El grillo y lachicharra

Las encrucijadas, la sombra de la higuera, empiezan a quedar desiertas otra vez porque las gentes empiezan a regresar asus lugares de trabajo. Pero aún resuena el eco de las carcajadas de estruendo de los niños y duran dibujadas en el aire las miradas amabilísimas y cómplices de los abuelos ante las fechorías de los nietos. Los adultos recuerdan que han vivido la llegada del transistor, la luz eléctrica, la carretera, la televisión. Y comentan: “Ayer éramos niños y dentro de momentos imperceptibles seremos abuelos”. Y los abuelos, sin palabras, dicen: “Nuestro presente es el pasado y nuestro futuro el presente. Lo que nosotros pensamos hoy, pensaron nuestros padres ayer”, y algunos revisten su inflexibilidad de benevolencia. “Pasado mañana estaré de nuevo en la ciudad en donde carezco de nombre y vivo sin la euforia ni el aturdimiento de la primera vez”, dice alguien. Está nublado y orvalla. No se distingue donde empieza el monte ni en donde termina los barbechos, ni siquiera donde termina la escalera y empieza el patio.Felizmente, el canto estridente y agudo de los grillos y de las chicharas, no hoy y menos abundante que antaño, sigue cortando el aire con sus falsetes. "Para bien y para mal, el tiempo pasa volando", dijo un gracioso.
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