"Para una gran mayoría de nuestro mundo occidental posmoderno ha desaparecido el sentido del misterio" “Cada ser humano es sagrado e inviolable” (Fratelli tutti)

"El Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII ha denunciado con claridad profética las causas múltiples de esta situación globalizada que radica en sistemas de  dominación hegemónica de pueblos  y explotadora de la naturaleza"

"No se sabe a dónde vamos, hacia dónde nos conduce este proceso peligrosamente deshumanizador que a muchas personas  ha hecho perder  la visión holística de orden y equilibrio, de belleza e interrelación"

"En nuestro mundo plural la concepción de lo sagrado ha cambiado de sentido para centrarlo en  la persona humana"

"¿Cómo elaborar hoy una teología en estos momentos cruciales para la humanidad, ante el genocidio de Gaza, la  guerra de Ucrania, la situación de pueblos africanos?"

“Vivimos en un mundo en colapso” concluía el reciente Congreso de Teología de la Asociación de teólogas y teólogos  Juan XXIII. Ante la envergadura de esta situación crítica y urgente, no solo coyuntural sino sistémica, es necesario encontrar  y aplicar soluciones urgentes que afronten en su raíz las causas  que  han generado y continúan acrecentando los “megaproblemas” que son hoy un problema global que nos afecta a todas las personas, a las relaciones entre pueblos, al deterioro de la  naturaleza.

Su expresión más manifiesta y cruel está en los países y regiones que sufren los conflictos flagrantes que han llegado en Gaza al genocidio, en Ucrania en una guerra que está desangrando a un pueblo, en África al exterminio de etnias y culturas y a un empobrecimiento sin límites.

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Congreso de Teología

El Congreso ha denunciado con claridad profética las causas múltiples de esta situación globalizada que radica en sistemas de  dominación hegemónica de pueblos  y explotadora de la naturaleza.

En consecuencia el contexto actual de nuestro mundo está caracterizado por la inestabilidad y la incertidumbre. Los enfrentamientos geopolíticos, las ideologías impuestas, las desigualdades injustas han creado una profunda crisis no solo política, económica y ecológica. Es una crisis de humanidad que afecta a todas las dimensiones de nuestra convivencia y de  nuestra identidad diluidas en una modernidad líquida (Zygmunt Bauman). El cambio climático, la economía capitalista neoliberal, los focos de guerra, el armamentismo sin frenos son los síntomas más preocupantes y amenazadores.

Un cambio de época

Desde diversos análisis se ha llegado a la conclusión de que estamos ante un cambio de época cuyas perspectivas y resultados son imprevisibles para la subsistencia asegurada y relación equilibrada de la humanidad entre pueblos y con la naturaleza. Además los avances científicos y tecnológicos, guiados por intereses capitalistas, van unidos a riesgos amenazadores y han adquirido una relevancia decisiva para la humanidad, sus culturas, sus relaciones y progreso. 

La crisis mundial se caracteriza hoy por una tenebrosa  oscuridad que, sobre todo en occidente, ha borrado horizontes y anulado sentidos. No se sabe a dónde vamos, hacia dónde nos conduce este proceso peligrosamente deshumanizador que a muchas personas  ha hecho perder  la visión holística de orden y equilibrio, de belleza e interrelación

Fratelli tutti
Fratelli tutti

En este contexto para una gran mayoría de nuestro mundo occidental posmoderno ha desaparecido el sentido del misterio.  Todo se reduce a una fría valoración materialista de la vida, a una acumulación de datos controlados por la Inteligencia Artificial, a una posesión ilimitada  de cosas como garantía de seguridad y razón de ser. Hemos sucumbido en una competitividad agresiva y posesiva destructora de las relaciones fraternales por las que aboga la Fratelli tutti y subraya con insistencia León XIV. 

El diagnóstico del Congreso citado es rotundo, sin duda, en sus análisis. Pero lo importante y decisivo consiste hoy en encontrar vías de solución que den  razón para la esperanza y que se han propuesto en esta importante asamblea teológica ante la compleja situación de graves incertidumbres para la humanidad y de sufrimiento extremo para pueblos en guerra.

