca espiritual” es Jesús resucitado, nuestro “Enmanuel: Dios con nosotros” (Mt 1,23; 28,20). 

El que se crea seguro, cuídese de no caer (v. 12).

Es la conclusión lógica de los ejemplos históricos. En su literalidad: “quien piensa estar en pie, mire no caiga”. Es el “velad” evangélico (Mc 13,37, y par), o el paulino “daos cuenta del momento en que vivís”, (Rm 13,11). El refrán castellano “torres grandes han caído” alude a la misma experiencia de debilidad. Pablo lo razona como los rabinos: “La mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto” (10, 5). “Estas cosas sucedieron en figura (tipoi: “figuras” en v. 6; tipicós –adverbio- “figuradamente” en el v. 11) para nosotros... y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades” (10, 6.11). En los vv. 7-10 enumera algunos de los pecados de los antepasados para evitarlos hoy: “codicia de males”, “idolatría”, “libertinaje sexual”, “tentar a Cristo”, “murmuración” (intolerancia, crítica despiadada, miedo a la libertad y a la verdad...). Jesús, según el evangelio de hoy (Lc 13, 1-9) no comparte la teoría del castigo divino. Dios no está buscando culpables para castigarles. Dios quiere nuestra conversión a su amor, y, desde ese Amor, podemos vivir mejor, y soportar la inclemencias de la vida. 

Oración: “el que se crea seguro, cuídese de no caer” (1Cor 10,1-6.10-12)

Jesús de la libertad y el amor siempre juntos:

escuchamos hoy la reflexión de Pablo sobre nuestra vida;

los fracasos del pasado son “maestros de la vida”;

invitan a la reflexión y al esfuerzo personal.

Nos sabemos vinculados a ti por el bautismo del Espíritu:

reconocemos que hemos dicho “sí a tu Evangelio”;

celebramos el memorial de tu amor en la eucaristía;

tenemos confianza en tu amor constante y universal;

como el Padre te amó, así también nos amas tú” (Jn 15, 9ss);

es el amor que produce alegría permanente:

el que hace dichoso al pobre, al sufrido, al humillado,

al sediento de justicia, al que ayuda, al de corazón limpio;

al que trabaja por la paz, al perseguido por tu reino...

Al bautizarnos, “fuimos bautizados en tu muerte” (Rm 6, 3):

en la muerte a la que te llevó tu vida de amor;

en la muerte procurada por quienes acumulan bienes sólo para sí;

en la muerte infligida por quienes no respetan la libertad ni la vida;

en la muerte de los reducidos a miseria y marginación;

en la muerte de los rebeldes que no aceptan dictadura alguna,

y menos la que quieren imponer en tu nombre,

utilizando la voluntad divina para sus privilegios y honores...

Al celebrar la eucaristía, compartimos tu vida:

tomamos el mismo alimento y la misma bebida espiritual;

bebemos de la roca espiritual que nos sigue, que eres tú, Cristo”;

presente en el pan y el vino, bendecidos por tu Espíritu;

al comerlo y beberlo nos sentimos inundados de tu presencia;

eres tú mismo, Cristo resucitado, presente entre nosotros;

tu misma mirada, tu misma palabra, tu misma vida...

Ayúdanos, Jesús de la libertad y el amor, a ver la realidad:

de nuestra vida, pegada a ti, “roca espiritual que nos sigues”;

de nuestra convicción de la verdad de tu vida y de tu evangelio;

de que “nos miras, amándonos”, a todos y a cada uno;

del bautismo que “nos vinculó a tu muerte y resurrección”;

de tu amor en nuestras eucaristías:

ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros” (Lc 22,15);

dadles vosotros de comer” (Mc 6,37) sigue siendo voluntad tuya;

lavaos los pies unos otros” (Jn 13,14) sigue siendo tu actitud, tú “el maestro”.

En estos días cuaresmales, queremos, con tu Espíritu:

conocernos internamente, como tú nos conoces;

sopesar nuestro compromiso real por tu Reino de vida para todos;

despertar tu amor sin límites, perdonando y colaborando con el bien;

sentirnos amados por el Padre, por ti, el Hijo, y por el Espíritu Santo;

reformar nuestras comunidades para que sean “la iglesia que tú querías”;

eliminar el clericalismo, sintiéndonos todos sacerdotes en ti, Cristo Jesús;

participar todos de tu sacerdocio, sirviendo el Amor divino al mundo;

trabajar, según nuestra vocación, dentro y fuera de tu comunidad.

Volver arriba