LA VIDA TIENE SENTIDO

NAVIDAD y SENTIDO de la VIDA

Decía Albert Camus:
Lo único que le pido a esta generación es que esté a la altura
de su desesperanza ...
... El único problema serio, que tiene el hombre actual,
es el problema del suicidio.


Durante estos días de Navidad leemos, celebramos, que la vida tiene sentido: en el principio –desde el principio o por principio- la vida tiene sentido: logos, (Jn 1,1).

Sin embargo, anualmente se suicidan anualmente en el mundo 900.000 personas. Por ejemplo en el País Vasco, en el 2014 se suicidaron186 personas: 123 hombre y 63 mujeres. Es decir que se suicidó una persona cada dos días, (cfr fsme.es). Además hay que tener en cuenta que los intentos de suicidio son unas diez veces superiores a los que realmente se consuman. Pero para cuando una persona se toma un tubo de pastillas ha tenido que pasar mucho y malo.

EL SUICIDIO ES UN GRITO DE ESPERANZA EN MEDIO DE LA DESESPERACIÓN
Lo menos que se puede afirmar es que el suicidio supone una crisis, una ruptura profunda en la persona, que va a causar una encrucijada de tensiones límite a quien la padece en su propia existencia, así como también para la familia y la comunidad.

La persona que llega al suicidio es un ser en estado de suma debilidad. Muchas cosas se han roto y se han hundido en su interior: la paz, el amor a la vida, la ilusión y la esperanza, la libertad, la convivencia, el mundo relacional, la responsabilidad-culpabilidad, el sentido de la vida, etc.

El suicida siente un dolor emocional que se le hace insoportable/strong>se siente desesperado, piensa que nada puede ya cambiar “su futuro en el futuro”, que no puede contar con nadie que le dé su apoyo y no ve más salida a su sufrimiento que la muerte.

Sin embargo, estas personas no quieren dejar de vivir; el suicida lo que verdaderamente quieren es dejar de sufrir, pero su estado anímico, mental no les permite pensar en otras soluciones.

Por eso, en el fondo todo suicidio es un grito de esperanza: ¡no veo salida! ¡quiero ver la luz, pero no puedo! ¡quiero vivir, pero no puedo más! ¡Ayudadme!

El suicidio es portador de un mensaje del que somos destinatarios. Nos toca descifrarlo escuchando.

Un suicidio supone una conmoción y un problema trágico para todo aquel que de una manera u otra, de lejos o de cerca, lo vive, lo sufre y lo contempla. Un suicidio solamente se puede sufrir, contemplar y esperar (esperanza).

Todo suicidio es una pregunta llena de recovecos y grandes interrogantes: ¿por qué?, ¿por qué quiere cesar en la existencia y no quiere ya vivir? ¿qué le hemos hecho o qué no le hemos hecho? ¡Cuánto habrá sufrido para tomar tal decisión! El problema de un suicida queda en los que le sobreviven. Se llega a un momento en el que la única palabra es el silencio.

ALGUNOS APUNTES DE PROTECCIÓN.

El primer tratamiento de este problema, como de muchas otras cuestiones de la vida y de la muerte, fue religioso-cristiano.

Aunque generalmente la respuesta era dura y condenatoria, siempre hubo personas y tratamientos compasivos, apelando con buena voluntad a la enajenación, sufrimientos, etc. El sociólogo E. Durkheim (1897) fue quien por vez primera duda de la libertad de la llamada muerte voluntaria y trató de demostrar que en circunstancias sociales desfavorables, aumentan los suicidios.

El sentido de la vida, la esperanza son plantas tan delicadas como decisivas. Por eso mismo hemos de cuidarlas lo más posible: afecto, sentido positivo de la vida, valorar lo sencillo, la mesa, la conversación, la amistad, la música, una celebración, etc. que en último término son ventanas hacia el futuro absoluto.

Acompañarnos discreta, amable y silenciosamente en la vida. El suicidio siempre viene preparado en la soledad.

No tengamos tendencia a culpabilizar a los demás.

Tal vez sea un pensamiento mío, pero cuando una persona ha caído en lo profundo, sea cual fuere su la causa, el hundimiento y la profundidad, es el momento de la misericordia. “Noe echemos más leña al fuego”, dejemos siempre una puerta abierta a todo ser humano.

Desde el princpio la vida tiene sentido
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