Signos de un nuevo tiempo.

“La parroquia de San Francisco no se cierra. Dios nos libre”. Con esta afirmación el obispo de Vitoria, monseñor Asurmendi despejaba la rumorología que desde hace unas semanas planeaba sobre el futuro de uno de los templos de la Unidad Pastoral Zaramaga.

El comienzo del Adviento ha sido la fecha escogida, quizá al azar, para dos actos que han tenido lugar en la diócesis de Vitoria y, que si bien podrían enmarcarse dentro de un ámbito puramente parroquial, cabe también una lectura más amplia y que afecta a la diócesis de Vitoria y a la ciudad más concretamente.

El Domingo, el obispo presidía la última Eucaristía dominical de la comunidad cristiana de Zaramaga en su templo de San Francisco de Asís. Esto significa, saliendo al paso de algunos comentarios y titulares en la prensa, que la iglesia de San Francisco no se cierra y que tampoco se desacraliza ya que albergará actividades diocesanas entre las que las celebraciones religiosas y la liturgia cristiana estarán presentes. Por lo tanto San Francisco sigue siendo un templo para el uso de actividades pastorales.

El obispo de Vitoria se refirió inicialmente al diálogo que ha existido en los últimos años entre el obispado y el equipo de sacerdotes al frente de la Unidad Pastoral Zaramaga. En este diálogo se ha puesto sobre la mesa diversos factores: el descenso de la población del barrio, el envejecimiento de la misma, la caída de la afluencia a las celebraciones en los tres templos y las perspectivas de futuro en la que el número de sacerdotes para atender la Unidad Pastoral se verá reducido a dos en pocos meses. Monseñor Asurmendi hizo alusión también a la cuestión económica y la carga que para la Unidad Pastoral y para el obispado suponía mantener a pleno rendimiento los tres templos. En este capítulo quiso agradecer a la comunidad cristiana presente el esfuerzo económico realizado hasta la fecha. “No hay suficiente dinero para todo” resaltaba Asurmendi.


En otro momento D. Miguel ha recordado cómo “la Iglesia de San Francisco ha tenido una preciosa labor al servicio del Pueblo de Dios. Demos gracias porque aquí resonó la Palabra de Dios, aquí hubo un servicio a la Caridad, aquí hubo actividades culturales valiosas.” La nueva etapa de esta iglesia de Zaramaga estará marcada por la puesta en marcha del Servicio Diocesano de Animación Bíblica, bajo la denominación de “La Casa de la Palabra”, la exposición permanente de una gran colección de belenes que Luis María Sanchez Iñigo ha donado al obispado con el deseo de dar larga vida a su patrimonio belenístico; y se encuentra en fase de estudio un espacio relacionado con la actividad Caritativa de la Iglesia a través de las diversas plataformas y entidades de que la Iglesia de Vitoria tiene para desarrollar uno de sus dones más propios.

Monseñor Asurmendi insistía refiriéndose al primero de los proyectos que se afincarán en San Francisco: “La Casa de la Palabra” tendrá como uno de sus espacios preferentes la capilla. No va a perder sentido este templo sino que va a tener una dimensión nueva y no solo para una barriada sino para toda una ciudad.”

Desde la figura del santo de Asís, el obispo encontró el nexo perfecto para justificar que este templo haya sido el elegido para albergar una exposición permanente de belenes.
El obispo concluyó su homilía con estas palabras: “La parroquia de San Francisco no se cierra, ¡Dios nos libre! Sino que en adelante va a tener otros usos para nuestra iglesia diocesana. Los feligreses, que son la verdadera iglesia de Dios, mucho más que las paredes y ladrillos, los feligreses son la iglesia que Francisco sintió en su corazón, ayudó a reconstruir.”

Decía al principio que este comienzo del adviento había tenido dos acontecimientos destacables en la diócesis: El del anuncio del obispo a la feligresía de la nueva etapa para la iglesia de San Francisco y, el día anterior, la festividad de San Andrés, servía como marco para dar carta de consolidación a otro proyecto pionero en la diócesis, cual es que la comunidad de clérigos del colegio de San Viator asume el cuidado pastoral de la parroquia de San Andrés.
El sábado el vicario de la ciudad, Fernando Otaduy, presidió la celebración de la Eucaristía de las 19:30, en la parroquia de San Andrés. Junto a él concelebraron Goio Eskibel, Superior de CSV y varios miembros de la comunidad de San Viator, entre los que se encontraban Pedro María Lahora que asume las funciones de párroco y que ya estaba vinculado a la parroquia junto con el último sacerdote diocesano, Juan Carlos Aguillo.


