Supuestos “contrastes” entre Juan el Bautista y Jesús de Nazaret (I)

Hoy escribe Fernando Bermejo:

A lo largo de varios meses hemos señalado que, a la luz de la reconstrucción histórica más verosímil, es apreciable un gran número de paralelismos –hemos detectado veintitantos– entre Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. Estos paralelismos afectan no sólo al mensaje de estos predicadores palestinos, sino también a su personalidad religiosa y a su destino.

Por supuesto, esto no significa que entre estos dos personajes no haya diferencias. Por ejemplo, Jesús parece haber desarrollado una actividad que tanto él como algunos de sus contemporáneos interpretaron como taumatúrgica, mientras que no tenemos noticias de tal actividad en el caso de Juan. Sería fácil enumerar otras varias diferencias, aunque tal actividad sería superflua teniendo en cuenta que casi toda obra, sobre todo la divulgativa, sobre Jesús enfatiza precisamente estas diferencias, normalmente construyendo un Jesús en franco “contraste” con el Bautista.

Lo que resulta llamativo es que varias de las supuestas diferencias entre Juan y Jesús, cuya enumeración se ha convertido ya en cliché en la exégesis mayoritaria, no resisten el escrutinio crítico, y más bien traicionan precomprensiones religiosas y teológicas en los autores que insisten en ellas. En éste y próximos posts señalaré algunas de estos pseudo-contrastes.

Uno de esos clichés es la dicotomía entre un Jesús anunciador de un mensaje alegre y salvífico, contrapuesto a un Bautista predicador de la condenación. La impresión que se crea en el lector es que la figura de Jesús fue radiante y luminosa, mientras que la de Juan Bautista fue francamente sombría.

Hay varias razones de peso para descartar tal contraste.

En primer lugar, una elemental consideración a priori. Las fuentes –tanto judías como cristianas– evidencian el gran éxito inmediato de la predicación de Juan y la consideración de que éste gozó. Ahora bien, tal éxito es apenas comprensible si Juan hubiera sido simplemente una figura sombría portadora de un mensaje ominoso. La gran capacidad de atracción del Bautista no parece atribuible a un fenómeno de masoquismo colectivo, sino más bien a que ese mensaje poseía dimensiones impactantes y gozosas, que respondían a las necesidades espirituales de su auditorio.

En segundo lugar, esa consideración a priori se ve confirmada por el examen de las fuentes. Incluso en los escasos textos conservadas sobre Juan Bautista se aprecia que las imágenes que utilizaba este predicador contenían una dimensión positiva: la figura que vendría quemaría la paja con un fuego inextinguible, pero también reuniría el trigo en el granero (una obvia imagen de salvación). El énfasis en el perdón que recibirían los que se arrepintiesen y la enseñanza moral del Bautista (recuérdese su tratamiento en el evangelio de Lucas), con su énfasis en el compartir con los menesterosos, son ulteriores muestras de un mensaje destinado a suscitar esperanza y consuelo en sus destinatarios.

En tercer lugar, la imagen de Jesús como un predicador meramente de noticias gozosas es una obvia distorsión de los testimonios disponibles. Los Sinópticos ofrecen numeroso material históricamente verosímil en que Jesús anuncia cosas terribles (no menos terribles que las anunciadas por Juan) para quienes no le escuchasen. Remito al lector al post titulado “Anunciando buenas y malas noticias: Juan y Jesús”, así como a la bibliografía allí señalada.

En suma, el presunto “contraste” entre Juan y Jesús en relación a la naturaleza (alegre/ominosa) de su mensaje es un simple cliché, que se ve refutado no sólo por el sentido común, sino también por las fuentes conservadas. Ni el mensaje anunciado por el Bautista fue tan oscuro, ni el anunciado por Jesús fue tan luminoso.

Por supuesto, pudo haber un cambio de matices o de acento en la presentación del segundo, pero esto no equivale a una diferencia sustancial, mucho menos a un “contraste”. Es lamentable (pero inevitable) que esta caricatura siga siendo vendida como historia por muchos autores de libros sobre Jesús, y aceptada como historia por un gran número de lectores.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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