Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas

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Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilías IV-VI

Clemente continúa su alegato contra los filósofos, gramáticos y sofistas que consideran las prácticas de Zeus y de otros miembros de su panteón como dignas de dioses. Razón definitiva para que los iletrados e ignorantes vean en tales conductas ejemplos dignos de imitar. Los mitos enseñados por los filósofos y los gramáticos han germinado en las entrañas del pueblo hasta convertirse en costumbres ancestrales sus doctrinas y sus consecuencias.

La costumbre es una segunda naturaleza

Insiste Clemente en la idea reiterada de que la costumbre se convierte en una segunda naturaleza. Y cuanto más antigua es la costumbre tanto más firme se asienta en los ciudadanos. Esa es la razón por la que los hombres del campo, que están menos en contacto con la doctrina de los mitógrafos, se extravían menos que los que están familiarizados con ella. En este sentido la educación es responsable de conductas y sus justificaciones teóricas. Los que viven al margen de la cultura oficial, viven con más libertad y más de acuerdo con la naturaleza, como pedían los estoicos.

La educación griega es más peligrosa que la ignorancia

Por el contrario “los que desde niños aprenden las letras con estos mitos cuando todavía el alma está tierna, graban en su propia mente las acciones impías de los llamados dioses” (Hom IV 18,2). Luego cuando se hacen mayores, sus creencias se hacen más firmes y más difíciles de rectificar. Y como ocurre con las semillas, al madurar producen los frutos, malos si las semillas son malas, como aquí. Porque es una realidad palpable que uno “se siente cómodo en las cosas a las que se acostumbra desde la niñez” (Hom IV 18,4).

Pero es una ventaja vivir lejos de tales maestros, porque entonces la naturaleza no ha sido contaminada por la costumbre. Y las acciones impías de los dioses no penetran con tanta facilidad en las mentes libres de costumbres de larga duración. Por todas estas razones Clemente concluye que la mala educación es peor que la ignorancia. Lo expresa con claridad y contundencia. Dice así: “Es necesario que los jóvenes no se ejerciten en las enseñanzas corruptoras, y que los que están en la flor de la edad eviten con todo cuidado escuchar los mitos griegos. Pues mucho peor que la ignorancia son estas enseñanzas” (Hom IV 19,1).

La mejor estrategia es la huida

En consecuencia, es obligado huir de todas estas doctrinas, de sus autores, sus defensores, los ambientes donde florecen, ya sean libros, teatros y hasta las ciudades en las que se propalan. Porque como esas doctrinas están llenas y saturadas de impiedades, su maldad se transmite hasta por el aire que se respira. “Y lo peor de todo es que cuanto más ha sido instruido cualquiera de entre ellos, tanto más se aparta de la sensatez natural” (Hom IV 19,4). La educación cristiana no admite términos medios. La educación griega debe juzgarse como algo peor que la ignorancia, que, en opinión del autor de estos textos, es el origen de todos los males.

Doctrinas erróneas de los presuntos filósofos

Pero hay personajes que, presumiendo de ser filósofos, consideran por lo menos indiferentes esas conductas de los dioses. Y acusan de ridículos a los que las censuran. Porque, dicen, no son pecados según la naturaleza como las acciones prohibidas por las leyes. Esas conductas son prohibidas porque son origen de males para la sociedad. Clemente considera ridículas las opiniones de los filósofos. Hay cosas no prohibidas por las leyes, que provocan males y desgracias en abundancia y sin penas ni castigos. Se pregunta, pues, apoyándose en sus razonamientos: “¿No se derivan acaso del adulterio las muertes repentinas, las ruinas de las familias, las magias, los engaños, las incertidumbres y otros muchos males?

El adulterio, como práctica habitual en los dioses, no es motivo de reproche para los filósofos ni para los idólatras. Sin embargo, en la realidad, es fuente de conflictos y hasta de guerras. Una vez más, Troya aparece en el horizonte de la experiencia humana.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
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