RD entrevista a la 'milagrada' cuya historia llevará a los altares a Faustino Míguez Verónica Stoberg: “Me siento un instrumento del Señor, debo ser humilde, y agradecerle eternamente”

(Jesús Bastante).- Este domingo, el Papa Francisco canonizará en San Pedro a Faustino Míguez. El religioso escolapio, fundador de las Hijas de la Divina Pastora, subirá a los altares merced al reconocimiento de un milagro atribuido a su intercesión. La curación milagrosa de Verónica Stoberg, una chilena, madre de cuatro hijos, que fue declarada en muerte cerebral.

Catorce años después, Verónica asistirá a la ceremonia, junto a su marido y sus cuatro hijos. En esta entrevista con RD, relata qué sintió, cómo 'regresó' de la muerte, y por qué Faustino Míguez será, desde este domingo, un nuevo santo para la Iglesia.


-Eres 'protagonista' afortunada de un hecho que vamos a vivir este domingo, la canonización del padre Fasutino Míguez. Eres la 'milagrada'.... ¿Qué pasó?

-Esta historia comienza hace 14 años, cuando estaba embarazada de mi cuarto hijo. Todo iba normal, yo hacía una vida normal, como cualquier embarazada, pero cambió de un día para otro. Ese día hice mi rutina de mamá: fui a buscar a mis hijos al colegio, a hacer compras al supermercado. Cuando llegué a casa comencé a sentirme muy mal, a sentir un dolor muy fuerte en el estómago, era un dolor que iba en aumento. No era un dolor de parto o de preparación (ya había tenido tres hijos, tenía experiencia), por eso me asusté un poco. El dolor no continuaba. Mi hija llamó a la vecina para contar lo que me pasaba, ella llegó con sus aparatos para tomarme la tensión, y se dio cuenta de había subido enormemente.

Llamamos al médico, y él les dijo que teníamos que ir inmediatamente a urgencias. Mi vecina llamó a mi esposo. Él trató de llegar lo antes que pudo, y vio las condiciones en que estaba y, como pudo, me subieron al auto, porque no podía caminar, me desmayaba y el dolor aumentaba.


-Te llevaron al hospital y, ¿qué recuerdas?

-Recuerdo que el camino era de desesperación y gritos, porque el dolor era inaguantable. A ratos perdía la conciencia y luego volvía. En la clínica vi una camilla, y me desmayé, perdí la conciencia. Ya no supe más.

-¿Hasta cuándo?

-Unos tres meses, que estuve en coma, grave, a pesar de que sé que tuve conexión con mi familia. Pero hasta después de tres meses no supe lo que había pasado.

-Te despiertas tres meses después. ¿Qué te cuentan, y qué recuerdas tú, porque no debe ser lo mismo?

-Al principio, no tenía claro lo que había pasado cuando abrí los ojos. No podía hablar tampoco, porque había estado entubada, estaba con sondas... Abrí los ojos, mi esposo me hablaba. Me decía que estaba bien, que me iba a recuperar, que el bebé estaba bien y sano... Se llama Sebastián. Mi hijo nació prematuro, ni siquiera tenía previsto el bolso de bebé, nada. Todo fue inesperado. Por eso él me decía que el bebé estaba sano.... En ese tiempo ya le habían dado de alta (estuvo un mes hospitalizado). Pero yo pensaba ¿dónde están mis hijos? Mi marido me iba diciendo todo lo que iba a saber, ahora tú te tienes que recuperar, darte ánimo, vamos a salir adelante. Yo no me daba cuenta de la gravedad.

-¿Hay algún recuerdo de esos tres meses?

-Sí, hay cosas... cosas muy fuertes que fueron ocurriendo. Pero en el espacio o lugar donde estaba, no era un tiempo de horas, sino diferente.... Son cosas muy fuertes, muy especiales, que a pesar de que ha sido tan difícil, no tengo miedo. Fue algo que experimenté, que me permitió el Señor. Siento que de alguna forma estuve entre dos mundos, estar entre la vida y la muerte es eso. Estuve muy cerca de irme hacia el otro lado: de hecho, en un momento también vi a mi mamá, que había fallecido dos meses atrás. Estuve con angustia, desesperanza, de no querer irse... Es un momento que a todos nos va a tocar vivir, el desapego terrenal, dejar lo que tienes en la tierra y partir hacia el otro lado.
Muchas veces sentí esa atracción de irme hacia el otro lado. Siento que eso no es malo tampoco, pero siempre está el temor de no saber adónde vas. Sin embargo, a pesar de que es algo desconocido, llegado el momento te da la calma. Recuerdo que cuando estuve allí, eso me atraía mucho, me daba mucha calma, pero siento que mi mamá me advertía que no era aún el momento, y creo que por eso fue el devolverme... Yo sentía esa fuerza que me traía hacia la tierra. Sentía a mi esposo, que siempre me estaba hablando, que me tomaba de la mano y, de alguna manera, esa mano que él me tomaba llegaba al lugar donde yo estaba, sentía esa fuerza, ese contacto de tirarme hacia ese mundo.

