Simón Pedro en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Apócrifo gnóstico Pistis Sofía (y III)

A lo largo del Libro Segundo de la Pistis Sofía encontramos palabras pronunciadas por el Primer Misterio, que van interpretando diversos interlocutores. Como el Primer Misterio recomendaba que los que se sintieran iluminados se adelantaran a explicar las palabras que Pistis Sofía pronunciaba, María Magdalena trataba de cumplir esta recomendación según el relato del capítulo 72. Pero se sintió molesta una vez más con la conducta de Pedro, que no aceptaba, al parecer, el protagonismo de la mujer: “Mi Señor, se quejaba María, mi mente está siempre dispuesta a atender y a adelantarse en todo momento a dar la solución de las palabras que (Pistis Sofia) ha pronunciado. Pero yo tengo miedo de Pedro, porque él me ha amenazado y odia a nuestro sexo”.

El Primer Misterio tranquiliza a María, que acaba interpretando el canto de Pistis Sofía con el método empleado por otros intérpretes. En esta ocasión, con el salmo 39 (hebr. 40). La solución agrada al Primer Misterio que anima a la mujer diciéndole: “Bien hecho, María, a fin de cuentas tú eres bendita”.

En las postrimerías del Libro Tercero, ya en el capítulo 122, Jesús prueba a Pedro para ver si es un hombre compasivo y misericordioso. Le cuenta que ha bautizado ya tres veces a una mujer, pero que sigue sin hacerse digna de recibir la luz. Ordena a Pedro que la aparte de las herencias de la luz. Pedro se muestra entonces partidario de dar a la pobre mujer una nueva oportunidad. Decía así concretamente: “Mi Señor, permítele aún por esta vez que le demos los misterios mayores; y si es apta, permitámosle entonces heredar el Reino de la luz, pero si no lo es, aíslala entonces”. El Salvador comprendió entonces que Pedro era misericordioso y magnánimo como su Maestro. La misma María Magdalena completó la conducta ejemplarizante de Pedro recordando el relato evangélico de la higuera estéril.

El capítulo 146, hacia el final de la obra y del Libro Cuarto, cuenta de las tensiones que el protagonismo de las féminas provocaba entre los apóstoles, y concretamente en Pedro. Éste se quejó abiertamente ante Jesús: “Mi Señor, permite que las mujeres cesen de preguntar para que nosotros podamos hacerlo también”. En esta ocasión, Jesús hizo caso a Pedro y rogó a las mujeres que dieran a los demás hermanos oportunidad para preguntar al Maestro. Pedro aprovechó la ocasión para preguntar cuál era el castigo que merecía un ladrón y estafador persistente. Jesús responde con toda una teoría de castigos a manos de diversos jueces y tribunales.

Siguen después otras consultas hechas por diversos apóstoles. Tomás se interesa por el castigo del blasfemo persistente. Será llevado a un mundo de frío y oscuridad hasta que su alma se congele, se destruya y se disuelva. Bartolomé quiere saber el castigo del homosexual, para quien están reparados los mismos castigos que para el blasfemo.

En contra de lo que pueda parecer, el protagonismo de Pedro no es superior al de otros interlocutores. Encontramos, incluso, afirmaciones que suponen que no está considerado como el primero de los apóstoles. Dice así Jesús en el cap. 96: “María Magdalena y Juan el Virgen serán superiores a todos mis discípulos”. Un elogio similar pronuncia Jesús a favor de Santiago el Justo, que había interpretado el noveno arrepentimiento de Pistis Sofía: “Bien dicho, Santiago, muy bien… Tú serás el primero en el Reino de los cielos”. Se ve que los cristianos egipcios no veían con tanta claridad el predominio de Pedro y su autoridad de príncipe o corifeo de los apóstoles.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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