 Subrayo, entre otras,  la que propone “el cristianismo radical, entendido como ir a las fuentes antropológicas del ser, del vivir y del convivir y a las raíces evangélicas”.

El sentido sagrado de la vida

En nuestro contexto crítico actual  han  desaparecido sentidos y respuestas que durante siglos fueron en occidente las claves que daban respuestas,  consideradas definitivas, a las preguntas fundamentales y sostenían el edificio social de convivencia, las relaciones humanas culturales, morales y hasta políticas. Fue la época de la denominada ‘cristiandad’ occidental  cuya ideología dogmática  mantuvo un sistema jerárquico de relaciones verticales y alianzas entre religión y política en un sociedad  sometida, carente de democracia. La Iglesia caracterizada por su dogmatismo infalible, autoridad sagrada, práctica cultual y control moral garantizaba la pertenencia y adhesión a su modelo institucional que el poder político apoyaba y, a su vez, le aportaba un orden social acorde con sus intereses autoritarios de sometimiento.

Laudato si y Fratelli tutti
Laudato si y Fratelli tutti

Los procesos de secularización, que se iniciaron ya en el renacimiento cultural, se desarrollaron en  la ilustración emancipadora y en los cambios sociales y económicos provocados por la industrialización y la rebelión de la clase obrera fueron el punto de inflexión para un mundo diferente donde el sujeto de referencia no era ya la Iglesia y su poder  religioso. Como ya indicó la Constitución pastoral del Concilio Vaticano II se ha producido “una verdadera metamorfosis social y cultural” entendida como  auténtico “signo de los tiempos”. Con Gaudium et spes la Iglesia abandonaba su autoconcepción dominante y central para ponerse al servicio de la humanidad y en especial de los pobres y para dialogar y colaborar buscando una renovación del mundo (GS 3).

En nuestro mundo plural la concepción de lo sagrado ha cambiado de sentido para centrarlo en  la persona humana. “Cada ser humano es sagrado”; “el misterio sagrado del otro”; “el sentido sagrado de la vida” son expresiones de la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco que dimanan de la inspiración de Gaudium et spes. 

En consecuencia todo lo que atenta contra la vida, contra la persona humana es un atentado contra lo sagrado. Su defensa es  un servicio para una humanización integral, una auténtica liberación y salvación. Por ello Jon Sobrino insiste en  “lo divino de luchar por los derechos humanos”, en especial de los pobres, de los oprimidos. La naturaleza, creación de Dios, es “un espacio sagrado”;  respetándola, cuidándola estamos realizando una misión sagrada, insistió Francisco en la Laudato si’ .

Ahí debe hoy descubrirse la auténtica sacralidad, el misterio profundo de la vida, del ser  que nace de Dios, la sacramentalidad  que une lo divino y lo humano. Lo trascendente e inmanente no son dos mundos separados, sino una realidad cuya fuente y fundamento es Dios en quien ”vivimos, nos movemos y somos” (Hech 17, 28-30). Encontramos, por tanto, a Dios, no alejándonos de la situación del mundo sino, en la inmersión en lo humano. Gaudium et spes inicia, en consecuencia,  su mensaje afirmando su solidaridad con ”los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo en especial de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1). 

LGTBI
LGTBI

Si en algún tiempo se afirmaba que ‘fuera del Iglesia no hay salvación’, queda claro que lo auténticamente cristiano es que ‘fuera del mundo no hay salvación’; pero de un mundo concreto, sufriente, de los pobres, de quienes buscan y luchan contra las falsas sacralizaciones del poder, del capital,  de la seguridad del armamentismo, del  dominio de unos pueblos sobre otros. 

Así lo afirma el Congreso citado y lo concreta en “la hospitalidad con las personas migrantes, refugiadas y desplazadas, el cuestionamiento de la globalización neoliberal excluyente, la condena del sexismo, la LGTBIQ+fobia y las masculinidades hegemónicas, el compromiso con el ecofeminismo, que implica la igualdad y la justicia de género y el reconocimiento de los derechos y la dignidad de la naturaleza, la no imposición de la concepción occidental del cristianismo al resto de las culturas, la alianza con los movimientos sociales”.

