El Papa Francisco ha pasado de “no tengamos miedo de revisar normas o preceptos eclesiales” (año 2013) al “no siento que pueda comparecer ante Dios con esta decisión” (año 2019) Papa Francisco: “no te comportas según la verdad del Evangelio” (Gál 2, 14) (V)

“Los preceptos añadidos por la Iglesia deben exigirse con moderación

Leyendo "Evangelii Gaudium"

“En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida. Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios `son poquísimos´ (Summa TheologiaeI-II, q. 107, art. 4). Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación `para no hacer pesada la vida a los fieles´ y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando `la misericordia de Dios quiso que fuera libre´. Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad. Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos” (EG 43).

La ley del celibato obligatorio es un precepto añadido por la Iglesia

Es una “costumbre”, llegada a ser “norma y precepto”.

No es “costumbre propia” de toda la Iglesia católica. Está vigente, con excepciones (anglicanos y otros convertidos), en la Iglesia Occidental. En la Oriental se aplica sólo a los obispos.

No está “ligada directamente al núcleo del Evangelio”, que es la vida de Jesús en el Amor del Padre. La vida en celibato no supone más amor que la vida en matrimonio. El cristiano célibe y el casado debe brillar por el Amor divino: sentirse personalmente amado por Dios y por Jesús, el Hijo que entrega su Espíritu y capacita para ser hijos de Dios y hermanos de todos.

A veces, en la vida de muchos clérigos –apegados al poder, al dinero, a la ley, a la comodidad, al bien vivir...- brilla mucho más el egoísmo que el Amor. Por el contrario, en muchas parejas en amor, sacando adelante el hogar, implicándose en la educación de sus hijos, en la sociedad y en la Iglesia,... brilla el Amor en plenitud. Lean el libro “Curas casados. Historias de fe y ternura” (www.moceop.net). Ahí se sinceran vidas con mucho Espíritu de Jesús. En sus testimonios brilla el amor pastoral en situaciones muy complicadas. Son currículums pastorales de gran envergadura. No quiero hacer héroes. Cada uno debe ser fiel a su conciencia. Lo que pido es respetar a célibes y casados, y reconocer los carismas que el Espíritu da a cada uno.

Mi opinión personal es que el celibato opcional no es el camino a seguir

Claramente no puede avalarse con el proceder de Jesús ni con el de la Iglesia primera. Que no es “ley del Señor” claramente lo dice Pablo: “Sobre las vírgenes no tengo precepto del Señor” (1 Cor 7,25). Más aún, el autor de las Cartas Pastorales de  Pablo da un criterio, perdido por esta ley, para elegir supervisores (epíscopos, obispos) o responsables de la comunidad cristiana: “que gobierne bien su propia familia” (1Tim 3, 4). Al que decide no casarse, Pablo les aconseja: “si no se pueden contener, que se casen, pues es mejor casarse que abrasarse” (1Cor 7, 8-9). Esto es orientación bíblica. Más valiosa que la norma eclesial. La represión no produce “alegría ni serenidad”.

Corrigiendo a Jesús

Algunos dicen que la conducta de Jesús de no exigir el celibato para el ministerio fue una actuación cultural propia de su época. La Iglesia, guiada por el Espíritu, descubre más tarde que no debe seguir el proceder de Jesús en esta materia. De esta opinión parece participar el Papa Francisco cuando dice: “Mi opinión personal es que el celibato opcional no es el camino a seguir”. No deja de ser pintoresco que para negar la igualdad de la mujer en orden al ministerio se apele a la conducta de Jesús de elegir varones para Apóstoles. Pero en materia de celibato, obviamos la conducta de Jesús y defendemos lo contrario. Viene a la mente lo que acaba de escribir J. M. Castillo sobre el uso interesado del Evangelio:

“Ha ocurrido y sigue ocurriendo que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos, propuestas y exigencias, de Jesús “que no interesan” o –lo que es más preocupante – “que estorban a las conveniencias “ de quienes , desde cargos de poder, privilegio y fama ejercen una potestad intocable y “sagrada”, que no se puede mantener sino marginando del Evangelio lo que les impide o dificulta ostentar su poder, su influencia social, su dignidad y sus privilegios, en todo aquello que, disfrazado de evangelización, es en realidad un eficaz ejercicio de poder al ejercicio de intereses inconfesables”. (J. M. Castillo: El Evangelio marginado. Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao 2019. Pg. 18).

“No siento que pueda comparecer ante Dios con esta decisión.

“¿Soy alguien que está cerrado? Tal vez, pero no siento que pueda comparecer ante Dios con esta decisión”, ha dicho Francisco. Es muy serio apelar a la conciencia para no dar un paso que se piensa contrario al “núcleo secretísimo y sagrario de la persona, en el cual está solo con Dios, cuya voz resuena en su intimidad” (GS 16). No debemos exigir al Papa que actúe contra su conciencia, por supuesto. Pero sí podemos decirle que somos muchos los cristianos (con carismas y responsabilidades diversas) que no sentimos esa conciencia. Más aún, deseamos que esta ley sea eliminada en la Iglesia. Nuestra conciencia se basa en el Nuevo Testamento, en la vida de la iglesia antigua, en la historia del celibato impuesto sin comunión eclesial, en los efectos perniciosos de la ley (no del celibato), en la vida santa de muchos sacerdotes y obispos casados...

Creemos que esta ley no puede ser cuestión de salvación o condenación. Es una “atadura eclesial”, creada en un tiempo determinado y de naturaleza derogable. No puede, por tanto, ser una condición “sine qua non” una persona pueda salvarse. Igualmente no estamos vinculados a esta ley con conciencia de pecado grave si desistimos de su observancia. Antes que la ley positiva (creada por hombres) está la ley natural o derechos humanos a los que nos debemos todos en conciencia. “Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia...” (Artículo 16. 1. Declaración Universal de Derechos Humanos. 10 diciembre 1948).

Leganés, 23 de mayo de 2019.

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