Los milagros y la magia. Restos de magia en el Antiguo Testamento (XIX)

Hoy escribe Antonio Piñero

El ciclo de Eliseo, que comienza en el 2º capítulo del libro 2º de los Reyes está lleno de milagros realizados por medio de acciones que hoy denominamos mágicas. El primero está conectado con la vocación de Eliseo. 1 Reyes 19,19-21 la relata así:

Partió Elías de allí (el monte Horeb) y encontró a Eliseo, hijo de Shafat, que estaba arando. Pasó Elías y le echó su manto encima; él abandonó los bueyes...y entró a su servicio.


El manto de Elías tenía propiedades milagrosas, como se demostró poco después:

Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas (del Jordán), que se dividieron de un lado y de otro y pasaron ambos (Elías y Eliseo) a pie enjuto (2 Reyes 2,8).


Al caer sobre Eliseo el manto, cambió su mente y designios y, una vez que Elías fue asunto al cielo, pasó junto con la prenda todo el espíritu (2 Reyes 2,19) y el poder taumatúrgico de Elías a su discípulo Eliseo. En cierta ocasión los hombres de Jericó se quejaron ante el profeta de la insalubridad de las aguas de la ciudad. Eliseo pidió una olla nueva y sal común. Se acercó al manantial que surtía de agua a la villa, arrojó en él la sal de la olla, y al instante se sanearon las aguas (2 Reyes 2,19-22).

En otra ocasión, en tiempos de hambre en la ciudad de Guilgal, la comunidad de profetas de aquel lugar envió a uno de sus miembros al campo a recoger alguna hierba comestible. El hombre recolectó una especie de calabazas silvestres y las coció. Se dispusieron a comer, y al gustarlas notaron que las calabazas eran venenosas. Gritaron entonces: "La muerte en la olla, hombre de Dios". Y no podían comer. Entonces Eliseo tomó harina y la echó en el recipiente. Comieron luego tranquilamente, pues había desaparecido el veneno (2 Re 4,38-41).

Más claramente mágico aún es el caso del bastón de este profeta. Había muerto el único hijo de una mujer, sunamita, bienhechora de Eliseo. Este dijo a su criado: "Ciñe tu cintura, toma mi bastón... y ponlo sobre la cara del niño" (2 Re 4,29). El que de hecho no resucitara el niño con la acción del bastón, se debió a la iniquidad de su portador, el siervo del profeta, (2 Re 4,31), no a la falta de virtud maravillosa del objeto, de la que el profeta no albergaba duda alguna. La resurrección del niño tiene lugar de hecho gracias al rito mágico de acostarse sobre el niño siete veces.

"Subió luego, y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos; se recostó sobre él y la carne del niño entró en calor. Se puso a caminar por la casa de un lado a otro, volvió a subir y a recostarse sobre él hasta siete veces, y el niño estornudó y abrió los ojos".


Hay que destacar, sin embargo, que Eliseo, previamente, dirige una plegaria a Yahvé. La acción mágica es repetición de la de Elías en 1 Re 17,21 (resurrección del hijo de la viuda de Sarepta).

Es conocido el caso de un papiro mágico egipcio en el que aparece un demonio causante de una enfermedad mortal, que es expulsado cuando el mago sopla por la nariz del enfermo. En el caso de Eliseo parece más bien que el cuerpo del difunto pasa a poder del taumaturgo-sanador. En esa unión pasa la vida desde el segundo al primero.

Otra acción mágico-profética ocurre al final de la vida de Eliseo cuando tomó las flechas del rey de Israel y ordenó a éste que golpeara el suelo con ellas. El rey hirió la tierra tres veces, y esta acción predeterminó el número de los triunfos de Israel sobre sus enemigos (2 Reyes 13, 14ss).

Igualmente mágicas son ciertas acciones bélicas que ejecuta Josué. La primera y bien conocida es la toma de Jericó (Jos 6s): las murallas cayeron súbitamente cuando se cumplieron durante seis días más uno el conocido rito del círculo mágico. A las vueltas en torno a la ciudad se unía, por un lado, el sacro precepto del silencio riguroso, y, junto con éste, el retumbante sonido de las trom¬petas sagradas. Al séptimo día, número mágico, al grito de guerra en nombre de Yahvé, se derrumbaron los muros de la ciudad por sí solos.

Es Yahvé quien ordena este ritual, Jos 6,2:

"Yahvé dijo a Josué: Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey... todos los hombres de guerra rodearéis la ciudad dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días... el séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces..."


La saga antigua en la que se apoya esta narración debía de ser totalmente mágica, pero el redactor deuteronómico la retoca para subordinar la magia al poder de Yahvé. Toda la narración rezuma misterio.

Otra acción clara de significado mágico, relacionada además con el gesto de Eliseo al que hemos hecho alusión hace un momento, ocurre en el episodio final de la toma de Ay, ciudad cananea: Josué tiende hacia ella una flecha o jabalina, y esta acción pone en marcha el éxito de la conquista (Josué 8,18). Notemos, como señalan los comentaristas, que no se trata de una simple señal de ataque, sino de un gesto o rito mágico, eficaz por sí mismo. Pero lo que más puede extrañar a nuestra mentalidad es que en ambos casos es Yahvé quien señala de antemano el rito mágico a seguir. La diferencia entre el milagro y la acción mágica radica sólo en la fuente de la que dimanan los actos.

Como hemos apuntado ya, magos y adivinos paganos pueden hacer lo mismo que los héroes de las narraciones bíblicas, pero los primeros quedan excluidos de la verdad por la selectiva presencia del Dios verdadero que se hace sólo sensible en los prodigios por él ordenados. La diferencia entre magia y religión, según el Antiguo Testamento, consiste en que la primera aparta del servicio del verdadero Dios; pero la segunda puede utilizar ritos de aquella con tal que acepte que la fuerza sobrenatural procede sólo del Dios de Israel.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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