Cinco Bombas. Terror universal, un camino de vida

Con ocasión del día del cuidado de la tierra he publicado dos postales sobre temas ecología y justicia, presentando en el centro de un largo discurso el riesgo de las cinco bombas. Varios lectores me han llamado y dicho que me centre más en esas cinco bombas.

Ciertamente, son fatídicas las bombas y los coches-bomba de ciertos terroristas más llamaos islámicos, que siguen estallando en París y Barcelona y la voz de los grandes medios ha gritado y protestado con razón contra ese riesgo.

Pero al lado de ese riesgo de la bomba terrorista hay otros riesgos de bombas. Yo he citado y desarrollado aquí cinco, pero podría llegar bien hasta siete, como hace el Apocalipsis (copa de ira, trompetas de muerte...). Me limito a cinco y las pongo por orden, empezando por las dos primeras Bombas Atómicas (que estallaron con bendición de muchos sobre Japón, en julio de 1945)... hasta terminar con la bomba terrible del suicidio...

Sé que las cinco son distintas, pero están unidas... y pueden conducirnos al suicidio general de la vida humana sobre el hombre. Podemos matarnos todos, ésta es la gran novedad.


Antes no podíamos, no sabíamos, no teníamos la posibilidad de realizar un suicidio cósmico. Ahora la tenemos.

Hemos penetrado en eso que algunos han llamado el “pensamiento de Dios”, pero no para decir “hágase” y crear la belleza y potencia de los diversos elementos de la tierra (Gen 1), sino para suscitar un tipo de violencia social y material que puede conducirnos a la destrucción completa.

No sabemos si podrá haber un “día después”, no sabemos si la vida humana podría retomar su ciclo... pero nuestra historia concreta habría terminado en un infierno humano (a pesar del Cielo de Dios).

1 Riesgo militar. Bomba atómica.

Este es el problema supremo de la ecología, el límite de muerte desde el que debemos plantear todas nuestras formas de entender el mundo y de actuar en él. Aquí se entiende de una forma muy concreta la palabra de Gen 2-4: “El día en que comas del fruto del árbol del conocimiento del bien-mal, ese día, morirás”. El día en que intentemos explorar las posibilidades de nuestro conocimiento, aplicándolos a la estructura atómica de la realidad, para hacer guerra con/desde ese conocimiento..., ese día, pereceremos.

En este plano debemos añadir que la misma supervivencia de la vida sobre el planeta está vinculada a las formas de relación social, pues son muchas las naciones y grupos que pueden (y que podrán) tener armas atómicas, de manera que si quieren luchar entre sí empleándolas de un modo consecuente podrán destruirse. Pero, en ciertos casos, esa supervivencia está vinculada también a las formas de madurez personal de algunos políticos o militares especialmente poderosos, que tienen el poder de apretar los botones atómicos. Vivimos, sin duda, en un mundo amenazado. La sabiduría de la naturaleza nos ha mantenido hasta el momento actual. No sabemos la sabiduría de nuestra cultura podrá mantenernos en el futuro, a no ser que cambiemos de un modo cualitativo.

2. Riesgo antropológico. Bomba biológica.

Hasta ahora, el proceso de la evolución biológica se había venido desplegando por sí mismo, como si una fuerza interior (que podemos llamar divina) fuera guiando las mutaciones genéticas, externamente expresadas a través de unos procesos de azar y necesidad. De esa forma, la vida ha funcionado, se ha extendido y diversificado, hemos surgido los hombres como seres especiales y nos hemos propagado.

Pues bien, ahora hemos descubierto que podemos penetrar con nuestra ciencia en el interior de esos procesos, suscitando mutaciones, seleccionando cambios genéticos e influyendo no sólo en el despliegue de la vida vegetal y animal (creando transgénicos y clonando animales), sino de la vida humana. Sin duda, esa capacidad de influjo genético es buena; pero allí donde unos hombres manipulan los genes (especialmente los humanos) para servicio egoísta de algunos o del propio sistema puede estallar esa bomba genética, llevando en sí la destrucción de nuestro ser humano.

El aspecto positivo de esta bomba viene dado por el hecho de que se puede planificar de un modo coherente el proceso generativo, dentro de la línea de eso que suele llamarse la paternidad o maternidad responsable. Entendida rectamente, la liberación sexual constituye una de las mayores conquistas de la modernidad, no sólo para las mujeres, sino también para los varones. Unos y otros pueden descubrirse responsables de sus relaciones afectivas sin que ellas impliquen necesariamente un compromiso inmediato de tener hijos). Unos y otros deben saberse responsables de los hijos que quieran tener, con la ayuda de las técnicas médicas de tipo biológico. Puede llegar un tiempo en que los niños nazcan "del espíritu de Dios" (como Jesús, el hijo de María); es decir, del gozo de la vida y de a esperanza de futuro.

