Cuando la vida se vuelve Vida

Estaba en el despacho parroquial cuando llegaron dos mujeres y un joven, con aires de preocupación, para decirme:
- Padre, tenemos en casa a nuestro padre muy enfermo; somos una familia de médicos y creemos que su muerte está cercana; somos creyentes y mi padre nos ha educado en la fe desde niños y desearíamos que recibiera la unción de enfermos ahora que todavía está consciente.
Dejé todas mis tareas y acompañé de inmediato a estas mujeres y al joven, que era nieto del enfermo, para celebrar el sacramento de la unción. Cuando llegué a la casa y me presentaron al anciano como el párroco, el enfermo dijo serenamente:
- Si el párroco ha venido a verme para la unción, quiere decir que mi situación es crítica, pues hay que prepararse entonces para este momento.
Llamó a sus hijos y nietos que rodearon su cama y les dijo lleno de serenidad y lucidez:
-Mis queridos hijos y nietos: parece que ha llegado el momento de la despedida y quiero decirnos que estoy tranquilo y feliz. Dios me ha concedido una larga vida, una esposa maravillosa y unos hijos y nietos a los que adoro. He vivido una vida muy completa y rodeado de vuestro cariño ¿qué más puedo pedir en el momento del adiós? Solamente dar gracias a Dios por estos años tan dichosos, por vosotros y por mamá que me aguarda en el cielo, y pedir perdón por todos mis pecados antes de presentarme en la presencia de Dios. Yo sabía que este momento llegaría porque mi edad es ya muy avanzada, y parece que ese momento está ya aquí. No estéis tristes más allá de lo normal. Yo me voy ya pero os espero con mamá en el cielo junto a nuestro Dios.
En ese instante la familia abandonó la habitación y me dejó solo con el anciano. Nunca olvidaré una confesión tan hermosa por sencilla y por sincera. Yo iba dispuesto a animarle en ese tránsito difícil y oscuro de la vida pero fue él quien me dio ánimo a mí y me edificó con su madurez humana y cristiana. A los tres días murió. Os confieso que morir así, con tanta dignidad, tanta fe y con el cariño de su familia rodeando su cama, me pareció un don precioso. Da gustó morirse así.
Pero es verdad que no todas las personas mueren con esta paz y madurez. El misterio del dolor y de la muerte nos deja siempre descolocados y maltrechos. No entendemos. Es el gran misterio de la vida que siempre ha acompañado a los hombres.
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