El cardenal de Madrid preside la misa por San Isidro en la Colegiata Osoro: "Necesitamos acogida, reconciliación, perdón y protección; necesitamos devolver la dignidad a quienes la perdieron o se la robaron"

El cardenal Osoro, junto a la  imagen de San Isidro
El cardenal Osoro, junto a la imagen de San Isidro José Luis Bonaño

“¿Amamos?, ¿amamos a todos?, ¿queremos a las personas?, ¿las utilizamos?, ¿las respetamos o las robamos su dignidad?”

“Aquí en esta gran ciudad, que antaño fue un poblado, Dios no se oculta: no necesitamos prefabricarlo, se muestra y se revela a aquellos que lo buscan con un corazón sincero”

Un año más, todo Madrid se congregó en torno a dos rincones, para celebrar la fiesta de su Patrón, San Isidro. La pradera, que desde primera hora de la mañana se convirtió en un mar de isidros y palomas, tomando rosquillas (las 'listas' y las 'tontas') y participando de las misas al aire libre; y la basílica de San Isidro, donde el cardenal Osoro presidió la Misa Mayor, en la que defendió las Bienaventuranzas como “el carné de identidad de un cristiano”.

Ya por la tarde, las imágenes del santo labrador y de su esposa, Santa María de la Cabeza, procesionaron por el centro de Madrid, en esta fecha en la que se conmemora el 400 aniversario de su canonización. En su homilía, el arzobispo de Madrid destacó el ejemplo de San Isidro, con dos vertientes: “hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, que ha sido creado a su imagen y semejanza, como a uno mismo”.

Ser labradores de este mundo

Así, Osoro llamó a “ser labradores de este mundo”, “constructores y cuidadores de la familia”, como Isidro y su familia. “Debemos dar testimonio de la Resurrección de Cristo”, de una manera singular: “diferentes, pero no enfrentados; sintiendo juntos la pasión por que el ser humano refleje cada día mejor el ser imagen de Dios”.

“Los primeros cristianos compartían lo que tenían con todos los hombres y no estorbaban a nadie, todos veían con agrado su presencia, porque se mostraban solícitos a las necesidades que tenían los demás”, recordó el cardenal, quien subrayó que “el amor no es una idea; el Señor nos invita a amar, que es todo un reto para la vida”.

Como haría el patrón de los labradores, Osoro invitó a todos a recordar que “la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”. “La cuestión del cuidado de la tierra es de todos”, recalcó el purpurado, quien pidió preguntarnos “¿amamos?, ¿amamos a todos?, ¿queremos a las personas?, ¿las utilizamos?, ¿las respetamos o las robamos su dignidad?, ¿incorporamos proyectos en nuestra vida que logren más convivencia, más cohesión, más reconciliación, más perdón, más dignidad para todos, muy especialmente para los que están más desfavorecidos?”.

Dios no se oculta en Madrid

Sobre la situación actual, Osoro apuntó que “necesitamos acogida, reconciliación, perdón y protección; necesitamos devolver la dignidad a quienes la perdieron o se la robaron”. También en Madrid. “Aquí en esta gran ciudad, que antaño fue un poblado, Dios no se oculta: no necesitamos prefabricarlo, se muestra y se revela a aquellos que lo buscan con un corazón sincero”. 

“En la ciudad -añadió- se comparten formas de soñar la vida diferentes”. En esta realidad, “las familias cristianas tienen el mandato de proclamar el Evangelio, de tal modo y con tal fuerza, que mueva a restaurar la dignidad humana, a introducirnos en el corazón de los desafíos que hoy existen(...), no para imponer sino para proponer vivir con la alegría del Evangelio”.

Defensa de la familia cristiana

“Cristo no deja a su Iglesia”, subrayó Osoro, quien defendió la familia cristiana, que “no es una institución trasnochada o caduca, es la institución más moderna, más valorada, porque a través de ella se entrega lo más necesario para vivir: el amor”.

Por eso, “es de capital importancia ver si nosotros hoy mostramos la fe con obras de amor, empezando por la familia, desde una entrega al otro absoluta, y siguiendo por todos los que nos encontremos en el camino, sean quienes sean, para que ser cada día más y más y reflejar esa imagen de Dios que somos todos”. Con la lógica del amor, pues “San Isidro no redujo la fe a una lógica fría y dura, la vivió en la entrega de su vida por amor”.

Sabiendo que “Dios te ama. Nunca lo dudemos, hermanos, a pesar de lo que nos suceda en la vida. En todas las circunstancias, Dios te ama. Y es un Dios que salva, que ha venido a salvarte. No te está apuntando con la mano para condenarte, te abre sus manos para abrazarte”.

Los fieles se dan la paz
Los fieles se dan la paz

El carné de identidad de un cristiano

Finalmente, Osoro invitó, con el Papa Francisco, a “ser santos con ese carné de identidad de un cristiano”, que son las Bienaventuranzas y Mateo 25. “Hoy nosotros, como san Isidro, estamos invitados a ser trasparencia de las bienaventuranzas en lo cotidiano de la vida y a vivir sumergidos en las acciones de las que el Señor al final nos juzgará”.

“Felices los pobres, es decir, ¿dónde colocamos la seguridad en nuestra vida? Felices los mansos, es decir, fuera el orgullo y la vanidad, fuera buscar estar por encima de los demás. Felices los que lloran, es decir, ¿te dejas traspasar por el dolor y tocar la profundidad de la vida dónde hay preguntas para ser feliz? Felices los que buscan la justicia con hambre y sed, pues eso es la santidad. Felices los misericordiosos, que es lo mismo que ayudar, servir a otros y perdonar y comprender. Felices los limpios de corazón, ¿tienes un corazón sin mezquindades, puro, sano, sin suciedad?, ¿vives sin aparentar? Felices los que trabajan por la paz y no son agentes de enfrentamientos y malentendidos, gentes que dedican la vida a criticar y destruir. Felices los perseguidos a causa de la justicia por vivir sus compromisos con Dios y con los demás. Por otra parte, ese tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber, era forastero y me hospedasteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme… Si vives todo esto estarás en la alegría del Evangelio y la comunicarás”.

Volver arriba