Jesús como Dios ( y V, por ahora)

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con nuestra tema, de postales anteriores en torno a la preguna si se puede responder desde el punto de vista del análisis histórico de los textos recibidos a la cuestión si Jesús se consideró a sí mismo hijo real de Dios en el pleno sentido de la palabra.

2. Textos que sostienen que Jesús es "Hijo de Dios" en los que el lector deduce que se trata no de una filiación metafórica sino real.

Así Mt 11,27:

"Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo...",


O Mc 15,39:

"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios",



O la pregunta de Caifás de Mc 14,61 y la respuesta de Jesús:

"¿Eres tú el mesías, el hijo de Dios bendito?". "Sí lo soy".


Respecto a los dos primeros, la crítica es unánime en ver en ellos una manifestación de fe trinitaria que no se corresponde con lo que pensaba Jesús, quien –como buen judío, sinceramente religioso y practicante de su fe- no sabía nada de la Trinidad. Son, por tanto secundarios, no auténticos.

Respecto a la pregunta de Caifás -que el mesías fuera hijo de Dios- debemos afirmar: tal expresión no quería decir en el judaísmo del momento, y menos en boca de Caifás, el sumo sacerdote, que el mesías fuera hijo óntico, "físico", real, de pleno sentido, de Dios, sino que al igual que el rey de Israel, o cualquier profeta ungido, Dios tenía con él una especial relación de afecto y cuidado. Ninguno de estos textos aparece en los tratados modernos de cristología como palabras auténticas de Jesús expresando su divinidad. El libro de Murray J. Harris, Jesus as God (“Jesús como Dios), no trae estos textos como palabras de Jesús.

¿Una filiación específica?

Hago aquí una suerte de paréntesis entre los números 2 y 3.

Se argumenta continuamente que la divinidad real de Jesús –aunque no se afirme directamente en los Evangelios- se deja “traslucir” indirectamente: Jesús tenía respecto a Dios una conciencia tan clara y tan distinta de su filiación, que denomina a Dios "Abbá", padre (Mc 14,36 –ocurrencia única en todos los Evangelios, pero uso de Jesús confirmado indirectamente por Pablo de Tarso en Rom 8,15; Gál 4,6). Con otras palabras: Jesús distingue claramente entre su Dios y el Dios de los discípulos, de donde se argumenta que debe deducirse al menos la indicación implícita de que Jesús se consideraba “hijo” de Dios de un modo especialísimo, con una conciencia tal de la diferencia de su filiación respecto a la de los demás mortales…, que es lícito ver en ello un indicio de su divinidad real.

El tema es tan importante que merece ser tratado específicamente en una serie completa. Por ahora adelantamos que el argumento no me parece convincente: esa conciencia especial de “filiación divina” la tenían en el judaísmo de época de Jesús otros rabinos carismáticos, aceptados como ejemplo (aunque se hayan conservado pocos casos: Haniná ben Dosa, Honí el circulero, Abba Hilkya) de rabinos carismáticos, sanadores, exorcistas y taumaturgos por los investigadores actuales después de trabajos bien conocidos al respecto. Todos estos personajes tenían una conciencia especialísima de ser “hijos de Dios” de un modo diferente a la gente “normal”; todos ellos consideraban “su Padre” a Dios de un modo particular.

Es más: en el pensamiento de los rabinos un poco posteriores a Jesús, de época tanaítica (años en los que se está reuniendo el material de la Misná: siglo II d.C.) aquel que fuera en verdad mesías [apostillamos nosotros: o tuviera conciencia mesiánica, como Jesús al menos al final de su vida; o lo que se dice de Bar Kochba más abajo], debía tener una conciencia especial de su filiación respecto a Dios conforme al Salmo 2,7-8 “Voy a anunciar el decreto de Yahvé: Él me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra”. Este salmo se lo aplicaban tanto al rey –teórico en esta época- como al mesías. Y es bien sabido que los rabinos tanaítas jamás pensaron en otro mesías que no fuera una figura humana. Eso sí, el mesías habría de ser “hijo especial de Dios”, con especial asistencia divina.

Por tanto, pienso que la conciencia de “especial filiación respecto a Dios” del rabino Jesús encaja perfectamente en este marco judío. No se puede deducir de ella ninguna atisbo de “filiación” óntica y real que es de lo que aquí tratamos no de una filiación divina al fin y al cabo metafórica por intena que se sintiese.

Queda fuera de consideración en este blog, que procura ser en verdad de filología y de historia (de historia antigua, de historia de las ideas, de Jesús y del cristianismo primitivo) una consideración teológica de una cristología del “hijo de Dios” o de la divinidad de Jesús “ascendente” o “descendente”. Ambas parten de un punto de vista teológico-confesional. La “descendente” supone la existencia de Dios –que aquí ni se discute ni se afirma-, de la existencia desde toda la eternidad del Hijo, Logos, Pensamiento o Palabra del Padre y de su “descenso” en Jesús. La “ascendente” supone la realidad histórica de la resurrección de Jesús (sea como fuere como se entiende), y su “ascenso” cabe Dios y su constitución como Hijo (sea como fuere como se entiende). Estos son temas confesionales y no pertenecen a la historia. Dejo su discusión para los teólogos.

