La cigarra y la vida consagrada

Para todos los que hemos sido hombres de campo, de tierra dura y de trabajos rurales, los animales y la vegetación con los que hemos compartido la niñez y la juventud son siempre motivo de inspiración y de sugerencia. Mucho más para mí, que he sido pastor de cabras y he convivido de cerca con la vegetación y los animales propios de los montes de Toledo, donde estaba nuestra casa familiar y, a la vez, ganadera. He cruzado cientos de veces las cimas de los montes con mis cabras escuchando de cerca el canto de las cigarras o de la perdiz, de la urraca y de la paloma torcaz. Por eso siempre encuentro en estas plantas y animales símbolos muy apropiados para aquello que yo quiero expresar desde lo más profundo de mí. He comparado a la vida consagrada con la luciérnaga, con el erizo...ahora es la cigarra la que me ha inspirado aquello que yo deseo decir y vivir en la vida consagrada. He escuchado cientos de veces cantar a las cigarras en los olivos y en los álamos y, siendo niño, me he dedicado a cazarlas a golpe de mano, hecha cuenco, sin que apenas sufrieran daño alguno.
Hoy presento mi último libro sobre vida consagrada y, probablemente no será el último, porque de lo que desborda el corazón habla la boca, que se llama: La cigarra y la vida consagrada. La fragilidad: desafío y esperanza. Paulinas. Madrid 2016. 112 páginas. Encontraréis ahí disyuntivas y denuncias hechas con cariño y con deseo de renovación, sin desdeñar la dureza que a veces necesitamos para reaccionar.
La vida consagrada, en efecto, atraviesa momentos de debilidad que tal vez sean precisamente su fortaleza porque ahí ha encontrado siempre la vida consagrada alicientes y estímulos para levantar el vuelo y hacerse más evangélica y cercana a los pobres y acercarse a las periferias donde están los descartados como le gusta decir al papa Francisco.
La vida consagrada debería ser como la cigarra que se entierra, busca una buena raíz y vive apegada a ella, alimentándose de su savia antes de comenzar su misión fuera de la tierra. Esa misma tierra donde también se encuentra la semilla y que es el lugar de la sencillez, la humildad y la fertilidad. La vida consagrada sólo volverá a ser ella misma cuando vuelva a la tierra de donde salió; ese instante mágico y divino, en el que el Espíritu de Dios inspiró a los fundadores una misión original y necesaria, que siempre pasa por la entrega.
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