Desde la experiencia histórica concreta muchas personas constatan que las estructuras eclesiales limitan la capacidad de las comunidades de base para estar presentes en la realidad social y, desde ella, poder acompañar los procesos de liberación con creatividad y audacia evangélica.
Por eso hoy nombrarse como “comunidad, base y autonomía”, es referirse al mismo Jesús para resignificar el caminar y la identidad cristiana.
También se abordarán mesas de diálogo sobre temas puntuales como el clericalismo del laicado, la injerencia de la Jerarquía en las comunidades de base y cómo podemos concretar la dimensión ética, social y política con una proyección de futuro hoy.
Se está empezando a configurar en la práctica un nuevo modelo eclesiológico que, a la luz de la experiencia histórica, parte proponiendo la autonomía respecto de los amarres institucionales y burocráticos de las parroquias, de las congregaciones y de los movimientos que limitan la capacidad de las comunidades para estar presentes en la realidad social y, desde ella, el acompañamiento de procesos de liberación con creatividad y audacia evangélica.Esa nueva forma comunitaria se expresa en lasComunidades de Base Autónomas (CBAs)
Las CBAs llegan a la conclusión de que los esfuerzos prioritarios no deben centrarse en revertir la sangrante fuga de personas que sufre la Iglesia institucional desde hace décadas tratando de que vuelvan a llenarse los templos con celebraciones litúrgicas y sacramentales, sino en ir abandonando las prácticas obsoletas, en romper las burbujas que achican los horizontes culturales para que los miembros de la Iglesia puedan salir al encuentro del otro en los caminos, en las encrucijadas existenciales y en las mediaciones históricas.
Los dos ejes fundamentales de la propuesta son: la autonomía de todo poder y de toda macroestructura y la pertenencia a la base social. Fueron precisamente estas las coordenadas que identifican el naciente “movimiento de Jesús” aquel que comprendía, desde su muerte y resurrección, hasta la institucionalización de las Iglesias en el siglo IV.
Las CEBs han tratado de superar el binomio claro-laico por el de comunidad-ministerios, pero con escasos resultados globales. Las CBAs practican la ministerialidad de toda la comunidad por lo que todos sus miembros presiden y celebran la eucaristía, así como acompañan y ungen a los enfermos del alma y del cuerpo.
El concepto más originario de conversión en la Biblia y en el propio Jesús se mueve en el contexto de la vuelta y del cambio de vida. En hebreo, la conversión significa metafóricamente “volver a dar la cara”. Los llamados y denuncias de los profetas exigen al pueblo que, tras sus infidelidades con su Dios, “vuelva a las fuentes del amor primero” (cfr. Os 6,1-3; 2 Cro 30,9; Is 55, 7). En el evangelio encontramos también un relato de vuelta: la emblemática parábola del padre de la misericordia. El hijo ha de volver a la casa para recuperarse en la verdadera identidad de hijo (cfr. Lc 15,11-32).
Una Iglesia que no es capaz de celebrar con la alegría, aún en medio de las dificultades, no puede ser un signo de la resurrección que da sentido a nuestra fe. Muchas veces la vemos refugiada en unos ritos que transmiten contradictoriamente el mensaje: proclaman la pascua de Jesús, pero lo expresan y lo cantan con monotonía y con una sensación de tristeza; hablan de amor y libertad al comentar los textos bíblicos, pero lo hacen con una impronta moralizante y culpabilizadora. Es como si vivieran en un mundo distinto al que no pertenece el pueblo.
La Iglesia como institución tiene la misión de incluir lo diferente y de fomentar la pluralidad, algo que va más allá de creer que asumir la diversidad consiste simplemente en tolerar a las personas diferentes.