La celebración, además de para honrar al santo titular en su fiesta, sirvió, como dijo Otaduy, para consolidar esta nueva etapa para la parroquia de San Andrés.
Si bien aunque se venía trabajando desde hace dos años en este proyecto, y desde el mes de septiembre el anterior párroco, Juan Carlos Aguillo, se despidió de la comunidad; fue el sábado cuando se le dio reconocimiento público, podríamos decir, a un proyecto pionero en la diócesis por el que se vincula uno de los grandes centros escolares de la ciudad a la parroquia que ha sido su “vecina”.


El Adviento marca un tiempo nuevo en el calendario litúrgico de la Iglesia, y en la Diócesis de Vitoria el Adviento de 2014 marcará un hito de aires nuevos en una Iglesia que camina liderada por el Papa Francisco.



Non solum sed etiam

Es entendible que los medios de comunicación generalistas no vean más allá de una foto noticia, y quien la recoja ni tan mal, de dos hechos que han tenido lugar en la ciudad de Vitoria y que, a priori, no dejan de ser unos actos circunscritos al ámbito puramente parroquial. Solo una lectura desde el contexto histórico de la historia de la Iglesia Universal y de la iglesia local, ayuda a descubrir una trascendencia más noticiable detrás de dos simples misas, una presidida por el obispo y la otra por un vicario.

Esto no ha hecho más que empezar y con el tiempo iremos viendo, desde la lentitud y el sigilo que caracteriza a la Iglesia institución, nuevos movimientos y decisiones que afectarán de alguna manera a la vida de las comunidades cristianas de Vitoria y de rebote a la ciudadanía en su conjunto.
Tanto el caso de San Francisco como el de San Andrés tienen algunos elementos comunes como el de la escasez de sacerdotes, el descenso de la feligresía, el envejecimiento de la misma, la falta de relevos generacionales en los diversos ministerios; pero también tienen en común el deseo de mantener la llama viva de la fe, la apuesta cautelosa, (a veces demasiado cautelosa por aquello de la prudencia pastoral), de nuevas fórmulas de atención pastoral y de servicio en lo religioso a los creyentes y a la sociedad en su conjunto.

Ante un mismo hecho cierto es que se pueden ver la botella medio llena o medio vacía. En San Francisco se han dado los dos casos. Muchos feligreses de los que abarrotaban este templo, que dicho sea de paso no ha sido nunca de los más vacíos de la ciudad, llegaban con el pesimismo de la botella medio vacía y el anuncio mediático de que la iglesia de San Francisco se cerraba, que quedaría como “almacén” de belenes y de cosas de Cáritas. Bueno. El obispo lo ha dicho: “San Francisco NO SE CIERRA”


Es lógico que quienes han crecido en la fe al abrigo del frío hormigón de San Francisco lamenten perder aquellos actos cotidianos que le acercaban a ese singular templo.

Quizá le ha faltado a D. Miguel un pelín de energía positiva para trasladar a los presentes que San Francisco se abre ahora a un mundo de posibilidades, también para los feligreses de toda la vida. Las actividades que se organicen desde la Casa de la Palabra las van a tener muy cerca de su casa, la capilla seguirá albergando celebraciones a las que poder sumarse, los belenes podrían convertirse, si se sabe hacer, en un foco que irradie Navidad todo el año, y la caridad solo espera una chispa de imaginación para poner en marcha un proyecto que merezca la pena y para el que muchos feligreses puedan apuntarse como voluntarios para sacarlo adelante.


Lo de San Viator es también un proyecto que puede dar muchas alegrías a la diócesis y a la ciudad. Las comunidades de San Viator reconocen como su misión: “Anunciar a Jesucristo y su Evangelio y suscitar comunidades en las que se viva, se profundice y se celebre la fe”. La liturgia forma parte constitutiva de su carisma. Después de más de un siglo de presencia en la ciudad y casi cuarenta de vecindad con el templo parroquial, los clérigos de San Viator tienen en sus manos el marco idóneo para desarrollar su carisma en toda su extensión: un colegio, modelo de enseñanza, y una parroquia con una trayectoria aprovechable.


Quizá movimientos como estos se vayan sucediendo en los próximos años. Una nueva Iglesia que aprende a salir de sus capillismos y a vivir en común – unidad. Compartiendo espacios; transformando realidades hasta ahora “inmutables”; eliminando castas y dando reconocimiento a tanto obrero para la mies; arriesgando comodidades en pos de un mundo mejor desde una Iglesia más auténtica, dejando al pasado en su sitio, poniendo la mano en el arado y mirando al frente. Son los signos de un tiempo nuevo. Y esto sí es noticia.

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