El ejemplo de lo ocurrido con algunas partes del Antiguo Testamento (109-H)

Hoy escribe Antonio Piñero


Queremos ir concluyendo, aunque sea parcialmente, con el tema: “¿Se conformó la tradición sin ninguna influencia de los acontecimientos pascuales?” en donde estamos discutiendo algunas propuestas, como la de James G. F. Dunn, la de Montserrat Torrents, y otras.

Una de las cuestiones latentes en la metodología expuesta por José Montserrat a propósito de la fiabilidad histórica de las narraciones evangélicas, que él considera legendarias, o bien muy sesgadas históricamente es la siguiente: ¿es también posible que las circunstancias sociales e históricas que les tocó vivir a los evangelistas conformaran tanto su pensamiento que nos han transmitido una perspectiva distorsionada sobre el Jesús de la historia?

Y como muchos investigadores sostienen que gran parte del sesgo al transmitir noticias sobre Jesús, o añadir palabras de éste que –según la misma crítica- jamás pronunció, de los autores evangélicos se debe a la influencia sobre ellos de la teología, sobre todo de la cruz, de Pablo de Tarso, es lícito preguntarse: ¿Cómo es posible que la teología de un personaje que probablemente ni siquiera conoció a Jesús en persona, Pablo de Tarso, pudiera influir tantísimo en los futuros escritores evangélicos de tal modo que condicionó su producción literaria-histórica, los que hoy llamamos evangelios sinópticos, más el de Juan, que nutren nuestro conocimiento de Jesús?

Esta pregunta se ha planteado desde los inicios de la investigación crítica del Nuevo Testamento, aunque quizá sea el de Samuel G. F. Brandon, en su obra Jesús y los celotas, de 1967, la que lo planteó más agudamente a propósito del Evangelio de Marcos.

Un ejemplo tomado del Antiguo Testamento nos dará la posibilidad de responder tentativamente a la cuestión, que por otra parte hemos intentado poner de relieve cuando, en una postal anterior, hablábamos de la posible influencia del pensamiento paulino en la presentación por parte de los evangelistas de dos concepciones diferentes sobre el concepto de la salvación del ser humano.

El ejemplo es el siguiente: la idea teológica previa sobre la existencia desde siempre del monoteísmo más estricto en la historia de Israel, incluso en sus orígenes más remotos, ha condicionado y modificado la historia, es decir la presentación de hechos más o menos históricos se ha presentado de un modo distorsionado por influjo de la teología.

Luego podremos ver también en otra postal cómo la historia del cristianismo primitivo y de la formación del canon de libros sagrados apuntan a que esta tremenda influencia de la teología de Pablo en un sector de los cristianos fue una realidad y que influyó poderosamente en la composición de los Evangelios.

Todos los investigadores del Antiguo Testamento admiten, basándose en la lectura entre líneas de numerosos datos e indicios ofrecidos por los textos mismos que el politeísmo era la usual en el pueblo hebreo desde sus titubeantes inicios (hacia el siglo XII a.C.) hasta la época del exilio en Babilonia (siglo VI a.C.).

Hacia el siglo IX a.C. la adoración de Yahvé aparece en pugna continua contra el predominio del culto a Baal (profeta Elías).

En el siglo VIII a.C. las profecías de Oseas nos muestran cómo lucha por ganar terreno el culto a Yahvé, pero no se niega la existencia de otros dioses.

En el siglo VII a.C. (reforma religiosa del rey Josías) se percibe cómo se va imponiendo finalmente la exclusiva veneración a Yahvé…, pero todavía debemos esperar un siglo, hasta el VI –momento del Exilio- para que históricamente se pueda decir que el monoteísmo ha triunfado en Israel.

Sin embargo, si un lector normal lee la Biblia hebrea, comenzando por los libros Génesis-Éxodo, cuyas historias se desarrollan en tiempos primordiales y antes o durante el siglo XII a.C., obtendrá una impresión muy distinta a la que acabamos de exponer: desde el principio Yahvé aparece el único Dios de Israel adorado por todos…, pero el pueblo es débil y de vez en cuando, por conveniencia, cae en la adoración de otros dioses.

Con otras palabras: la Biblia dice que el monoteísmo más estricto existó desde siempre, desde los orígenes más remotos del pueblo, en Israel, lo cual no es correcto históricamente.

Ante este hecho una conclusión se impone: la fe firme y acendrada en el Dios único, Yahvé, ha determinado decisivamente desde los inicios mismos la redacción definitiva de toda la Biblia que se comienza a hacer en época del Exilio. La Biblia no ofrece al lector una imagen histórica verdadera del absoluto dominio de Yahvé, sino una distorsionada por una idea teológica previa. En vez de representar la realidad politeísta ofrece al lector, desde los orígenes del mundo, una bien diferente: no hay más que un Dios desde siempre, que es Yahvé, y siempre Israel lo adoró como divinidad única…, lo que es históricamente falso.

La redacción definitiva de la Biblia -que tiene lugar en los cien años que van desde la época de Nehemías (su actividad en Israel va desde el 445 hasta el 433 a.C.) hasta la muerte de Alejandro Magno, 323 a.C.- es un proceso de reescritura del material anterior, por redactores diferentes, pero con un mismo espíritu monoteísta: Yahvé, Dios único, ha intervenido en la historia de una manera especial:

“Todo debía aparecer como la historia del pueblo de Israel con su Dios Yahvé, una historia que avanza de principio a fin, coherente en su conjunto, humano-dramática, pero cargada de sentido” (Hans Küng, El judaísmo. Pasado, presente y futuro, Trotta, Madrid, 6ª ed. de 2007 p. 113).


Así pues, se ha reescrito a fondo todas las antiguas tradiciones, sagas y leyendas fundacionales, y todos los escritos de los profetas se han editado y reorganizado.

Algunos de ellos aparecen ante el lector como la obra de una única figura –por ejemplo, Isaías- cuando en realidad son una composición mixta de al menos 4 profetas diferentes. Todas las historias de los reyes de Israel y Judá fueron reordenadas, y se complementaron con crónicas nuevas a partir de un criterio histórico y teológico que se ha llamado “deuteronomista” porque es el mismo que preside la composición del Deuteronomio. Los redactores hacen que este libro cierre el Pentateuco, la “Ley”, que se presenta por influencia de este libro como obra toda de la mano de Moisés…, lo cual tampoco se corresponde a la historia ni mucho menos.

En una palabra: la Biblia hebrea, que contiene material histórico muy antiguo, del siglo XII a.C. y anterior, aunque envuelto en sagas y leyendas, fue profundamente manipulado en un momento decisivo, en el que se le dio una forma definitiva, movida por una concepción teológica muy clara y determinada de cómo había de entenderse la historia de Israel. El lector moderno, generalmente desinformado, no cae en la cuenta de que una visión teológica ha cambiado el sentido de la historia real. Lo que él tiene en sus manos, la Biblia hebrea, no es pura historia, sino ante todo teología.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Los inicios de la concepción del mesías en el Antiguo Testamento (I)”

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Saludos de nuevo.
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