La lección del último Ángelus

Humilde y tímido, como siempre, pero sereno y reconfortado, tras su semana de Ejercicios espirituales. Así apareció el Papa Ratzinger en su último Ángelus dominical. Desde la ventana apostólica que, a partir del día 28 se quedará vacía a la espera del Sucesor, quiso lanzar su penúltimo mensaje al mundo. Centrado en lo esencial: el camino para llegar a la iluminación de la Transfiguración -el Evangelio de este domingo- es la oración. Sin ella no hay contacto real con Cristo y hasta la caridad se convierte en activismo puro y duro.

Y tras la lección teológica, la explicación personal. Benedicto XVI ha aprovechado la ocasión para explicar la gran renuncia, su gesto profético y revolucionario de dejar el papado el próximo jueves. Y lo hizo con una célebre frase que se repite a menudo en los Evangelios: "Subir al monte" a rezar. Como hacía Jesús.

El Papa explicó que, también él, es llamado por Dios en este momento de su vida a "subir al monte", a dedicar las fuerzas que le queden a unirse con Dios y con los hombres en la oración. Como Moisés con los brazos en cruz. "Subir al monte", pero no para huir de la carga o bajar de la cruz del pontificado. "Esto no significa abandonar la Iglesia. Al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que pueda continuar sirviéndole con la misma entrega y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de una manera más adecuada a mi edad y a mis fuerzas", ha explicado con voz entrecortada.

Con delicadeza, pero también con claridad absoluta, el Papa ha querido salir así al paso de los sectores más conservadores que siguen viendo en su gesto una huida. Algunos, incluso se atreven a hablar de traición. ¡Qué poco conocen y qué poco quieren al Papa que, hasta anteayer, decían adorar!

En la plaza, unas 200.000 personas corearon su nombre y exhibían pancartas de "gracias, Santo Padre, te queremos y no te olvidaremos". El pueblo fiel ha captado el mensaje que encierra el gesto de la renuncia papal: un no claro a la lucha por el poder en la Iglesia. Un sí al servicio y a la purificación de la maquinaria de poder central de la institución, que ensombrece el mensaje del Papa y pervierte el seguimiento de Jesús. Se va el 'barrendero de Dios'. Pero le deja tarea a su sucesor: más limpieza.
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