“En el tema de la comunión, lo que es error en la doctrina sobre la Trinidad no puede ser verdad en la doctrina sobre la Iglesia. En la Trinidad se enseña que no puede haber jerarquía. Todo el subordinacionismo es allí herético, las personas divinas son de igual divinidad, de igual bondad, de igual poder. La naturaleza íntima de la Trinidad no es soledad sino comunión. Pero de la Iglesia se dice que es esencialmente jerárquica y que la división entre clérigos y seglares es de institución divina”
La Iglesia tiene una tarea pendiente para su verdadera conversión y de la que poco se habla: Reconocer sus pecados y delitos a causa de su silencio y, en algunos casos, por su complicidad con las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos de personas, grupos y pueblos perpetradas por Estados y gobiernos defensores de la religión entre los que algunos se declararon “católicos”. Solo toda la verdad podrá hacer libre y creíble a nuestra Iglesia.
Al parecer la jerarquía no comprende adecuadamente que la Iglesia no es un fin en sí misma, sino que su misión consiste en ser fermento y levadura en la historia y en la sociedad, sirviendo a las personas y no a la propia institución.
Si la realidad de pueblo de Dios es anterior y más amplia que la de la Iglesia, para la salvación la Iglesia jerárquica está subordinada a la del pueblo de Dios. La categoría de pueblo contiene la unidad basada en la igualdad y la no discriminación, por eso Pablo escribe a los gálatas: “Ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos ustedes son uno con Cristo Jesús” (Gal 3, 28). La Iglesia no puede, pues, pertenecer ni ser identificada solo con un grupo minoritario de varones, célibes y clérigos.
La eclesiología se hace tóxica y esclavizante especialmente cuando no está dispuesta a incorporar como el elemento central al pueblo empobrecido porque entonces, no solo se centra en sí misma, sino que se vuelve infecunda al relegar su fidelidad a las Bienaventuranzas. Como afirma Theresa Denger: “… porque se debe reconocer a las víctimas inocentes como intermediarios de la redención y sujetos primarios de la salvación que viene de abajo (…) los pobres, como cuerpo torturado y crucificado, son la verdadera Iglesia”.
Resulta muy significativo que los espacios a donde partieron las mujeres pobres y los jóvenes correspondan a la educación popular, a las comunidades evangélicas, al movimiento feminista y a la diversidad sexual, temáticas y propuestas que en la Iglesia de Aysén no están presentes y ante las cuales esta muestra una distancia y hasta un rechazo.
la Iglesia-institución dejó de ser una mediación válida para poder ver la realidad con verdad y reconocer un nuevo estilo de vida que propone Jesús de Nazaret. Las mujeres y los jóvenes transitaron, como el ciego de nacimiento, de las tinieblas a la luz cuando se atrevieron a hacer su propio éxodo de liberación. Un anónimo Jesús "abre los ojos a los ciegos", que para el profeta Isaías se refiere a la liberación de la esclavitud y la opresión (cfr. Is 35, 5; 42,7).
Nos encontramos, entonces, ante un relato que puede denominarse como un "texto de rebelión". Para Xabier Pikaza, estaríamos ante una denuncia profética de Jesús que se rebela contra aquellos que quieren mantener a las personas en la oscuridad, como una forma de control religioso y social.
Existe un denominador común que tiene que ver con la importancia que las mujeres empobrecidas y los jóvenes dan a lo relacional, al sentido inmediato de la vida y a la acogida. En nuestro caso, la calidad de las relaciones interpersonales, su autenticidad o su falsedad es determinante a la hora de valorar su pertenencia o su desafección de los grupos de Iglesia en los que han participado.
Detrás de cada historia de mujer empobrecida se esconde algún hombre maltratador. Las marcas en sus almas y en sus cuerpos son tan reales como la sed y como el hambre son cuerpos crucificados como el de Jesús. Esas situaciones necesitan un acompañamiento y un seguimiento en los que es preciso aprender a hacer silencio para escuchar, para entrañar el corazón y para respetar sin juzgar. Las mujeres empobrecidas esperaban de los grupos y de los miembros de la Iglesia un acompañamiento personal y espiritual y una presencia que no siempre encontraron en la Iglesia.
