Herodes el Grande, de nuevo


Aunque aún deben de quedar ejemplares en las librerías de la primera edición, me comunica el editor de la novela Herodes el Grande que está preparada una segunda edición. Recordarán los lectores que a finales del mes de junio de este año hice una presentación personal de las peripecias interesantes y curiosas de por qué se publicaba de nuevo esta obra. En realidad se trataba entonces de la tercera edición y la que viene la cuarta. Con aquella presentación iban también unas líneas que realzaban la interesantísima y apasionante vida del rey Herodes.

Pasados los siglos volvemos a recordar la vida de este rey de Israel en el fondo tan desconocido. Para conmemorar este evento de su vida, de algún modo resucita entre nosotros gracias a la ficción/realidad de una novela, y porque -como padre de la criatura- experimento un cierto rubor a hablar yo mismo, voy a presentarles un curioso e insospechado texto de un escritor e investigador israelita actual, Israel Knohl, en un no menos curioso libro que lleva por título El mesías antes de Jesús, editado por Trotta, Madrid, 2004, pp. 25-31.

Espero que sea interesante esta reconstrucción ficticia de un día en el palacio de Herodes y de la relación de éste con los esenios, a la par que sirva de introducción a la novela sobre tan interesante personaje, Herodes, llamado el Grande. Elimino las notas eruditas y realizo sólo una pequeña modificación para acomodarla a las circunstancias.

He aquí el texto:

“Fecha: un día de enero del año 18 a.C. Lugar: Jerusalén, palacio de Herodes, en la zona occidental de la ciudad alta, y en el barrio esenio de la capital, al sur del palacio.

El esenio se levanta pronto por la mañana, antes de la salida del sol, y camina hacia la “Casa de la adoración”, el lugar donde los de su grupo se reunían para sus oraciones y asambleas en Jerusalén. En este edificio, en lo alto de una colina, se habían reunido todos los miembros de la comunidad para la oración matutina. Tras las plegarias, el esenio abandona el edificio. El sol invernal surge por el este sobre el Mar Muerto y las montañas de Moab, visibles en la lejanía. El esenio camina en dirección norte dejando atrás las casas de los de su comunidad y pronto llega al palacio del rey Herodes.


Esta lujosa edificación, completada sólo recientemente, está rodeada por una muralla elevada, y protegida al norte por tres enormes torres. El palacio está compuesto por dos grandes y espléndidos edificios: uno es llamado el “Cesáreo”, en honor del emperador romano Augusto; el otro es el “Agripeo”, así denominado por Agripa, yerno de Augusto, con el que Herodes mantiene amistosas relaciones. En el patio del palacio hay pórticos, un jardín con muchos árboles, piscinas de agua, y fontanas de bronce. Hay también algunos columbarios, pues el rey es aficionado a la cría de palomas.

El esenio entra en palacio. Los amigos y parientes de Herodes se han reunido con el rey esta mañana y celebran un juicio. El asunto al que prestan su atención es extremadamente complejo. El esenio recuerda las instrucciones del libro sapiencial de su comunidad: “No hables hasta que hayas oído lo que tengan que decir…, y entre los príncipes responde con cuidado”. Espera hasta que unos cuantos de los amigos y parientes del rey hayan expresado sus opiniones, y sólo entonces pide permiso para pronunciarse. Habla con suavidad y su inmensa sabiduría va desarrollando la solución a esa compleja cuestión legal.

Al mediodía el rey y sus hijos, sus amigos y parientes se sientan en la gran sala del Cesáreo para el almuerzo. La decoración de las paredes recuerda las pinturas del palacio de Augusto en Roma. El primer plato es de pescado con una salsa especial, el garum, enviada desde Roma a las cocinas de Herodes. El segundo plato, el principal, es paloma asada, de los columbarios del rey. Para postre hay manzanas, enviadas al rey desde Cumas, en Italia. Durante la comida Herodes y los miembros de su corte degustan un vino italiano, de la variedad filoniana. Un gran cargamento de este vino había llegado hacía poco al palacio real desde los viñedos de Lucio Lenión, en el sur de Italia. El esenio, escrupuloso observante de las leyes dietéticas, no prueba los alimentos servidos a los otros invitados, sino que recibe una porción especial de frutas y verduras en un plato de piedra, resistente a las impurezas.


Después del almuerzo, el famoso escritor e historiador Nicolás de Damasco, miembro permanente de la corte de Herodes, se levanta. Lee en voz alta dos cartas que acaban de llegar de Roma. Una es de los hijos de Herodes, Alejandro y Aristóbulo. La otra es del anfitrión de sus hijos en Roma, el político y escritor Asinio Polión. Polión escribía sobre el retorno de Augusto de un viaje por Oriente. Contaba también un evento que le había causado una gran desolación: la muerte de su amigo, el celebrado poeta Virgilio.