Sigo ahora, tras el paréntesis, con mi enumeración anterior

3. Pasajes que proclaman a Jesús como mesías, que a su vez se entiende, al menos implícitamente, como ser divino. Los más contundentes están relacionados, naturalmente con lo dicho en el párrafo anterior.

Los más importantes son dos: Mt 16,16: "Tú eres el mesías, el hijo de Dios vivo", y Mc 14,61; "¿Eres tú el mesías, el hijo de Dios bendito?, que acabamos de considerar.


Respecto a ellos dice la crítica: son textos que no afirman en absoluto que el mesías tenga que ser ónticamente, es decir, por naturaleza hijo de Dios. Repito lo dicho hace un momento: es cosa bien sabida que en el judaísmo que vive Jesús el mesías era un ser totalmente humano y terrenal.

En rl segundo cuarto del siglo II d.C., el Rabí Aquiba proclamó mesías a Simón bar Kochba o Koquebá, un hombre de carne y hueso, un guerrero pretendiente a libertador de Israel, un rey absolutamente terrenal. Igualmente hasta hoy día los que son proclamados mesías son seres humanos como cualquiera de nosotros. Por ejemplo los rabinos de la secta Lubawitsch (el último que conozco, Moses Schneersohn murió hace más o menos unos quince años).

Dijimos ya en el post que dedicamos a la entrada de Jesús en Jerusalén que él nunca explicó en sus palabras que él era un mesías distinto a lo que creía la gente que escuchaba sus predicaciones. Vimos cómo cuando Jesús entró en Jerusalén como mesías –escena que en líneas generales consideramos auténtica por el criterio de dificultad-, es aclamado por el pueblo de acuerdo con la ideas tradicionales del judaísmo (Mc 11,8-10 y par.). Y nos parece claro también que ésta es la concepción que afirman tener los discípulos de Jesús que Lucas pinta en el capítulo 24,21 la marcha a Emaús: "Nosotros creíamos que iba a restaurar a Israel"... o Hechos de los apóstoles 1,6: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino de Israel?".

4. Textos que llaman "Señor" (griego Kýrios) a Jesús, no en un sentido banal (lo que aparece repetidas veces en los evangelios), sino implicando la divinidad del que es "Señor". El pasaje más diáfano en los evangelios podría ser Mc 12,35-37:

"¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra..."


La crítica afirma a propósito de este pasaje que es más que probable que sea un texto secundario: una creación posterior de la comunidad primitiva, posterior a la muerte de Jesús que contiene material apologético, de defensa de la fe cristiana, que conocemos por otras vías. Las razones para considerar este texto secundario, es decir, que contiene palabras no auténticas de Jesús son las siguientes:

1. En esta clase de discusiones Jesús nunca toma la iniciativa. El que la tome aquí hace el pasaje sospechoso en cuanto a la forma.

2. Parece deducirse de este pasaje que Jesús argumentaba que el mesías no puede ser hijo de David. Pero esta afirmación contradice el capítulo 11 del mismo Marcos, en donde es aclamado como hijo de David y él no se molesta en contradecir a quienes así lo proclaman.

3. Si Jesús hubiese contradicho de manera tan clara la concepción de que el mesías no era hijo de David, tal concepción jamás habría tenido un sustento firme en la comunidad primitiva. Ahora bien, lo cierto es que ya Pablo la conoce y la mantiene (Rom 1,1-4):

"Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro”.


4. El argumento de fondo del pasaje marquiano podría ser que Jesús, aunque mesías no es hijo físico de David, sino algo superior a hijo de David, es decir hijo de Dios óntico. Ahora bien, tal argumentación sería una confesión de fe de la comunidad helenística, no palabras atribuibles al Jesús de la historia.

En conclusión, de las más o menos 1.315 veces que aparece la palabra "Dios" en el Nuevo Testamento, sólo hay siete –como dijimos- que afirman de alguna manera que "Jesús es Dios", pero entre ellas ninguna en la que los críticos estén de acuerdo que procede de los labios del Jesús histórico.

Por ello, como conclusión provisional [prometimos que el tema es tan amplio e importante que debe seguir siendo tratado en postales futuras], podemos afirmar: en opinión de la crítica, es más que dudoso que Jesús se considerara a sí mismo como Dios verdadero, ya que no conservamos ninguna palabra auténtica suya que lo afirme y –como veremos también- no encaja con la concepción que tenía de Dios, ni con su religión tal como se deduce con claridad de los Evangelios mismos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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