Por otro lado, sobre todo entre los jóvenes, se encuentran con las burlas, las difamaciones y la marginación que sufrieron dentro de establecimientos católicos debido a su condición y orientación sexual, lo cual les fue distanciando de la Iglesia. Desconfiaban de la Iglesia porque ya no podían sentirse seguros, ni moral ni físicamente. En la Iglesia de Aysén no podían vivir su identidad de género y su orientación sexual porque les culpabilizaban.
La Iglesia de Aysén, a la luz de la praxis de Jesús, debería centrarse en generar procesos de educación en la sexualidad sin establecer prejuicios y escuchando lo que pasa en el corazón de los jóvenes. Ellos necesitan ir desarrollando y encauzando sus energías sexuales de una forma sana y fecunda para alcanzar la madurez. La orientación moral de la sexualidad nunca podrá ser la imposición, sino la realización de la persona desde la libertad. Y es que, además, hay que tener en cuenta que los deseos sexuales y la sexualidad en su integridad forman parte del plan creador de Dios: «Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno» (Gn 1, 31).
El esclavo casi siempre preferirá el sometimiento y la servidumbre ante la amenaza de dejar de ser reconocido como persona. Y es esa dialéctica la que se manifiesta en el clericalismo que impone la Iglesia. Por lo tanto, no se trata de una esclavitud material, de trabajos forzados o de maltratos físicos (aunque no deja de haber una cierta explotación laboral), sino de un estilo de relación eclesial donde el laicado, sobre todo las mujeres pobres y los jóvenes, son considerados inferiores, como fieles poco formados y siempre equivocados en sus opiniones y opciones de vida.
Las biografías de las personas pertenecientes al pueblo empobrecido y crucificado son encarnación de la palabra del Dios del éxodo que nos ayudan a descubrir y reflexionar teológicamente su presencia en la historia. Para conocer esa presencia de primera mano, escribía Ignacio Ellacuría que es preciso «hacernos cargo, cargar y encargarnos de la realidad»[2] y, como completó Jon Sobrino, incluso ese proceso acaba por «dejarnos cargar por la realidad» para encontrar conversión y esperanza desde las víctimas.
Este giro de los tiempos se está produciendo en casi todos los lugares donde está presente la Iglesia católica y supone un profundo cuestionamiento de su relevancia social y de su autoridad moral. En concreto me voy a referir a este fenómeno tomando como ejemplo una de las Iglesias que mejor conozco: el Vicariato Apostólico de Aysén ubicado en la Patagonia chilena.
Muchos habitantes de la región tienen la sensación de que al clero y a los agentes pastorales les interesa más que las personas les obedezcan antes que acompañar, ayudar o sanar a las personas. Y aunque se reconoce que entre las bases de la Iglesia hay todavía gestos de solidaridad y de compasión, su imagen general es la de ser una Iglesia “rica en autoridad y pobre en misericordia”.
Para muchos, dejó de ser el rostro de ese Jesús joven y pobre, paciente en la persona oprimida y viviente en la persona comprometida. De esa forma, se va transformando en un grupo encerrado en sí mismo y refugiado en las prácticas litúrgicas y sacramentales y en las esporádicas y anacrónicas festividades tradicionales.
La eclesiología que ha implementado sería la causante principal de estos fenómenos por ser un caldo de cultivo para el abuso de poder y por estar anclada en un paradigma premoderno y restauracionista incapaz de responder a las preguntas y necesidades de las personas y comunidades de hoy.
Así pues, se cambiaron los sujetos; existe hoy una Iglesia opresora y un pueblo de Dios oprimido que busca liberación fuera de la Iglesia
Su amor por la educación lo llevó a estudiar Pedagogía Básica. Se graduó de Profesor de Educación Primaria en la Escuela Normal Experimental de La Universidad Católica en Talca y luego, entre 1970 y 1973 hizo cursos de perfeccionamiento en Historia y Geografía en la Universidad Católica de Santiago. En la Universidad Católica se destacó llegando a ser presidente de la Asociación Católica Universitaria, dirigente de la Juventud de Estudiantes Católicos, y más tarde se integró a la militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Fue profesor en el Centro Básico de Adultos de los Sagrados Corazones y en la Escuela Consolidada Especial Experimental Juan Antonio Ríos, desde donde fue expulsado en marzo de 1974 en plena dictadura por su militancia política.