Espiritualidad de lo sagrado

Desde este sentido de lo sagrado descubrimos una espiritualidad  que supera toda imposición para hacerse diálogo en la libertad y comprende la humanidad como un tejido de relaciones entre personas y pueblos, con la naturaleza, dentro del cosmos. En esta espiritualidad la transcendencia  no consiste en alejarse del mundo, de la realidad que vivimos y palpamos, sino en compartir, en interrelacionarnos; donde Dios, Trinidad, es experimentado como encuentro definitivo en una relación de amor, que implica una profunda religación ética y se concreta en la solidaridad, justicia, servicio, ternura interpersonales y en el cuidado de la naturaleza.

Superando tanto una sacralización que aísla y separa, como una secularización que reduce lo humano a lo material, esta espiritualidad recupera formas de visión del mundo, de la tierra, establece nuevas relaciones, reconoce el sentido sagrado de la vida humana, el “misterio del hombre” (GS 11) y nos hace  sentirnos parte de un todo, donde no somos centro sino relación (Laudato si’). Vivir tal  espiritualidad será decisivo para no sucumbir en un mundo sin sentido, en una “civilización artificial”, en una sociedad deshumanizada, sin conciencia de lo que somos, abocados a un “nihilismo tecnológico”, como advierte José  María Lassalle.

Teología en salida
Teología en salida

Teología desde la luz que ilumina en las tinieblas

“En un mundo donde se mezclan las tinieblas y las luces proponemos un cristianismo marcado por los pluralismos y las oscuridades, que defienda la justicia económica, ecológica y de género y aprenda a caminar por terrenos mezclados de flores y espinas, sin idealismos, pero sin renunciar a la utopía”, concluía el Congreso de Teología. Su reflexión ha sido como un destello de luz para no sucumbir en el colapso, como un faro  en este mar borrascoso.

León XIV reivindicaba ante los participantes en el seminario sobre «Creación, naturaleza, medio ambiente para un mundo de paz», organizado por la Pontificia Academia de Teología, la "teología en salida" de Francisco, "una teología encarnada" en los acontecimientos de la humanidad, “impregnada de sus dolores y esperanzas”, que ante los desafíos de la Inteligencia Artificial ofrezca una visión del “hombre en su dignidad infinita, irreducible a cualquier androide digital”. 

Precisamente en esos día falleció un teólogo de la liberación, José María Tojeira, cuyo pensamiento y compromiso fueron un testimonio de una teología desde el pueblo sufriente, en solidaridad implicada en las luchas liberadoras de personas y pueblos oprimidos. 

Amenazados por una secularización que desde datos y algoritmos   que entrenan una IA  que se presenta hoy como la panacea para un mundo feliz orwelliano, no se trata de volver, como algunos añoran y proponen a caducas concepciones sacralizadoras ideológicas, a formas religiosas conservadoras,  que subyacen en las propuestas políticas de ultraderechización, autoritarismo, ”necrocapitalismo”. Gaza, Ucrania, países africanos y asiáticos, la clamorosa desigualdad e injusticia social, el deterioro planetario… son las consecuencias de esa políticas deshumanizadoras que abocan al colapso mundial.

Paro laboral el 15 de octubre
Paro laboral el 15 de octubre

La interpelación para la teología es decisiva: Theodor Adorno afirmó que no podía haber poesía después de Auschwitz, ¿podemos hacer  teología desde y después  de Gaza? Con el Congreso de Teología afirmamos que “en este mundo en tinieblas, hay razones para la esperanza”; entonces,  ¿cómo elaborar hoy una teología en estos momentos cruciales para la humanidad, ante el genocidio de Gaza, la  guerra de Ucrania, la situación de pueblos africanos? El Congreso ha aportado líneas y propuestas iluminadoras, abiertas  a una utopía liberadora, que es urgente poner en práctica desde un cristianismo radical, en una Iglesia sinodal con los pobres y pueblos oprimidos. 

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