Virgilio había partido de Italia en dirección a Atenas en el 19 a.C. Su intención era permanecer en Grecia durante tres años para completar su obra más importante, la Eneida. En Atenas, sin embargo, Virgilio se encontró con el emperador Augusto, que volvía hacia Roma tras un viaje por el Oriente. Augusto persuadió al poeta que volviera a Roma con él. En el camino Virgilio cayó enfermo. No logró llegar a Roma, sino que murió en Brindisi el 20 de septiembre del 19 a.C. Polión añadía en su carta que Virgilio, antes de abandonar Roma en dirección a Grecia, había nombrado a Varión su testador literario. Como Virgilio sentía que la Eneida estaba incompleta, había ordenado a Varión quemarla si no le era posible retornar a Roma sano y salvo. Augusto, sin embargo, dio orden de que no se cumplieran los deseos del poeta, y así se salvó del fuego la gran obra.

Cuando concluye la lectura de la carta de Polión, el esenio abandona el palacio real dirigiéndose al barrio donde habitan los miembros de su grupo. Entra en una de las muchas salas de baño rituales que existen en el sector, se desnuda y se introduce en el baño. Tras su purificación, se cubre con una vestidura blanca proporcionada por uno de los miembros de su comunidad.

Los miembros de la secta se reúnen entonces para la cena. La atmósfera y el menú son completamente distintos a los del palacio de Herodes. Los participantes se sientan en una larga mesa presidida por un sacerdote y por el esenio, que es el nasí, el dirigente de la comunidad. El panadero va pasando por la mesa y coloca delante de cada persona un bollo. Detrás de él va el cocinero, que da a cada miembro un plato de verduras cocidas. En primer lugar el sacerdote bendice el pan y el vino, y come un trozo de pan; luego el esenio bendice el pan y come un trozo del bollo que está ante él. Sólo entonces pueden los demás bendecir el pan y comer. Durante la cena reina un silencio absoluto. Al final de la comida los miembros de la comunidad pronuncian una bendición final y dan gracias a Dios por los alimentos recibidos.

Tras la comida, el sacerdote se levanta y bendice al nasí (dirigente) de la comunidad:

“Que tu cetro devaste la tierra
y que con el soplo de tus labios aniquiles al Malvado;
Haga (Dios) de hierro vuestros cuernos (“poder”)
y de bronce los cascos (de vuestros caballos),
pues Dios te ha suscitado como vara para los reyes
y te fortalecerá con su santo nombre".


Para los miembros de la secta esenia el nasí es quizá el mesías oculto, destinado a reinar sobre todas las naciones. El poder habrá de pasar a sus manos tras una guerra en la cual el esenio y sus seguidores derrotarán a los ejércitos de las naciones…, ante todo al de Roma. El “Malvado”, al que el esenio matará con el soplo de su boca, es el “rey de los kittim”, nombre cifrado del César Augusto de Roma. Esta imagen visionaria no es una mera abstracción. El mesías y sus seguidores están sentados y tienen un rollo frente a ellos. En ese manuscrito hay un plan detallado para la futura guerra escatológica “entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas”.

Obviamente estas actividades se desarrollan en el mayor de los secretos. Si el rey Herodes, o alguno de sus informadores, se enterara de las aspiraciones del mesías esenio y de sus seguidores, o de los preparativos de una guerra contra los romanos, los condenaría a muerte sin dudar. Serían trasladados a Hircania, una fortaleza en la zona más desolada del desierto de Judea, sometidos a terribles torturas y asesinados. Sin embargo, todos los miembros de la secta han pronunciado un juramento al integrarse en la comunidad comprometiéndose a no revelar sus secretos a los de fuera, incluso aunque fueran torturados hasta la muerte. El resultado es que nadie ajeno a la secta sabe nada sobre el cabecilla mesiánico y la preparación para la guerra.

Bien entrada la noche, el mesías esenio se va la cama. A la mañana siguiente irá de nuevo al palacio de Herodes, se sentará con los hijos del rey y conversará con el monarca. El diálogo tendrá lugar en una sala que lleva el nombre del Emperador Augusto. Ninguno de los que toman parte en la conversación podría imaginar jamás que, sólo unas horas antes, el respetable invitado había estado sentado con los miembros de la comunidad planeando el derrocamiento de Augusto y la derrota de su ejército en el día de la venganza” (pp. 25-31).

Espero que les haya interesado. El ambiente dibujado por Knohl es similar al desarrollado en la novela, ambiente que nos introduce de lleno en los albores del apasionante siglo I de nuestra era.

Saludos cordiales, Antonio Piñero.
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