En horas de la tarde del día 6 de enero de 1975, salió de su domicilio para juntarse con un compañero de partido en alguna parte de Santiago pero nunca regresó a su casa. No hubo testigos del secuestro pero sí está establecido en la investigación judicial que fue secuestrado por agentes de la DINA que buscaban afanosamente exterminar al MIR y que Emilio Iribarren, uno de sus compañeros, le traicionó participando en su reconocimiento para que fuera capturado.
José Patricio León, el “Pato”, representa a tatos hombres y mujeres de fe que comprometieron su vida y la apostaron por la construcción del reino de Dios hasta sus últimas consecuencia. Por eso el pueblo los considera santas y santos y así los venera porque como señala el teólogo vasco Javier Vitoria: “Solamente Dios es capaz de responder al grito de las muertes que claman justicia si resucita a los asesinados. A nosotros solo nos queda el deber de su memoria para que el olvido no vuelva a matarlos”.
Desde que pudo elegir su destino, “el flaco” Ronaldo camino siempre entre la gente sencilla. Por encima de cualquier cosa valoró sus vidas. Le indignaba la soberbia colonizadora del poder transgresora del alma y del cuerpo de los pobres. Se oponía el sistema dominante que nos impone modelos de vida privatizadores, extractivistas y acumuladores de propiedad y de capital.
Con la forma de asumir la vida, se reveló contra la desigualdad de una sociedad reproductora de exclusión. Colocó en el centro de su existencia a las personas al grado de desplazarse y hasta de olvidarse de sí mismo.
Pero sobre todo la realidad que le marcó para siempre fue la experiencia cotidiana, no solo la teoría, de que el corazón de la Iglesia, su centro, es la gente humilde y no los jerarcas. Se reconocía sostenido por la gente humilde que le pedían poner su vida a su servicio.
En el 2009, el mismo año de su muerte, fue invitado por el Centro de estudiantes de la Facultad de Teología de la UC a presentar un libro. Cuando tomó la palabra compartió su deseo de que en la entrada de cada Facultad de Teología del mundo estuviese escrito con letras grandes el pasaje: “Te alabo, Padre, Señor cielo y de la tierra, porque ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla. Sí, Padre, esa ha sido tu elección.” (Lc 10, 21). Y en esa misma frase se resume la vida y la teología de Ronaldo Muñoz.
Con los jesuitas murieron asesinadas dos mujeres: Julia Elba Ramos, 42 años, cocinera de una comunidad de jóvenes jesuitas, pobre, alegre e intuitiva, y trabajadora toda su vida. Y su hija Celina, 16 años, activa, estudiante y catequista; con su novio habían pensado comprometerse en diciembre de 1989. Se quedaron a dormir en la residencia de los jesuitas, pues allí se sentían más seguras. Pero la orden fue “no dejar testigos”. En las fotos se nota el intento de Julia Elba de defender a su hija con su propio cuerpo.
Elba era muy humana porque sentía el dolor de los demás. Yo viví un tiempo en la casa de ella. Era una persona bien amistosa, sabía llevarse con los demás. Ella tenía 33 años y yo 19. Ella y yo teníamos muchas cosas en común; comenzamos a trabajar desde muy chiquitas. Ella había trabajado desde los 10 años en los cafetales. Era una mujer muy fuerte. Siempre me enseñó a que no me dejara, que no me acobardara ante los problemas. Fue una mujer sufrida pero fuerte. Me enseñó a ser una mujer de valía, que no dependiera de los otros si no de mí misma.
Como Elba y Celina hay millones de mujeres en nuestro mundo. Son inmensas mayorías que perpetúan una historia de siglos: en la América conquistada y depredada por los españoles en el siglo XVI; en el África esclavizada ya en el siglo XVI y expoliada sistemáticamente por los europeos en el siglo XIX; en el planeta que más sufre hoy la globalización opresora bajo la égida de Estados Unidos. Mueren la muerte rápida de la violencia y de la represión, y sobre todo la muerte lenta de la pobreza y de la opresión.
