Juan de Zebedeo en la literatura apócrifa (Virtudes de Juan)

Varas


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Las perlas rotas y reconstruidas (c. 5)

Sigue el episodio de las perlas sin una clara conexión con la narración nuclear. Ni los datos cronológicos (altera die) ni los geográficos (in foro) ofrecen datos suficientes para situar el suceso en un momento de la vida de Juan y en un lugar de su ministerio. Después de la historia de Drusiana dice bien poco la referencia de altera die (“otro día”) En cuanto al foro en el que se desarrolla la escena de las piedras preciosas, no se menciona la ciudad.

Podríamos colegir que se trata de Éfeso, porque fue allí donde tuvo lugar la historia de Drusiana narrada en el capítulo anterior, que termina con un dato cronológico: “Y pasó aquel día alegremente con los hermanos”. Pero el episodio siguiente al de las piedras preciosas (c. 6) empieza con la noticia del regreso de Juan a Éfeso. En consecuencia, el encuentro con el filósofo Cratón tuvo su lugar en otra ciudad.

El filósofo Cratón quiso organizar un espectáculo sobre el desprecio de este mundo. Hizo que dos jóvenes ricos compraran y rompieran ante la gente unas piedras preciosas. Pasó Juan por el lugar e informado de los hechos, interpeló a Cratón sobre la necedad e inutilidad del gesto. Sugería luego que hubiera sido mejor venderlas para ayudar a los necesitados. El filósofo replicó retando a Juan para que reconstruyera las piedras volviéndolas a su estado original. Juan realizó el milagro, subrayado con un solemne “amén” de los fieles presentes.

El hecho milagroso, que más bien parecía una frívola exhibición, consiguió el efecto salvífico. Cratón en unión con todos sus discípulos “creyó y fue bautizado”. Más aún, “empezó a predicar públicamente la fe de nuestro Señor Jesucristo”. Los dos jóvenes vendieron sus joyas y repartieron su precio entre los pobres. La consecuencia fue que numerosos creyentes se adhirieron a la causa de Juan.

Las varas y la arena (c. 6)

El c. 6 de las VJ expresa claramente su conexión con los sucesos narrados en el capítulo anterior. El texto habla del regreso de Juan a Éfeso y presenta a dos honorables ciudadanos que pretenden poner en práctica la doctrina sobre las riquezas y su reparto entre los pobres. En efecto, vendieron sus posesiones y todo lo repartieron entre los necesitados. Cambiados de opulentos en mendigos, se arrepintieron de su gesto. Juan descubrió la trampa del diablo y se dirigió a aquellos hombres. Les dijo que si querían recuperar sus riquezas, le trajeran unas varas rectas en sendos manojos. Juan invocó el nombre del Señor, y las varas se convirtieron en oro. Les pidió que llevaran piedrecillas de la orilla del mar, que acabaron convertidas en piedras preciosas.

La parábola del rico epulón y del pobre Lázaro es una prueba del valor de la palabra de Juan. Jesús confirmó sus palabras resucitando a un muerto. Juan confirmaba las suyas liberando a los enfermos de sus pesadumbres. Amplía luego el apóstol sus reflexiones recordando la inutilidad de las riquezas que no podrán acompañar al hombre a la otra vida

Resurrección de un muerto (c. 7)

La separación de los capítulos 6 y 7 no tiene realmente demasiado sentido, es inoportuna, en opinión de Junod-Kaestli (Acta Iohannis II, 784), porque los sucesos narrados en ambos capítulos forman parte de un mismo contexto tanto histórico como doctrinal. La introducción del entierro del joven hijo de una madre viuda se produce mientras el apóstol Juan hablaba sobre el problema de las riquezas. Hay, pues, coincidencia de personajes. Los dos ciudadanos de Éfeso, protagonistas del episodio de las varas y las piedrecillas convertidas en oro y en piedras preciosas, reaparecen aquí, ahora con sus nombres: Ático y Eugenio. El relato ofrece la conclusión lógica de los hechos, que no es otra que la conversión de ambos y su renuncia a las riquezas que fueran el objeto de su nostalgia. Juan repite el milagro, aunque al revés. También se da una coincidencia de contenido, ya que en ambos capítulos se trata el tema de las riquezas, verdadero topos en los Hechos Apócrifos.

El joven resucitado, de nombre Estacteo, anuncia a los dos nobles ciudadanos cuánta gloria han perdido al recuperar sus riquezas. Estacteo da testimonio de lo que ha visto en el otro mundo, donde los ángeles de Ático y Eugenio lloraban mientras Satanás se gozaba con la ruina de ambos. El resucitado, junto con Ático y Eugenio, rogaron a Juan que deshiciera el entuerto, lo que cumplió con prontitud y eficacia.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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