Pedro en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Pedro en los HchPePl del Pseudo Marcelo (I)

Pedro y Pablo forman un dúo apostólico, unido tanto en la historia como en la literatura cristiana más antigua. Una unión que no fue fruto de concordancias inquebrantables, sino que hubo de moverse sobre una base de graves discrepancias. El resultado definitivo, si nos atenemos al testimonio de los textos, parece que fue de acuerdo en los fundamentos. El problema de los “judaizantes” lleva como abanderados de ambas posturas discrepantes los nombres de Pedro y Pablo. Los judaizantes obligaban a los paganos ya convertidos a hacerse plenamente judíos si deseaban salvarse.

El primer testimonio documental es la carta de Pablo a los fieles de Galacia. En ella reconoce Pablo la diversidad que distingue su misión apostólica de la de Pedro: “Yo he recibido el encargo (pepísteumai) del evangelio del prepucio, como Pedro el de la circuncisión; pues el que facultó a Pedro para el apostolado de la circuncisión, me facultó también a mí para el de la gentilidad” (Gál 2,7-8). Pedro, en efecto, había recibido el encargo de predicar el evangelio entre los judíos, los circuncisos; Pablo tenía que predicarlo entre los gentiles, los incircuncisos.

La carta prosigue narrando el borrascoso incidente de Antioquía, en el que el enfrentamiento entre Pedro y Pablo fue de tono subido. Varios años antes, en el denominado Concilio de Jerusalén, se había producido una solución de compromiso. Solución que “pareció bien al Espíritu Santo y a los Apóstoles” (Hch 15,28). A pesar de todo, ambos apóstoles siguieron caminos en cierto modo paralelos, tanto que acabaron unidos en una fiesta común. Los Hechos Apócrifos de los Apóstoles trazan los perfiles de sus vidas y sus ministerios que tuvieron trayectorias comunes.

Los Hechos Apócrifos de Pedro, como ya hemos dejado constancia, presentan en sus tres primeros capítulos a un Pablo que es el protagonista indiscutible, hasta el punto de que sospechan autores bien documentados, como es el caso de A. Harnack, que podrían ser un fragmento de los primitivos Hechos de Pablo (Cf. A. Piñero y G. Del Cerro, Hechos Apócrifos de los Apóstoles, Vol. I, Madrid 2004, 485-682). La misma tradición literaria unió sus recuerdos de manera que, según el texto del Apócrifo, la ausencia de Pablo, motivada por su viaje a España, quedó resuelta con la llegada de Pedro a Roma: el ministerio del ausente quedaba también sustituido por el de Pedro y el rebaño de los fieles tenía la sensación de que había recuperado a su pastor. En el apócrifo del Pseudo Marcelo, se repite con cierta reiteración que ambos apóstoles tienen los mismos objetivos y predican la misma doctrina. En una de las respuestas de Pablo a las preguntas de Nerón, dice con decisión: “Todo cuanto has oído decir a Pedro, considéralo como dicho por mí, pues tenemos un mismo pensamiento, ya que tenemos a un único Señor, Jesucristo" (62,1).

Pero aunque el autor se esfuerza en subrayar la unidad de Pedro y Pablo siguiendo la estela de los Hechos canónicos de los Apóstoles, no solamente por lo que se refiere a su destino sino a su doctrina, los judíos pretendían marcar las diferencias. Pedro sería un caso irrecuperable, porque había adoptado ya una decisión considerada por ellos como “liberal”. Pablo como “hebreo y de hebreos” debía –según ellos– alzarse contra Pedro y reivindicar la fe íntegra de sus mayores (22,1). Esta disensión había calado en los planos más sencillos de la comunidad cristiana. Entre los cristianos venidos del judaísmo y los oriundos de la gentilidad había surgido una megálē tarakhé(gran revuelo).

Sin embargo, ambos apóstoles, titulares de la evangelización a judíos y gentiles, aparecen juntos en varios documentos. Uno de ellos es el que en la edición de A. Lipsius lleva como título, prácticamente idéntico en la mayoría de los códices que lo transmiten, Hechos de los santos apóstoles Pedro y Pablo (A. Lipsius, Acta Apostolorum Apocrypha, Hildesheim, Nueva York, 1972, I 178-222). El autor proclama solemnemente que de la misma manera que Dios no separa nunca las dos lumbreras del mundo, como son el sol y la luna, así no separa a Pedro y a Pablo, lumbreras de la iglesia (5,2).

Los primeros capítulos, del 1 al 21, cuentan del viaje de Pablo desde la isla de Malta a Roma. En la capital del imperio se encuentran los dos corifeos y allí unen esfuerzos para combatir contra Simón Mago, personaje que parecía seguir los pasos de Pedro desde el encuentro que tuvo con él en Samaría. Simón Mago, que traía revueltos a los samaritanos con sus prácticas mágicas, es conocido en la tradición cristiana particularmente porque quiso adquirir con dinero poderes espirituales, actitud que Pedro rechazó con aspereza, según refiere el autor de los Hechos canónicos (Hch 8). (Continuaremos).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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