La muerte de las mayorías asesinadas, de las que formaban parte Elba y Celina, expresa la inocencia histórica, pues nada han hecho para merecer la muerte, y la indefensión, pues ni posibilidad física han tenido de evitarla. Esas mayorías son las que más cargan con un pecado que las ha ido aniquilando, poco a poco, en vida y definidamente en muerte. Son las que mejor expresan el ingente sufrimiento del mundo. Sin pretenderlo y sin saberlo, “completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo”.
En todos los casos que trato de acoger hay un gusto a derrota que siempre me incomoda pero que no cuestiono porque pienso que ya es suficiente con las imposiciones que sufren de otras manos. Su derrota es casi siempre clandestina; no pueden decir públicamente que su hombre la maltrata, que su jefe la explota o se aprovecha de ella, que la familia la minusvalora y la desprecia.
Aún con todo, estas mismas mujeres son las que mantienen con su vida, la vida en pie de milagro: la casa, los hijos, las cocinas, los supermercados y las oficinas, las ferias, las iglesias, las trastiendas, los negocios y las escuelas, todas las comidas y calores que alimentan y recrean.
Me sobra decir que los encuentros respirados en este tiempo son buena noticia, aún con todo, misteriosa y también dolorosa por cierto, pero buena noticia al fin, eso de que Dios me entregue su presencia de mujer sufriente y me enseñe a padecer por amor.
Las preguntas sin respuesta quedaron ahí sin más urgencia. Volverán seguro a rebotar un día golpeando mi conciencia pero ya estoy más atento para darles la batalla porque descubro que la fuerza está en cada mujer, en cada niño, en cada joven, en la vida que sostienen y en su terca esperanza frente al dolor y la muerte.
Camilo Catrillanca fue dirigente en el Liceo Politécnico de Pailahueque y en las movilizaciones de estudiantes del 2011 y fue partícipe de actos de recuperación de tierras en la comuna de Ercilla. Lideró una toma de estudiantes secundarios en la Municipalidad de Ercilla que terminó 13 días después tras lograr un acuerdo en el que se contemplaba la creación de un Liceo intercultural y el aumento de becas para los estudiantes.
Era el tractorista de la comunidad Temucuicui, donde vivía él y su familia. Le enseñaron desde niño a manejarlo para asumir esa tarea cuando fuera mayor y con él atendía a unas 120 familias. Trabajaba el suelo, hacía leña y labraba los huertos.
El camino donde recibió el impacto de bala era el que siempre hacía desde la casa de sus padres a la suya. El 14 de noviembre de 2018 fue su último viaje.
Camilo recibió un disparo en la parte posterior de la cabeza, fue trasladado de forma imprudente por los mismos carabineros que le habían abatido a un centro asistencial donde murió mientras recibía atención médica.
En el velatorio había una foto de él de niño montado a caballo arriba de su féretro. En los funerales su cuerpo fue llevado en un carro tirado por caballos como es costumbre en la tradición mapuche. Y fue enterrado en tierra mapuche recuperada de Temucuicui.
El crimen de Camilo Catrillanca es un episodio más en el proceso de exterminio del pueblo mapuche.
Desde la década del 70 colaboró activamente en la Vicaría de la Solidaridad, donde junto a su esposo Manuel Vergara denunció los crímenes que se estaban cometiendo en Chile. Luisa transcribía denuncias de violaciones a los derechos humanos y fue secretaria del abogado José Zalaquett.
Junto a su marido Manuel, participó en la comunidad cristiana Cristo Liberador, con un trabajo formativo religioso y espiritual y también social y político. En el marco de esa pertenencia se relacionaron con sacerdotes claves en la lucha, como Mariano Puga, Pierre Dubois, Alfonso Baeza y Roberto Bolton.
