Lo puro y lo impuro desde el punto de vista de la magia. La contramagia divina (Antiguo Testamento y restos de magia XVII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Este tema -lo "puro e impuro" desde el punto de vista de la magia- lo voy a tratar muy someramente porque sobre estos dos conceptos en el Antiguo Testamento y al inmenso número de prescripciones sobre animales lícitos e ilícitos, y respecto a las normas que jalonan sobre todo el libro del Levítico y los ritos para recuperar la pureza perdida o para alcanzar un determinado grado de santidad, creo que basta tan sólo con decir que en los manuales de Historia de las Religiones puede encontrar cualquiera un amplísimo material comparativo, lo suficiente como para asignar a estas prescripciones y ritos veterotestamentarios un claro origen en creencias tabuísticas y mágicas primitivas.

A la vez, me parece claro, que ciertas prohibiciones respecto al consumo o contacto con diversos animales como la liebre, los ratones, las serpientes, etc., se deben a un deseo expreso de los legisladores de apartar al pueblo israelita de seres portadores de poderes mágicos, tal como lo estimaban las gentes de alrededor.

Pero también deseo señalar que más tarde perderán este sentido mágico, hasta llegar a alcanzar en el judaísmo farisaico de los momentos en los que ya no hay Templo (sobre todo a partir del año 135 d.C. con la segunda derrota de la nación judía ante el Imperio romano: fin de la segunda Gran Revuelta) sobre todo un claro sentido de respeto y cortesía para con Dios, ciertamente más que un sentimiento del poder automático de ciertos ritos de limpieza para lograr congraciarse con la divinidad. Sin embargo, en tiempos de Jesús, parece que el sentido de lo puro e impuro conserva alguna parte del significado antiguo, tal como lo tratamos en el comentario correspondiente a la obra de Paolo Sacchi.

La contramagia divina

Encontramos en el Antiguo Testamento diversos pasajes en los que los narradores bíblicos presentan las acciones mágicas de los adversarios totalmente vencida por la potencia procedente del Dios único, Yahvé, que actúa a favor de los héroes israelitas. Esos textos, sin embargo, mirados con ojos de hoy nos revelan un no menor proceder mágico al servicio de aquellos que se proclaman heraldos del Dios único.

Esta especie de concurso entre dos poderes antagónicos es sumamente revelador, porque el modo de proceder tanto en la magia como en la contramagia ortodoxa judía -según los textos del antiguo Testamento- es el mismo. Así, José, en el capítulo 41 del Génesis, aparece como un adivino poderoso, más que sus contrincantes egipcios. Al despertar de su sueño -dice el texto-estaba el Faraón inquieto en su espíritu, y "envió a llamar a todos los magos y sabios de Egipto, pero no hubo quien le interpretara su sueño".

José, por el contrario, inspirado por el verdadero Dios fue capaz de hacerlo al instantecomo dice Gn 40,8 y 41,16:

«Hemos soñado un sueño - le dijeron - y no hay quien lo interprete.» José les dijo: «¿No son de Dios los sentidos ocultos? Vamos, contádmelo a mí.»; Dijo Faraón a José: «He tenido un sueño y no hay quien lo interprete, pero he oído decir de ti que te basta oír un sueño para interpretarlo». Respondió José a Faraón: «No hablemos de mí, que Dios responda en buena hora a Faraón».


Notemos de paso que este pasaje parece ser una variación del esquema narrativo antiguo "disputa de los sabios". El auténtico sabio, José (v.16), está inspirado por Dios y tiene una iluminación carismática; los demás =en caso de acertar= están iluminados por Satán o sus adláteres.

Según Gn 44,5, el mayordomo de José lo declara adivino =como cualquier otro, cuando habla de la copa presuntamente robada por los hermanos de José:

¡Se trata nada menos que de lo que utiliza mi señor para beber, y también para sus adivinaciones! ¡Qué mal habéis obrado!».


José mismo lo confirma en 44,15:

José dijo a sus hermanos: «¿Qué habéis hecho? ¡ ignorabais que uno como yo tenía que adivinarlo sin falta?»


Se deduce que José, como otros adivinos paganos, utilizaba la figura formada por los posos del vino en su copa, o el sonido del líquido al caer en ella, o quizás la forma que tomaban algunas gotas de aceite, para adivinar los acontecimientos futuros, al igual que el resto de los magos del Oriente contemporáneo. La diferencia no radicaba en lo que se hacía -ya que José es pintado como un adivino-, sino en la divinidad a la que se sirve y que opera en el adivino.

Aquí se trata del género de adivinación bien conocido en la historia de las religiones como lecanomancia. La adivinación por líquido está bien atestiguada en Babilonia. Pero ese tipo de profecía fue más tarde prohibido en Israel (véase Lv 19,26; Dt 18,10). En el mundo clásico son de destacar ciertos textos que destacan esta práctica, como Estrabón XVI 2,39; Jámblico, De mysteriis III 14 y S. Agustín, Ciudad de Dios VII 35.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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