Domingo 25º TO C (18.09.2016): “Dios no hizo rico a uno y pobre a otro”

Introducción:No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,1-13)
Dios y el dinero vienen a ser los símbolos del amor y del egoísmo. El amor comparte, el egoísmo acumula para sí. Los llamados “hijos de la luz” son los partidarios del reino de Dios: la fraternidad. Los “hijos de este mundo” son los amigos de la codicia, los avaros. Hoy Jesús nos pone la astucia inteligente de un avaro para sobrevivir en tiempos de desamparo: su astucia le lleva incluso a robar. Jesús concluye: “Ganaos amigos con el dinero injusto para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas” (16,9).

San Antonio de Padua (1195-1231) lo comenta evangélicamente
“Pues, si bien se mira, los ricos de este mundo que sacan sus riquezas de la injusticia (es decir, de la desigualdad) a través de la mentira, no tienen, en realidad, otros amigos más que las manos de los pobres, que son como la hucha en que se deposita lo que se da a Cristo. Ya dice san Gregorio que si los ricos quieren encontrarse con algo entre las manos a la hora de morir, sepan bien dónde han de colocar sus riquezas antes de morir. ¡Oh rico!, conviértete en acreedor de Cristo, obligándole a pagarte con interés. Tiéndele al pobre tu mano seca, paralizada por la avaricia, y la limosna le devolverá su vigor” (Sermón del octavo domingo de Pentecostés sobre la limosna. Citado por G. Faus: Vicarios de Cristo. Ed. Trotta. Madrid 1991, pp. 126s).


San Antonio se inspira en las fuentes cristianas primeras
“El principio y raíz (de la riqueza) siempre es forzosamente la injusticia. ¿Por qué? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre a otro, ni tomó a uno y le dio grandes yacimientos de oro, privando al otro de este hallazgo. No señor. Dios puso delante de todos la misma tierra. Y ¿cómo, siendo común, posees tú hectáreas y más hectáreas, y el otro ni un terrón?... ¿Acaso no es mal tener uno solo lo que son bienes del Señor, y gozar uno solo lo que es común? ¿O es que no dice la Escritura: «del Señor es la tierra y todo cuanto la llena»? Pues si lo que tenemos pertenece al Señor común, también pertenece a los que son siervos suyos como nosotros. Lo que es de Dios es todo común... Y es que el no dar parte de lo que se tiene es ya un género de rapiña... Los bienes y la riqueza pertenecen al Señor, sea cual sea la fuente de donde los hemos recogido ... Y si el Señor te ha concedido tener más que otros, no ha sido para que lo gastes en amantes y borracheras, en banquetes y vestidos lujosos o en cualquier otro despilfarro. Ha sido para que lo distribuyas entre quienes lo necesitan... El rico no es más que un cobrador del dinero que ha de ser distribuido a los pobres, y se le manda que lo reparta entre aquellos de sus compañeros de servicio que están necesitados. Si emplea para sí mismo más de lo que pide la necesidad, tendrá que dar la cuenta más rigurosa, pues lo suyo no es suyo, sino de los que son siervos del Señor como él... Si no podéis recordar todo lo que os he dicho, os suplico que os quedéis para siempre con esto, que vale por todo: que no dar a los pobres de los bienes propios, es robarles y atentar contra su vida. Recordad que no retenemos lo nuestro sino lo de ellos....” (San Juan Crisóstomo (344-407). G. Faus: Vicarios de Cristo. Ed. Trotta. Madrid 1991, pp. 32-34).


Oración:No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,1-13)

Jesús del Padre-Madre Dios.
Hoy nos invitas a reconocer tu Reino:
- en la fraternidad que brota de sentirnos hijos de Dios;
- en tu presencia entregada, especialmente a quienes menos vida tienen;
- en los pobres, tus “vicarios” verdaderos, que nos miran esperanzados;
- en el hambre y deseo de justicia y libertad, que anidan en todos...;
- en el bien común que nos llega a lo profundo de nuestra conciencia...

Tu palabra denuncia nuestra pereza y nuestro olvido selectivo:
Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”;
los bienes de este mundo no llegan a todos: sigue el hambre, la desnutrición, la sed...;
lo disimulamos como “accidentes”, “cuestión minoritaria”, “gente frustrada”...;
rehuímos analizar y actuar desde el Amor verdadero.

Nos negamos a “analizar las heces”:
- las miserias que podrían descubrir enfermedades;
- los caminos cerrados, provocadores de atascos internos;
- las malas prácticas e imposiciones inhumanas y arbitrarias;
- la huida y la evasión ante lo que huele mal;
- las guerras enconadas como cánceres enquistados;
- el despilfarro y el hambre a la vuelta de la esquina...
(“Analizar la heces” es una analogía atribuida al mártir Ignacio Ellacuría para invitar a no evadirse ante las injusticias sociales).

Vaciamos así tu cruz, fruto del amor comprometido con la historia:
el amor que te llevó a luchar contra todo sufrimiento;
el amor que te acercó a los enfermos de toda clase;
el amor que acarreó pan para los hambrientos;
el amor que te amigó con los pecadores y marginados;
el amor que rechazan los grandes de la economía, la política, la religión...

Hoy nos invitas a utilizar el dinero para “hacer amigos”:
Ganaos amigos con el dinero injusto
para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas
”.

Desde tu reino, Jesús hermano, los amigos eternos son los pobres:
Desde ellos entendías tu actuación en nuestro mundo:
el Espíritu del Señor está sobre mí...
me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres...
a dar libertad a los oprimidos,
a anunciar el año de gracia del Señor
”.

Tu voz hermana nos espera al terminar nuestra peregrinación:
tuve hambre y sed, estuve enfermo y en la cárcel, fui forastero...
venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino...
”.

Sólo desde las entrañas del Padre-Madre se entienden estos consejos:
“Disfruta de lo tuyo pero, una vez hayas cubierto tu propia necesidad,
haz algo necesario con lo inútil y superfluo,
y distribúyelo entre los que se mueren de hambre y tiritan de frío.
Mándalo por medio de ellos a tu verdadera patria:
ellos serán tu mejor correo para cuando regreses allí...
¿Es que el Señor misericordioso te ha hecho a ti mayores gracias,
para que consumas lo que él ha dado, únicamente en provecho tuyo,
y encierres en arcas y graneros lo restante?...
¿Por qué consentir que tu oro y tu plata se consuman por el orín,
cuando tu deber sería gastarlo para dar de comer a los pobres?
Así es como lo tendrías depositado en lugar seguro...
La Iglesia no es un museo de oro y plata sino una reunión de ángeles...
Dale al Señor el honor que él mismo quiere, empleando tu riqueza en los pobres.
Porque Dios no tiene necesidad de vasos de oro sino de almas de oro” (S. Juan Crisóstomo: Homilías 20 y 35 sobre el Génesis. Cita en G. Faus: Vicarios de Cristo. p. 29. 35-).


Cristo Jesús, voluntario pobre por el reino de Dios:
que tu Espíritu espabile nuestra habilidad para servir a Dios con nuestros bienes;
que “no olvidemos la solidaridad y hacer el bien, únicos sacrificios agradables a Dios” (Heb 13,16);
que encontremos caminos de compromiso por un mundo más justo, más hermano.

Rufo González
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