“Llamo a los adultos, a los compañeros viejos que estamos en las casas, que dicen ‘nosotros ya hicimos lo que teníamos que hacer’, No pues compañero, uno tiene que morir luchando. ¿De otra manera para qué sirve meterse en esto si te vas a quedar en la mitad del camino?”.
Que lo sepan cómodos, traidores y claudicantes, hoy, cuando ya no la veremos más, su tesón y consecuencia serán un reguero de nuevas luchas y rebeldías en cada rincón pobre del mundo
Su vocación religiosa se fraguo en plena segunda guerra mundial ante un Cristo mutilado. Cuando terminó la guerra, estudió distintas cosas y entró a la Compañía de Jesús. Paralelamente trabajó como obrero en unas minas de carbón, donde se mandaba a los prisioneros nazis como castigo. En 1955, fue ordenado sacerdote en Roma. Tres años después, en 1958, llegó a Chile el mismo día que se fundó el Hogar de Cristo.
A fines de los 60, con la vehemencia que lo caracterizaba, el Josse van der Rest planteaba frases que interpelaban. Una de ellas era: "el problema no es la casa, sino la tierra: con un pedazo de tierra el pobre es capaz de construir su vivienda”. Se indignaba cuando la especulación de la tierra privaba en la mayoría de nuestras ciudades a las familias pobres de un lote que, aunque mínimo, les permitiría desarrollar su proceso habitacional en el tiempo y en la medida de sus posibilidades.
Josse tuvo que enfrentar muchas resistencias también dentro de la Iglesia. Él mismo recuerda que: “El Nuncio de la época me retó porque yo trabajaba en calzoncillos en las tomas de terreno. Decía que eso atentaba contra la dignidad sacerdotal. Yo le replicaba: ¿Continúo haciendo cagaderos o uso sotana? Pero déjame seguir con la explicación: el pobre que consigue tener un terreno urbano sale de la pobreza, así de simple. Por eso mi mayor lucha es contra la especulación urbana que asfixia a los pobres y genera segregación y exclusión”.
Lo llamo “cisne negro” porque es alguien fuera de lo común, un ser excepcional. Yo no creo en los ángeles, pero para mí él es lo que más se le acerca a la idea que puede tener uno de un ángel. Me gustan su risa, su voluntad, la tremenda fe que tenía. Me parece que es un ejemplo de vida”.
Al iniciar sus labores pastorales, tenía la esperanza de partir al extranjero como misionero, así se lo contaba a sus cercanos: “Siento que Dios me llama para ir a misiones y quiero prepararme bien”. Para hacer realidad su sueño llegó a Chile el 30 de enero de 1967 a vivir a una comunidad de sacerdotes catalanes en la comuna de San Bernardo.
Joan Alsina ejercía su ministerio en la Parroquia San Ignacio de San Bernardo y como trabajador en el Hospital San Juan de Dios al momento del Golpe de Estado cívico-militar del 11 de septiembre de 1973.
Sus compañeros le aconsejaron que buscara refugio en la embajada de España. Pero Joan decidió mantenerse en su puesto de trabajo y en su labor pastoral. Esta decisión, la ratificó con esta frase: “Hay momentos en la vida en que hay que jugarse el todo por el todo y si me necesitan allá estoy”.
Al llegar al puente Bulnes, mi capitán frenó, y yo, como lo hacía con cada uno de los que fusilaba, me bajé, saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos, pero Juan me dijo: "Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón"
El día 27 de septiembre es encontrado su cuerpo en el Servicio Médico Legal. El certificado de defunción consigna como lugar de la muerte el puente Bulnes sobre el río Mapocho, e indica como causa de la misma: "múltiples heridas de bala" y "lesiones apergaminadas en la cara.
Mariano Puga se refirió a su mundo, al que él comparte. Un mundo de cesantía, de hambre, de ollas comunes, de mujeres golpeadas por sus maridos, de niños castigados, a veces brutalmente, por sus padres, un mundo donde no siempre se practica el sacramento del matrimonio y donde las más de las veces se ignoran los diez mandamientos, pero donde se ejerce la solidaridad de modo tan natural y simple que nunca un doliente está solo.
