La apocalíptica judía no es la matriz absoluta de la teología cristiana (110-12 )

Hoy escriben Florentino García Martínez y Antonio Piñero


Tema: A propósito de la publicación en julio del 2009 del tomo VI de los “Apócrifos del Antiguo Testamento”, “Apocalíptica”, por la editorial Cristiandad de Madrid, discutimos si en verdad la apocalíptica es la matriz de toda la teología cristiana. La tesis de Käsemann de un Jesús no apocalíptico, y de un judeocristianismo que toma del judaísmo circundante los conceptos apocalípticos, los hace gira en torno a la espera de la parusía -o segunda venida de Jesús- y luego los retroproyecta a la vida terrena de éste por medio de las narraciones evangélicas, es criticada muy duramente por Florentino García Martínez.

Ésta es la quinta entrega del análisis y crítica que hoy se centra en concreto en algunos elementos de la reconstrucción histórica –dentro del cristianismo primitivo- del desarrollo de esa apocalíptica postpascual que no parecen conformes con los textos, cuando se leen normalmente.

Käsemann tiene razón al subrayar la división en el interior de la primitiva comunidad cristiana (hebreos o judeocristianismo; helenistas, los seguidores de Jesús judíos, pero de lengua y cultura griegas), pero la cuestión es si esa división se perfiló según las líneas que él indica:

• Una rigurosa comunidad judeocristiana, representante de la apocalíptica postpascual de una parte, que achaca a Jesús una concepciones apocalípticas que son las suyas, pero que Jesús nunca tuvo, y

• El grupo de Esteban y los siete, partidario de la misión a los gentiles y representante de los “entusiastas” (que se ven reflejados en la comunidad cristiana de Corinto), de la otra, y que no son apocalípticos.

Käsemann apela a las informaciones de los Hechos de los Apóstoles para precisar la historia sucesiva del conflicto (artículo “Anfänge”, pp. 168-169. ), pero un examen atento de los textos no parece sostener sus conclusiones. En efecto, Käsemann pone en relación la apocalíptica postpascual, a la que caracteriza como “rígido judeocristianismo” y como “rabinato cristiano”.

Pero esto tiene algunos problemas: el autor que comentamos relaciona esta apocalíptica

• Con los Doce, pero sus posiciones teológicas como grupo nos son prácticamente desconocidas,

• Con Pedro, pero no se puede aplicar totalmente, a pesar de su contemporización con los judeocristianos, en la medida en la que acepta en parte y se incorpora a la misión a los gentiles como da a entender Pablo en su Carta a los gálatas, y

• Con Santiago. Aquí tendría razón pues es el único de los personajes al que de algún modo podría cuadrar con la descripción en cuanto jefe reconocido de la “iglesia de la circuncisión”.

Tampoco su asimilación del grupo de los “entusiastas” con "Esteban y los siete" (Hechos del los apóstoles) parece más afortunada, al menos por lo que respecta al punto fundamental de la misión a los gentiles, ya que Hch 11,19 nos precisa que cuando el grupo de Esteban se dispersa después de su martirio, sus miembros “fueron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin exponer la palabra a nadie, a no ser únicamente a los judíos”.

Es cierto que el versículo siguiente afirma:

“Algunos de ellos eran chipriotas y de Cirene, y ésos, al llegar a Antioquía, hablaban también a los griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús”,


pero en todo caso la unión de ambas afirmaciones nos asegura que el elemento básico de la misión a los gentiles no pudo haber sido el punto de conflicto entre el grupo formado en torno a Esteban y la apocalíptica cristiana postpascual.

· Otro elemento de su reconstrucción histórica que es problemático es la centralidad que atribuye a Jerusalén en el proceso y que no deja espacio para la dimensión galilea del cristianismo postpascual, dimensión que en Mateo, Marcos y Juan es tan importante como la dimensión jerosolimitana de Lucas-Hechos.

· Tampoco su localización de estas comunidades en la frontera siro-palestina, después del martirio de Esteban, la separación de Pedro de Jerusalén, o de la guerra contra Roma, aunque históricamente verosímil, nos parecen atestiguadas en los textos.

· Tampoco encontramos atestiguada suficientemente en los textos la desaparición de esta apocalíptica judeocristiana al retrasarse la parusía. En todo caso, el judeocristianismo, con su Torá-centrismo (la Ley de Moisés como centro de la vida religiosa y su cumplimiento como necesario para la salvación), sus exigencias de pureza y su oposición a la Iglesia de la gentilidad, siguió vivo en suelo palestino durante varios siglos, mucho tiempo después de la supuesta desaparición de la apocalíptica postpascual.

En definitiva, el tipo de cristianismo que Käsemann describe como el lugar de origen de la primera teología cristiana y la matriz de toda la teología posterior, si es que alguna vez existió como realidad histórica, lejos de ser el centro del primitivo cristianismo no parece ser, a lo sumo, más que una de las muchas facetas en las que el mensaje de Jesús y la experiencia pascual fue traducida y cuyas huellas pueden rastrearse en el interior del Nuevo Testamento.


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• En el otro blog, “Cristianismo e Historia” (en la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de hoy es el mismo

• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)

Para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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