Domingo 24º TO C (11.09.2016): Jesús no rechaza ni excomulga a nadie

Introducción:Ese acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,1-32)
Los dos primeros versículos marcan la diferencia: “los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: 'Ese acoge a los pecadores y come con ellos'” (15,1-2). Jesús, los fariseos y los letrados, son hombres de Dios. Curiosamente la santidad divina les mueve a prácticas antagónicas. Para Jesús la santidad de Dios es cercanía amorosa a toda persona, sobre todo al que menos vida tiene. Para los fariseos y letrados, la santidad de Dios rechaza a los que no cumplen su ley, aclarada y concretada por sus representantes organizados en la institución religiosa. Quien no cumple la Ley religiosa se enfrenta a la santidad de Dios, y se incapacita para todo acto cultual.

Así actúa Dios y así actúa Jesús
Jesús, en estas parábolas, intenta explicar su proceder de acuerdo con su concepto de Dios (de su santidad). Es la base de su enfrentamiento práctico con los dirigentes judíos. El pastor al que se le pierde una oveja, la mujer a la que se le extravía una moneda y el padre a quien un hijo se le va de casa, intentan recuperarlos. Cuando lo consiguen, se alegran e invitan a los amigos a compartir su alegría: “Alegraos conmigo, porque he recuperado la oveja, la moneda, el hijo...” (Lc 15,6.9.24.32).

Jesús no domina ni lía fardos pesados
Jesús rechaza la práctica religiosa de dominio, sostenida por una “institución” que dice actuar en nombre de Dios y en virtud del poder divino. Esta institución se ha convertido en poder que calla su propia fragilidad, no permitiendo discrepancias, ni críticas... Jesús llama a sus dirigentes “sepulcros blanqueados”. Por fuera se presentan como hombres religiosos, por dentro están llenos de vanidad, hipocresía y de maldad” (Mt 23, 27-28; Lc 11,37-53-). Todas las religiones incurren más o menos en la denuncia de Jesús:
- sus dirigentes se pretenden “justos”: dueños de la verdad y la justicia, únicos maestros y jueces;
- ostentan superioridad con todos los signos reconocidos como tales (títulos, gestos, ornamentos...);
- se defienden a cualquier precio: hasta excomulgar y matar al disidente, si lo consideran un peligro;
- sus leyes son “santas”: inspiradas por Dios, aunque contradigan los derechos humanos;
- se organizan en familias jerárquicas, autosuficientes, condenadoras de quien no piensa como ellos;
- proyectan sobre su organización y quehacer la bendición y el aval absoluto de la santidad de Dios.

La práctica de Jesús es un servicio gratuito, nada de poderío y ni dominación
Se dirige en primer lugar a los que menos vida tienen: pobres, enfermos, marginados, descreídos... Dios es padre y madre que ama desinteresadamente. Desde este amor original quiere reunir en la mesa de su Reino a toda la humanidad, empezando por los más débiles. Sencillez fraterna, ayuda mutua, pan compartido, perdón incesante, puerta siempre abierta, esfuerzo de búsqueda, espera y abrazo incondicional... serán las líneas básicas de sus comunidades. Nada de categorías de honor, riqueza o privilegio. Habrá servicios o ministerios distintos, pero igual dignidad y libertad de hijos del mismo Padre. Jesús no rechaza ni excomulga a nadie, se hace cercano y manifiesta a Dios como amigo de todos, especialmente de los más débiles, de los más alejados... Ni odio, ni venganza, ni castigo, ni violencia, ni dominación... Sólo amor y libertad. Revelar este Dios “diferente”, llevará a Jesús a la muerte. El poder religioso no lo puede tolerar (Cf. F. VARONE: El dios sádico. ¿Ama Dios el sufrimiento? Sal Terrae. Santander 1988, p. 57-118).

Oración:Ese acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,1-32)

Jesús, “amigo de recaudadores y pecadores”,
que “los acoges y comes con ellos”.