En palabras suyas “la “opción por los pobres” no es suficiente, pues en ella hay uno que opta y un optado, produciéndose una relación vertical que no es propia del Reino de Dios. El “por los pobres” convierte a los pobres en objetos de nuestra opción. Mientras que en el “con los pobres” se trabaja codo a codo, se sufre en conjunto y se anuncia la dicha de la Resurrección a los compañeros.
Yo creo que no considerarse feminista es considerarse inhumano, porque la raza humana somos mujeres y hombres. Vivimos en un mundo machista, para qué decir dentro de la Iglesia Católica, ahí ya llegamos a la exageración. Las mujeres en la Iglesia son 3/4 de ella. Son las que hacen la tarea de cada día. Pero cuando se trata de compartir con ella el servicio del poder a la comunidad, no tiene ningún espacio.
Y la iglesia apenas musita declaraciones, la iglesia ha sido cómplice del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo, le hemos dañado y mentido y ahora estamos en exilio en nuestra propia tierra, encerrados y exiliados en nuestra propia iglesia.
Durante estos meses habíamos tratado de comulgar con el cuerpo de Cristo, baleado, dañado, mutilado, asesinado… ¿No era consecuente comulgar con el cuerpo de Cristo? …. “quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación” (1 Cor 11, 27).
Desde sus años de bachillerato manifestó una tendencia a la acción social y política. Primero se hizo parte de la asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Luego se integró al movimiento juvenil Kigwe-Yacta (Tierra de Hermanos), cuya sede fue allanada y Norman con otro compañero fueron detenidos.
En esos años vivió en el barrio José Antonio Galán de Bosa. Allí, junto con los Misioneros Claretianos formaron una comunidad eclesial de base, de la cual él era el coordinador. Este compromiso cristiano lo mantuvo hasta el final de su vida.
Lo más probable es que el asesinato de Norman no quepa dentro de los cánones normales que usa la Iglesia para calificar a alguien como mártir o santo.
“Caminamos seguros de que el Señor sabrá convertir tanto dolor, sangre y muertes, que en el camino de la historia van dejando nuestros pueblos y nuestra Iglesia. Los últimos años han sido duros y violentos en América Latina. Esperamos que el Señor los convierta en semillas de resurrección”.
Al referirse a los Mby'a, con quienes trabajó por muchos años, escribió que:"A los indígenas no necesito hablarles de Dios, ellos me hablan de El... Aprendimos de la cultura Mby'a su relación reverente con el Padre Creador, su solidaridad y su respeto por la naturaleza”.
Realizó los primeros contactos con los indígenas Mbya- Guaraní, como ella misma decía porque: "descubrió a los más pobres entre los más pobres" y así hizo opción preferencial por ellos.
Caminaba hasta 60 kilómetros, cruzando esteros, arroyos profundos y selvas cerradas para estar junto a las comunidades indígenas. Mantenía un diálogo respetuoso con el ellos: "Ahora sé por experiencia, decía, que la evangelización es recíproca y que nosotras no somos las salvadoras".
Para los que llegamos a tomar posición en la lucha contra la dictadura cívico-militar, desde una inspiración cristiana de izquierda, la pastora Juana Albornoz Guevara era referente fundamental. Mientras un sector de ese mundo eclesiástico se postraba frente al tirano, ella era incasable defensora de los derechos humanos y protectora de los perseguidos
Con profundo vocación ecuménica, colaboró con la Iglesia Católica en multiplicidad de acciones para promover la cultura de los derechos humanos, como las Jornadas por la Vida. También llevó su voz de denuncia profética de los atropellos al Consejo Latinoamericano de Iglesias.
“En estos duros tiempos en que la muerte se pasea a sus anchas por nuestros barrios y poblaciones, no tenemos dudas que Juanita Albornoz la ha vencido y ha ingresado en la memoria histórica del pueblo de Chile”.