Pero la bomba genética puede tener un aspecto negativo, allí donde se quiera manipular la generación de nuevos seres humanos que no sean ya “fines en sí”, seres autónomos, sino que se gesten con una finalidad distinta, como medios para otro fin (económico, social o militar). En este contexto podríamos hablar de una perversión suprema del “deseo de Eva (de los seres humanos como engendradores”, que quiere poseer las llaves del bien y del mal para engendrar un tipo de vida a su medida, conforme a sus necesidades o apetencias, sin verdadera autonomía. Si esto fuera así, los niños ya no nacerían del Espíritu de Dios, a través del gozo y de la donación humana, sino del puro cálculo económico, como si fueran máquinas programadas para el consumo. Si fuera así, conseguiríamos máquinas eficaces, pero habríamos destruido para siempre al hombre.

3. Riesgo social. La bomba de la guerra: Imperialismos, terrorismos



El tercer tema ecológico estaba vinculado con la justicia social, es decir, con las grandes relaciones económicas y laborales, políticas y administrativas. En esta línea, junto al terror atómico y el control genético, viene a elevarse el terror social que puede estallar y estalla cuando existen unas condiciones especialmente duras de injusticia o e falta de trasparencia entre los grupos humanos. Como hemos dicho, en otro tiempo solían darse sólo condiciones locales y particulares para el surgimiento de ese terror. Pero ahora pueden surgir y están surgiendo unas condiciones generales o universales, que son capaces de hacer que estalle un tipo de guerra social sobre el conjunto del planeta.

Los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror sólo se puede atajar con métodos de fuerza: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad.

Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana: estaríamos condenados a movernos entre el riesgo del terror indiscriminado (con la destrucción del ser humano) o la creación de sistemas de seguridad cada vez más poderosos (que acaban destruyendo también a la humanidad). Optar por la vida implica optar por formas de vida en libertad y gratuidad, superando los riesgos de terror del sistema y de sus contrarios.

4. Riesgo ecológico. Matar la vida el Planeta.

Ésta es la bomba propiamente ecológica. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia.

Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Éstos son algunos de los signos de la destrucción ecológica, que ha sido evocados en el relato del diluvio, del que he tratado hace dos días (Gen 6-8) pero también, y de un modo más intenso, en el Apocalipsis. Hoy podemos encender (quizá estamos encendiendo la mecha de esa bomba):

-- Aumenta la chatarra volante de la atmósfera, dando vueltas a la tierra a velocidades inmensas... Si seguimos engrosando ese gran basurero de la "nube de deshechos" de “planetas artificiales errantes” podrá llegar un día (algunos dicen que será el 2056) en que se producirá un gran estallido mortal en la alta atmósfera, un daño irremediable para la vida del mundo.

-- Crece la polución, aumenta el calor. Los residuos tóxicos. No podemos romper a cañonazos la "bóveda" del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno...

-- Polución de la tierra. No podemos secar todas las aguas de los mares, pero podemos envenenarlos con residuos tóxicos de todo tipo, de manera que al fin será imposible la vida en el planeta... No podemos destruir la tierra, pero podemos convertirla en un desierto, si no mantenemos el equilibrio de las especies vegetales y animales.

5. Quinta bomba, el cansancio de la vida.

¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? (cf. Mt 16, 26). Ésta palabra ha de entenderse no sólo en un sentido religioso trascendente, sino en un sentido vital muy concreto. Podemos tener casi todo, y perder el gusto por la vida, no sólo por los valores afectivos, sino por los valores artísticos y vitales, por el agua, por el viento, por la naturaleza, en el sentido del Cántico de las Creaturas del Hermano Francisco. El riesgo mayor de este mundo es ya el cansancio de la vida, que se muestra en la necesidad de fármacos y drogas que se consumen, en la cantidad de suicidios que se cometen.

No se trata de dominar técnicamente sobre el mundo, sino de aprender a gozar de su belleza, reconociendo día a día el valor de la vida y bendiciendo a Dios por ella. Dios está presente y actúa en el despliegue y en la vida concreta de los hombres, que se mantienen no sólo por deseo biológico y por otras razones de tipo material o familiar, sino también porque ellos mismos optan, es decir, porque lo quieren, pues en realidad, en el momento actual (2016), ellos podrían negar la vida y matarse (en plano individual y social, por suicidio y destrucción de la especie).

Los hombres podríamos renunciar a vivir (suicidános) o a transmitir la vida (sin necesidad de renunciar al sexo), dejando que la especie humana desaparezca… Por eso, en realidad, si ellos siguen (si seguimos) transmitiendo vida y vivimos es porque queremos. El mismo hecho de que existan padres que regalan su vida (desde la Vida de Dios) y que engendran gratuitamente, sembrando y recibiendo nuevos seres humanos, en libertad generosa y arriesgada, muestra que, en el fondo, aunque no lo digan conscientemente, ellos confían (confiamos) en el Dios de la Vida que se expande y regala por gracia.

Pues bien, si eso cambio, si los hombres y mujeres pierden el gozo de vivir, y sólo se mantienen de un modo “artificial”, apegándose a cosas, queriendo sólo disfrutar con ellas, apoderarse de todo por la fuerza, terminarán perdiendo ese gozo de la vida y optando por la muerte (suicidándose). El Dios bíblico quiere la vida de los hombres. Pero, si nos empeñamos, por egoísmo y violencia, nosotros, los “poderosos” del mundo, por ansia de dominio y deseo de poder, podemos destruirla, matándonos a nosotros mismos, como sabía la Biblia.

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