SEÑOR OBISPO, REUNIONES MAS EUCARÍSTICAS, SACERDOTES MAS UNIDOS

 Para los obispos

SEÑOR OBISPO, REUNIONES MAS EUCARÍSTICAS, SACERDOTES MAS UNIDOS

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Jesús en la Eucaristía

Querido señor Obispo de habla hispana: Le suplico con sencillez y confianza prepare en el calor de la Eucaristía las reuniones con sus sacerdotes. El Pastor ha de llenar esas reuniones de fervor; que nuestros obispos y sacerdotes no son técnicos ni funcionarios... que son los sucesores de los Apóstoles, los testigos de la fe. Contagiad los obispos a los sacerdotes asistentes de este gran fervor. Las reuniones sacerdotales han de ser verdadero Cenáculo, y al obispo o a sus enviados corresponde actuar siempre como "ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios". (1ª Cor. 4,1-2)

Nunca dé el obispo la sensación de que vive "cerrado" en su búnker con su camarilla. Todos los sacerdotes son sus colaboradores; incluso los marginados; a ellos ha de dedicar más horas de su precioso tiempo. ¡Todo es más fácil cuando hay comprensión y amor! Todo difícil cuando se quiere solucionar un conflicto con palabras escritas llenas de apariencia. No marginen a ningún sacerdote, ni siquiera con la frase "él mismo es quien se automargina"; hablen con ellos de tú a tú, sin mostrarse superior, aunque lo sea; como lo haría el mismo Jesús. ¡Cuánto sufren muchos sacerdotes al sentirse incomprendidos por sus obispos o sus auxiliares, ignorados, marginados!

Vigilen también los obispos y corrijan eficazmente y con amor: que muchos sacerdotes y profesores de religión propagan ideas o prácticas contrarias al dogma o a la moral católicos. Y sobre todo que los obispos fomenten con fuerza la santidad sacerdotal. Pero nadie da lo que no tiene; por eso la oración propia, hasta enamorarse de Cristo es necesaria. Y soy consciente de que perseverar en la oración es muy difícil, porque se necesita para ello fortaleza casi heroica.

Vamos a poner el acento siempre en Dios como lo hacía D. Manuel González o el P. Nieto y tantos sacerdotes santos que nos han precedido o viven entre nosotros.

Cumplen, sí, muy bien los obispos su misión de gobernar, pero la misión de santificar es mucho más difícil; que la santidad no se transmite sólo por el "ex opere operato", sino por la comunicación de alma con alma, cuando, al menos una de ellas, rebosa de amor a Dios.

Me uno a su oración, Sr. Obispo. Que San Pedro nos dé aquel su gran fervor pentescostal.

José María Lorenzo Amelibia

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