Martirio del apóstol Tomás según sus Hechos Apócrifos

Laurel


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Martirio del santo y glorioso apóstol Tomás (HchTom 159-163)

Así suena el epígrafe del texto del relato final de los HchTom, que contiene los detalles de su martirio. Tomás regresó a la cárcel acompañado por Tercia, Migdonia y Marcia, que deseaban ser encerradas con él. El apóstol les dirigió unas palabras de despedida y esperanza. Estaba eufórico y gozoso por la cercanía de su final y su inminente entrada en la vida eterna y verdadera. Todo era el cumplimiento de los planes de Dios. La muerte no era sino aparente. Detrás de la salida de este mundo esperaba el ser hermoso y misericordioso para cumplir las promesas de riqueza y felicidad que hizo a favor de los que creen en él.

Cuando terminó aquellas palabras, entró en lo más oscuro de la cárcel dejando a las mujeres en la más absoluta desolación. Ellas sabían que el rey Misdeo lo iba a matar. Entretanto, los guardianes de la prisión estaban peleándose entre sí. Discutían sobre el fenómeno de las puertas que el mago extranjero abría y cerraba a discreción con el peligro de una fuga generalizada que sería la perdición de los guardianes. Marcharon para anunciar al rey lo sucedido. Ellos cerraban con sellos las puertas que luego aparecían abiertas. Más aún, su mujer y su hijo no se apartaban del prisionero. Cuando el rey comprobó que las puertas estaban con los sellos intactos, acusó a los guardianes de mentir.

El rey Misdeo se sentó en su tribunal y mandó llamar a Judas Tomás. Cuando entró el apóstol, lo despojaron de sus vestidos y le pusieron un ceñidor. El interrogatorio que le hizo el rey versó sobre la personalidad del apóstol, su origen, su dueño. Tomás confesó ser esclavo de Jesús, el Cristo. Misdeo decía haberse contenido para no acabar antes con aquel mago, pero había llegado el momento de librar a su pueblo de sus encantamientos. Misdeo no sabía qué solución tomar, pues tenía miedo de la muchedumbre. Sabía que muchos ciudadanos, incluidos algunos principales, creían en él y en su doctrina. Tomó, pues, a Tomás y lo llevó fuera de la ciudad con algunos soldados armados. Cuando recorrió unos tres estadios, lo entregó a cuatro soldados y a uno de los oficiales con la orden de que lo subieran a la montaña y allí lo alancearan.

Hubo un conato de motín de algunos de los presentes que pretendieron liberar a Judas Tomás. Pero los soldados se lo llevaron de allí. El texto refiere el detalle de que el oficial trataba con respeto al prisionero. El apóstol pronunció unas últimas palabras sobre los misterios que se cumplen en la vida del hombre. Añadía unas reflexiones sobre el número cuatro de los soldados que lo atravesarían. Cuatro eran los elementos de los que Tomás confesaba haber nacido. En los OrSib III 24-26 leemos: “El mismo Dios formó a Adán de cuatro letras: A-manecer, el D-ía en su mitad, el A-nochecer y la N-octurna Osa”. En griego el nombre de “Adam” está formado por las iniciales de las palabras Anatolé, Dysis, Arktos, Mesembría (Éste, Oeste, Norte, Sur). Pueden verse las notas sobre el “cuatro” y el “uno” en nuestra edición de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles vol. II p. 1193.

Cuando llegaron al lugar en que Judas Tomás debía ser alanceado, el prisionero dirigió a los soldados unas palabras de aliento y exhortación a creer en el Dios que predicaba. Según la versión siríaca, Tomás les exhortaba a practicar todas las virtudes que llevan a la libertad. Habló luego a Vazán pidiéndole que no impidiera la acción de los soldados, sino que les permitiera cumplir las órdenes del rey Misdeo. Pronunció Judas Tomás una plegaria que iniciaba con su exclamación del encuentro con Jesús resucitado “¡Señor mío y Dios mío!”. Insistía especialmente en la liberación que suponía su muerte. Dijo luego a los soldados: “Venid y cumplid la orden de quien os ha enviado” (c. 168,1). “Los cuatro lo atravesaron a la vez y lo mataron”. Los hermanos presentes lloraban mientras adornaban el cadáver con túnicas y sudarios, y lo depositaban en el monumento donde eran sepultados los antiguos reyes.

Sifor y Vazán permanecieron junto a la sepultura hasta que Tomás se les apareció y les rogó que regresaran con la promesa de que no mucho tiempo después serían llevados con el apóstol. Misdeo y Carisio trataron inútilmente de convencer a sus respectivas esposas para que cambiaran de conducta. Tomás se apareció también a ellas y las exhortó a perseverar en su decisión. Sus criados mostraron comprensión a las nuevas actitudes de sus señoras. Los hermanos se reunían en asamblea bajo la dirección de Sifor y Vazán a quienes Judas Tomás había hecho presbítero y diácono respectivamente. Su actividad era tan eficaz que por su medio la fe se acrecentaba en el país.

Los HchTom terminan con el relato de la conversión del rey Misdeo. Un hijo suyo sufrió la posesión diabólica por un espíritu terrible que nadie era capaz de vencer. Se acordó entonces de Judas Tomás; pensó que si lograba tocar a su hijo con un hueso del apóstol podría curarlo. Se le apareció Tomás que le prometió el cumplimiento de sus deseos por la inmensa bondad del Señor. El rey fue al sepulcro, pero no encontró los restos de Tomás. Tomó polvo del sepulcro y lo esparció sobre su hijo pronunciando un acto de fe en Jesús.

Al ver que su hijo quedaba curado, se incorporó a la asamblea de los hermanos a las órdenes de Sifor. Rogaba a todos que rezaran por él para que Dios le perdonara sus antiguos pecados. “Quedaron así completos los Hechos de Judas Tomás, que realizó en la India cumpliendo el mandamiento del Señor que lo envió, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (HchTom 171,1).

((Corona del martirio))

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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