Ángeles y Demonios. Mutaciones de la religión judía helenística (VI)

Hoy escribe Antonio Piñero

Decíamos en el post anterior que la figura de Dios se trascendentaliza en extremo en época helenística. Los teólogos huyen de los antropomorfismos ingenuos de las narraciones del Génesis y otras, y expanden una concepción de Dios mucho más intelectual, más al estilo del pensamiento abstracto helénico.

I. Angelología

El vacío dejado por la lejanía de Dios se llena en la teología judía helenística con miríadas de ángeles, que hacen de intermediarios entre Dios y el hombre.

Es cierto, por un lado, que la creencia en ángeles había existido desde siempre en el judaísmo, si bien en los relatos más antiguos del Antiguo Testamento los emisarios divinos tienen apariencia humana; el desarrollo de la imagen de seres alados es posterior.

Pero es cierto también, por otro, que en las épocas anterior y posterior al Exilio (tiempos de los profetas Ezequiel, Zacarías) los ángeles son -como tributo a la lucha en pro del monoteísmo- unas figuras relativamente poco definidas, imprecisas, un tanto desdibujadas en sus múltiples funciones.

En época helenística, por el contrario, cuando el monoteísmo no puede ya sufrir ataques por estar bien consolidado entre el pueblo, y cuando se ha desterrado el temor de que los ángeles pudieran ser concebidos como dioses de segundo orden en competencia con el principal, hay un progreso en la concepción de estos espíritus: adquieren en la literatura que trata de ellos contornos más definidos, se jerarquizan en grados y se les otorga nombre precisos: se crea en suma una auténtica angelología que antes no existía.

Esta teología caracteriza a los espíritus angélicos y a su misión con los siguientes rasgos principales:

• Los ángeles son también seres creados por Dios, no autónomos;

• Son multitud inmensa y se hallan divididos en múltiples rangos y clases, desde los ángeles superiores o los que “contemplan la faz de Dios” (que se hallan siempre ante la presencia divina, o cuidando de los mortales), hasta los inferiores, encargados de controlar los fenómenos de la naturaleza.

• Los ángeles superiores velan para que la historia siga el curso fijado en las tablas celestiales y se cumpla a la larga la voluntad del Señor. Son guía, protección y, a veces, castigo de los mortales.

• Los espíritus inferiores se ocupan de aspectos más “materiales” relacionados con el gobierno mecánico del universo.

Las dos clases de espíritus asumen, pues, ahora más funciones respecto a los mortales y su entorno que en época anterior. Es decir, se ocupan ahora de asuntos en los que antes era “competente” la divinidad. La idea de fondo de esta teología es la ya señalada: todo aquello que pueda comportar una concepción antropomórfica de Dios queda eliminado en época helenística y pasa a ser “competencia” angélica, es decir el control directo del cosmos, los astros, los seres humanos y los animales. Dios queda “aparte” y no se “mezclará” ya en estos asuntos menores.

II. Demonología

A la vez, como contrapartida, aumenta en el Helenismo el número de demonios, seres que en la concepción teológica popular judía de la época intentan oponerse con mayor decisión que antes a los planes sobre los hombres de ese Dios tan lejano de sus súbditos.

Los demonios reciben también nombres precisos en esta época, Beliar/Belial, Mastema, Beelzebub, y se concretan y precisan sus funciones y poderes. En la teología judía helenística los demonios son ángeles rebeldes a Dios, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del ser humano, a quien envidian por haber sido formado a imagen y semejanza del Creador.

El eterno problema del origen del mal, no planteado crudamente en el judaísmo hasta el libro de Job (siglo IV), encuentra ahora una respuesta inmediata, aunque no última, en la acción de estos personajes angélicos, mitad seres personales, mitad fuerzas personalizadas. No hay a este respecto una teología unitaria en la literatura judía helenística, pero el esquema general de pensamiento sobre el origen del mal es el siguiente: el mal es, en conjunto, superior al hombre y no puede explicarse siempre por el simple libre albedrío. Pero tampoco se debe a Dios, que es bueno; tiene su origen, por tanto, en otros poderes suprahumanos distintos del hombre y de Dios: y éstos son los demonios.

A su vez, el origen de estos personajes tan nefastos se explica de muy diverso modo:

A. O bien son ángeles desviados que pecaron sexualmente con las hijas de los hombres, según la curiosa y muy antigua tradición que recoge y sustenta el misterioso relato de Génesis 6,1-2: “Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los “hijos de Dios”(= los ángeles), que las hijas de los hombres les venían bien y tomaron por mujeres a las que preferían entre ellas…”

B. O bien son espíritus rebeldes a Dios por negarse a obedecerle en todo, por ejemplo cuando la divinidad les ordena adorar a Adán, formado a imagen suya.

En los estratos de tradición primitivos, representados por el libro apócrifo y apocalíptico denominado 1 Henoc, se distingue entre los ángeles que introdujeron el mal en el mundo (los “vigilantes”) y los demonios (descendientes de los gigantes, fruto a su vez de la unión de los “vigilantes” con las hijas de los hombres), que continuaron su influjo maléfico sobre la humanidad. La tradición manuscrita ha conservado estos textos:

• Los “vigilantes” son los mismos espíritus descritos en Génesis 6: desean a las mujeres y se dicen a sí mismos: “¡Ea, escojamos entre los humanos y engendremos hijos!" Su jefe se llama Semyazá (1 Henoc 6,1ss)

• los demonios, son parecidos, aunque diferentes por su origen. Su misión es ante todo enseñar cosas malas a los hombres para que se aparten de Dios. Su jefe Azael/Azazel: “Enseñó a los hombres a fabricar espadas, cuchillos, escudos y petos; los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; a las mujeres cómo alcoholar (“alcohol” es también la pintura de ojos formada por polvo fino metálico) los ojos y embellecer las cejas… y se produjo gran impiedad y mucha fornicación… el demonio Tamiel enseñó astrología…, etc.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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