Hoy explicas tu conducta tan criticada por hombres religiosos:
“¿por qué comes y bebes con cobradores de impuestos y personas malas?”.
Ellos creían seriamente en el Dios de sus antepasados:
el Dios que les había acompañado e iluminado la historia;
el Dios que les había elegido como pueblo de su amor;
el Dios que les había inspirado leyes sabias;
el Dios que había bendecido sus instituciones:
- sus sacerdotes y sus sacrificios;
- su templo y sus escritos santos;
- sus interpretaciones y sus costumbres.

Apareces tú, Jesús de Nazaret, convertido al Dios vivo y verdadero:
- les acusas de refugiarse en el templo, “cueva de bandidos”;
- han pervertido el amor del Padre con el dominio, la avaricia, el honor...;
- son “sepulcros blanqueados... que por fuera aparentan ser hombres brillantes,
pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad
”;
- se revisten de superioridad jerarquizada con títulos, gestos, ornamentos...;
- sus leyes, presentadas como divinas, buscan el bien de la institución, no de la persona;
- están llenos de autosuficiencia y desprecio a quien no piensa como ellos;
- confunden la santidad de Dios con su organización y sus ráctica religiosas.

Tu experiencia se centra en el amor incondicional del Padre-Madre Dios:
nadie ha visto a Dios”, les dices, pero “hace salir el sol y bajar la lluvia para todos”;
Dios quiere que todos tengan vida, pero lo cierto es que muchos apenas tienen;
la limitación e injusticia de la vida te lleva a secundar la voluntad divina:
- tu opción prioritaria práctica serán los enfermos;
- anunciarás la voluntad divina primero a los más necesitados de vida:
los pobres, marginados, descreídos, esclavizados...;
- llamarás a la conversión a los causantes de la falta de vida: ricos y opresores;
- “yo hago las obras del Padre... el que me ve a mí, ve al Padre”.

Las parábolas de hoy explican la conducta del Dios Padre-Madre:
un Dios que busca encontrar la “moneda” verdadera;
un Dios que abandona a las ovejas “realizadas” para buscar a la desorientada;
un Dios que se conmueve ante “la aflicción, la opresión, los padecimientos” (Ex 3,7);
un Dios que no busca gloria, honor..., sino socorrer la necesidad de las personas.

Tu Dios, Padre-Madre de todos, te lleva a una práctica desconcertante de vida:
acoges a los pecadores y comes con ellos sin condiciones;
amas y perdonas sin arrepentimiento, de antemano;
besas y abrazas sin pedir nada a cambio;
te basta la necesidad para socorrer “como a un hijo” (anillo, vestido, banquete, música...).

Desde este amor original invitas a la mesa del Reino a todos:
Estas serán las líneas básicas de tus comunidades:
- sencillez y humildad fraternas;
- ayuda mutua y pan compartido;
- perdón incesante y puerta siempre abierta;
- esfuerzo de búsqueda, espera y abrazo incondicional...
Nada de categorías de honor, riqueza o privilegio.
Habrá servicios o ministerios distintos, pero igual dignidad y libertad de hermanos.

Tú, Jesús, no rechazas ni excomulgas a nadie:
no has venido para condenar al mundo, sino para salvarlo” (Jn 12,47).
Ni odio, ni venganza, ni castigo, ni violencia, ni dominación...
Sólo amor y libertad que nace de ese amor desmesurado, infinito.
Revelar este Dios “diferente”, te llevará a la persecución y a la cruz.

Alégranos, hoy, Jesús del perdón desmesurado, compartiendo tu alegría:
ayúdanos a crecer en perdón y generosidad;
abre las puertas y los brazos de la Iglesia para que el perdón no sea “ajuste de cuentas”,
sino gracia ofrecida incondicionalmente a todos,
sin imponer ninguna carga más que las necesarias”.

Rufo González
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