"Si el Diaconado Permanente es servicio, ¡quién mejor que la mujer puede hacer un servicio!" Amelia Vercher: "Sentimos el 'techo de cristal', que nos impide avanzar por la senda del servicio que es el Diaconado"

Amelia Vercher
Amelia Vercher

"Ya jubilada empecé a estudiar Teología -primero la DECA y después para Diaconado Permanente-"

"Fui la única mujer durante dos años en esos cursos, después vino otra y en el último año hemos sido unas quince; el Espíritu Santo obró el milagro"

"Que nos traten bien nuestros compañeros y profesores, no nos evita la espina de sentirnos ninguneadas, frenadas y minusvaloradas por la jerarquía de la Iglesia, la de cerca y la de lejos"

Desde jovencita intuí que había mucha diferencia entre lo que leía en el Nuevo Testamento y lo que predicaban en los sermones y prácticas de la Iglesia preconciliar.

Siendo siempre católica practicante en los distintos países donde me llevó mi trabajo, constaté que en la Iglesia hay muchos más matices de los que suponía y me habían enseñado

Años antes de mi jubilación tuve la convicción de que necesitaba más conocimiento y profundidad en mi fe. Ya jubilada empecé a estudiar Teología -primero la DECA y después para Diaconado Permanente-. Pronto percibí que lo único que me diferenciaba de mis compañeros era que yo poseía veinte dedos y ellos veintiuno.

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Amelia con algunos de sus confirmandos
Amelia con algunos de sus confirmandos

Fui la única mujer durante dos años en esos cursos, después vino otra y en el último año hemos sido unas quince; el Espíritu Santo obró el milagro

Nuestros profesores nos acogieron con agrado para que esos estudios de Filosofía-Teología fueran oficiales, no solo válidos para su primera finalidad: Diaconado Permanente.

Pero muchas de nosotras sentimos el “techo de cristal”, que nos impide avanzar por la senda del servicio que es el Diaconado.

Y no por falta de preparación académica. (Personalmente pienso, con sincera humildad, que estoy preparada, a nivel intelectual, más allá de la media de mis compañeros: soy doctora en Filología Hispánica, catedrática de Instituto, Asesora lingüística en las embajadas de España en Polonia y Bélgica. Di cursillos a los profesores de español en Polonia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Hungría y República Checa. Rematé mis años docentes en las Escuelas Europeas 1 y 3 – escuelas para los hijos de funcionarios de la Unión Europea, OTAN y de embajadas acreditadas en Bélgica, como docente titular).

Sarah Mulllally, nueva arzobispa de Canterbury
Sarah Mulllally, nueva arzobispa de Canterbury Church of England

Que nos traten bien nuestros compañeros y profesores, no nos evita la espina de sentirnos ninguneadas, frenadas y minusvaloradas por la jerarquía de la Iglesia, la de cerca y la de lejos.

Si alguna vez pudiera hablar con el Papa León XIV, le diría que hay un clamor general entre las mujeres católicas preparadas -y no preparadas- para ser parte activa y jerárquica de la Iglesia al servicio de todas las personas y, sobre todo, de los más frágiles y débiles.

Al Santo Padre no tendría que recordarle que: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó. Varón y mujer los creó” (Gén 1,27). (Cae por su peso que ese “hombre” equivale al “ser humano”, a la humanidad entera).

Lo que le diría al Santo Padre es que, si el Diaconado Permanente es servicio, ¡quién mejor que la mujer puede hacer un servicio!,- y no solo en la Liturgia- sino en todas las facetas de la vida. 

Por tanto, no tiene ningún sentido -salvo un exceso de clericalismo y rezagos de antiguas misoginias- el que la mujer no reciba órdenes menores y con el tiempo (cuando mueran estas generaciones clericalizadas de dentro y fuera de la jerarquía), pueda la mujer ser presbítero y todos los grados jerárquicos.

Amelia
Amelia

Si hoy la Iglesia predica que no debe haber diferencias entre los seres humanos: por pobreza o riqueza, color, etc., ya que todos somo hijos de Dios, ¿a qué viene una distinción tan aberrante, dentro de la Iglesia, entre hombre y mujer?

Si ya estamos igualados desde el primer capítulo del primer libro de la Sagrada Escritura, y somos bautizados con el mismo Bautismo…, no valen diferencias.

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