-¿Tienes la sensación de haber tomado la decisión de quedarte o regresar?

-Yo siento que esa decisión, al final, la tiene Dios. Dios sabe cuándo es nuestro momento, y de hecho creo que por eso estoy acá, porque no era mi momento. También sentía otras cosas, por ejemplo, la fuerza de la Madre Patricia. En ese momento no la conocía mucho, ella estaba recién ejerciendo como directora del colegio de mis niñas, la Divina Pastora. Nos habíamos visto un par de veces, pero no nos conocíamos. A ella también la sentía, aparte de mis hijos y mi esposo. Sentía su presencia, sus oraciones, sentía como esa fuerza que ella ponía en mí. Cuando me visitaba, lo que yo sentía en ese momento, era su presencia, y que algo hacía aquí en mi pecho, algo me ponía, era una energía, un fuego que quemaba, que ardía pero que no dolía. No lo puedo explicar, sé que me hacía algo acá, sentía su oración. Aparte, sentía que me cuidaba, me limpiaba la cara... porque yo estaba en coma. Mi cuerpo estaba tirado. Después supe qué era lo que ella me ponía en el pecho: era la reliquia del padre Faustino. Cuando ya tuve conciencia de lo que había pasado, me fueron explicando, la madre continuaba visitándome, y me decía que estaba toda la comunidad rezando por mí, mi familia, y que ella le había pedido al padre Faustino que me ayudara. También Pedro (mi marido) me había dicho que había ido con mis hijos a pedirle por mí a la capilla. Me fueron explicando, porque yo no tengo noción del tiempo.

-Pero sí recordabas que en ese tiempo en que 'no estabas', sí que sentías...

-Yo sentía. Sabía, por ejemplo, que las catequistas con las que yo trabajaba, no las veía pero sentían que estaba en la sala de espera. Cuando pudimos hablar, yo les decía: tú estabas sentada en la escalera, tú estaba parada allá, tú más acá.... y las veía rezando. Me miraban y me decían que sí estaban rezando.

-¿Te sientes un instrumento de la voluntad de Dios?

-Yo le pido mucha humildad al Señor, que siempre prevalezca eso. Sí me siento un instrumento suyo, pero siempre con la lucha de que acepte eso con humildad, no con vanidad ni con orgullo. Si el Señor quiso hacer eso en mí es porque me necesita, y debo ser humilde en eso, y agradecerle eternamente.

-¿Cómo afecta tu 'vuelta' a la vida familiar y personal?

-Ha habido un antes y un después. Yo siempre fui católica, siempre vivi en una familia católica con amor al Señor y a la Virgen, pero sí hay una parte después de... El Señor se me ha presentado de una forma que es una maravilla. Después de eso, veo la vida diferente. Agradezco cada momento el hecho de poder respirar, poder hablar, disfrutar la naturaleza, ver los animales tan maravillosos, los insectos... toda la creación del Señor. Antes no me daba cuenta de la maravilla que tenemos y que la dejamos pasar. Y vivimos, nada más. La maravilla de tener la familia, de estar con los hijos, verles crecer... es una maravilla.

-¿Cómo vas a vivir este domingo?

-Estaré en Roma. oh... de verdad, que digo 'corazón aguanta', porque ha sido tanta emoción, y ese día va a ser tan lindo, tan maravilloso. Para mí el padre Faustino es alguien muy especial, es un ejemplo. Además de una gratitud eterna, sé que fue una persona muy humilde y de gran amor hacia el Señor. Él era capaz de ver en cada criatura a Dios, y todo eso. Ver lo que él va a ser reconocido santo es una emoción muy grande, y que además sea por un milagro que él haya intercedido para que yo pueda estar viva, mucho más. Mucha emoción.

-¿Cómo lo vive tu familia?

-También, con mucha emoción. Hemos tenido momentos de mucha emoción. Ayer fuimos a visitar su tumba, lloramos mucho juntos. Están los recuerdos de lo que vivimos, la angustia el sufrimiento, y la emoción de lo que ahora estamos viviendo juntos, que vamos a esta juntos ese día cuando padre Faustino sea llamado santo, es emocionante.

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